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La maestra de música que protegió los bosques de Querétaro a golpe de acordeón

‘Pati’ Ruiz Corzo enseñó durante años educación ambiental a los niños de la Sierra Gorda. Su incansable trabajo logró decretar esa región como Reserva de la Biosfera y la ha convertido en una de las ecologistas más reconocidas del planeta

Martha Isabel Ruiz Corzo toca el acordeón para un grupo de niños en la Sierra Gorda de Querétaro
Martha Isabel Ruiz Corzo toca el acordeón para un grupo de niños en la Sierra Gorda de Querétaro, en una imagen de archivo.GRUPO ECOLÓGICO SIERRA GORDA
Teresa de Miguel

Está sentada junto a un frondoso chilacayote que trepa por una pérgola de madera en la que se resguarda del sol de media tarde. Con su vestido amplio de niña pequeña cubierto de flores violetas y sus ‘crocs’ con calcetines pareciera una anciana frágil, pero la voz ronca y rasposa de quien ha cantado a todo pulmón un millón de canciones rompe con esa imagen. Martha Isabel Ruiz Corzo, maestra de música y defensora del territorio, tiene 69 años y es redonda, de pelo cano y corto, como una Chavela Vargas de los bosques en este pequeño poblado de la Sierra Gorda de Querétaro llamado Agua del Maíz. “Yo tengo un volcán adentro”, dice, y se ríe con la fuerza del magma que esconde en el pecho.

Desde que llegó a estas tierras escapando de la ciudad en los años 80 no ha dejado de luchar para protegerlas. Con su organización Grupo Ecológico Sierra Gorda, que acaba de celebrar su 35 aniversario, enseñó educación ambiental a miles de niños de toda la región y logró convertir más de 386.000 hectáreas en Reserva de la Biosfera, la primera del país en nacer a petición de la población. La larga lista de proyectos que ha frenado, desde hidroeléctricas hasta torres de alta tensión, se la cuelga del cuello como un puñado de medallas; las decenas de premios internacionales por parte de la ONU, National Geographic o Ashoka vienen después.

“Estoy metida en todo esto por pura ambición espiritual, porque encontré en la Madre Tierra algo que puedo adorar”, dice desde el jardín de su casa, rodeado de bosques de liquidámbar. Para llegar hasta ella hay que andar un kilómetro por un camino de tierra ladera abajo, porque nunca quiso que la carretera llegase hasta la puerta de su cabaña de madera, salida de un cuento de Hansel y Gretel. A un lado está la huerta de la que se siente orgullosa: jugosos tomates, chiles verdes, hierbabuena y gigantescos plataneros que visitan los colibríes. A sus pies descansa Bilbo, un perro de pelos como espinas que parece más un jabalí. “Me encantan los jabalíes. Son pederos, tesoneros. Me identifico con su insistencia necia, con su fuerza”.

'Pati' Ruiz Corzo en el jardín de su casa en Agua del Maíz, el 6 de junio.
'Pati' Ruiz Corzo en el jardín de su casa en Agua del Maíz, el 6 de junio.Teresa de Miguel

Nacida en la ciudad de Querétaro en una familia acomodada, ‘Pati’, como la conoce todo el mundo porque su hermana le llamaba ‘pata’ y se le quedó el apodo, se ajustó desde niña al manual de la sociedad conservadora de la época. A los 12 años empezó en la música y durante un lustro fue primer violín de la orquesta de cámara de su ciudad. Se casó con Roberto, tuvo dos hijos, fue profesora de música en el colegio americano. “Crecí en el molde queretano, pero estaba lista para romper el cántaro. Al carajo. Me estaba yo asfixiando”. La huida la precipitó la enfermedad de su hijo Mario, que padecía asma.

“Un día el doctor me dijo: ‘Este niño sácalo de karate, que no corra, que no nade’. Y yo le dije: ‘José Antonio, te prometo que voy a hacer exactamente lo contrario’. Entonces decidí: pues ahora es cuando dar el brinco. Dejo los tratamientos y de ahora en adelante estamos en manos de la Madre Naturaleza. Nos olvidamos del doctor, de la hipocondría, a la chingada”. Se mudaron con los dos niños al terreno de la familia de su marido en Agua del Maíz. Tenía 30 años y convicciones férreas como pilares de hormigón.

“Desde que llegamos, las criaturas se tragaban todos los días un vaso de limón con aceite de oliva y un diente de ajo picado. Me paraba y gritaba: ‘entraron a un régimen espartano’. Les levantaba a las 6 de la mañana para quitarles lo ‘mamón urbano’. Todos los días iban a ordeñar hasta el cerro de enfrente y en las tardes a guardar a los becerros al corral. A los tres meses los chiquillos corrían cuesta arriba”. Podían haber crecido rechazando todo aquello, pero Roberto y Mario absorbieron las causas de sus padres como suyas. Hoy Roberto hijo se encarga del programa de tierras silvestres del Grupo Ecológico y Mario del rancho escuela Tonatico.

Bosques de liquidámbar en Agua del Maíz, en la Sierra Gorda de Querétaro.
Bosques de liquidámbar en Agua del Maíz, en la Sierra Gorda de Querétaro.Teresa de Miguel

La vida tranquila de campo se acabaría pronto, por aquello del volcán. Cada vez que bajaba al pueblo a la compra, ‘Pati’ se indignaba con lo que veía: nuevos caminos abiertos en los bosques de niebla, caza furtiva, tala ilegal, basura en las laderas. Entonces decidió juntar a un grupo de amigos en Jalpan, el principal pueblo de la zona, y formar una organización para enseñar educación ambiental a la población. Ella era maestra de música, y de la música se valió para esa tarea. “Nos subíamos a una ‘pickup’ con el micrófono y el acordeón y nos íbamos a las escuelas de Pinal de Amoles. Atacábamos la escuela completa. Cantábamos, recitábamos poesía, reciclaban papel, jugábamos con los niños, pero siempre con el objetivo de la sensibilización ambiental”.

Empezaron a imprimir unos “periodiquillos” sobre calentamiento global para los chavales, libros para colorear y aprender sobre las aves de la Sierra Gorda, panfletos con consejos para los padres. Hicieron decenas de obras de teatro para la educación ambiental rural, campañas de basura cero, programas de reciclaje de vidrio, campañas de reforestación… y la cosa se empezó a hacer más grande que ella. Encontró en el gobernador del Estado de aquel entonces, Enrique Burgos, un aliado con el que afianzar el proyecto. Así consiguieron sus primeros promotores, algunas camionetas viejas del Gobierno y apoyo para sus proyectos. “Pero me di cuenta de que si no buscábamos que fuera un área con sus reglas, federal, esa cobija cada quién la iba a jalar para su lado”.

Tras una larga labor con las comunidades, ‘doña Pati’ consiguió que se declarase la Sierra Gorda como Reserva de la Biosfera en 1997. El instrumento le dio herramientas para rechazar cualquier proyecto que pusiera en peligro los ricos ecosistemas de la región, que van desde bosques de niebla y coníferas hasta selvas caducifolias. Durante 14 años fue la directora de la reserva, una “época dorada” en la que luchó “mil batallas en defensa del territorio. Porque a cada nuevo Gobernador más cafre que el anterior”. Frenó la presa del río Estórax, seis hidroeléctricas y 142 torres de alta tensión que querían instalar a lo largo de la carretera. Su vida no ha estado exenta de amenazas, como se ha vuelto la triste realidad de los defensores de México. “Cada vez que dábamos un ‘no’, nos metían un palo”. Recuerda la denuncia por tráfico de mariposas ante la Fiscalía, las campañas de desprestigio.

'Pati' toca el acordeón y canta para un grupo de niños en la Sierra Gorda de Querétaro, en una imagen de archivo.
'Pati' toca el acordeón y canta para un grupo de niños en la Sierra Gorda de Querétaro, en una imagen de archivo.GRUPO ECOLÓGICO SIERRA GORDA

Pero nada frenó su empeño. A lo largo de los años se alió con el Banco Interamericano de Desarrollo, las Naciones Unidas, el World Land Trust y decenas de empresas privadas para poder financiar sus programas. Los números hoy en día son los de un proyecto bien asentado, con un impacto inusitado para una organización de la sociedad civil en México: cuentan con más de 11.300 hectáreas de bosque protegidas gracias al pago por conservación a los propietarios de la tierra, tienen siete reservas privadas para preservar los bosques de niebla y han impulsado 56 microempresas turísticas comunitarias. A sus 69 años, ‘Pati’ sigue tan activa como siempre, dando clases online a maestros sobre desarrollo sostenible, reuniéndose todos los días con autoridades locales y buscando financiamiento para mantener vivo el proyecto.

Las amenazas al territorio no son pocas, pero en comparación a otras regiones del país, como Michoacán u Oaxaca, la Sierra Gorda “sigue siendo un faro de luz ante esa oscuridad”. La escarpada orografía del terreno es un escudo natural para la protección del territorio: hace falta atravesar más de cuatrocientas curvas para llegar hasta estas montañas, y el suelo kárstico no permite que se desarrollen los árboles maderables de alta calidad codiciados por los grupos del crimen organizado. Pero, ante todo, aquí está ‘doña Pati’, lista para escupir la lava del volcán contra quien se atreva a tocar su Sierra Gorda.

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Teresa de Miguel
Periodista multimedia del diario EL PAÍS en México, especializada en temas sociales y de medio ambiente. Antes dirigió el área de video de la agencia de noticias Associated Press en México, fue corresponsal de la agencia Efe en Nueva York y colaboró con Al Jazeera y la BBC. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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