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Un volcán, un lago con su monstruo y otros peligros que lo acechan

El lago cráter de Santa María del Oro, en Nayarit, cambia de color por temporadas, un espectáculo natural que peligra bajo las patas de un turismo desbocado

laguna de santa maría del oro , Nayarit
Vista del lago de Santa María del Oro en el Estado Nayarit, México.HECTOR GUERRERO
Carmen Morán Breña

Desde lo alto de la carretera, antes de descender al lago de Santa María del Oro (Nayarit), la superficie del agua se observa como una testa real con su corona de montañas. Perfecto en su redondez líquida encerrada entre picos verdes. Ahora se ve rojizo, con tonos malvas, pero en unos meses el viajero podrá encontrarlo turquesa como las mejores playas caribeñas y el espejo se tornará transparente y apetecible para el baño días después. Este lago discotequero cambia de color debido al desarrollo, por temporadas, de distintos microorganismos (algas invisibles) que le confieren esa belleza mutante. Con sus dos kilómetros de diámetro y los 65 metros de profundidad, es idóneo para albergar su propio monstruo. Pregunte por él, cualquier vecino le da razón. Pero lo más importante que debe saber quien se interne en sus aguas es que está nadando en el cráter de un volcán, que tuvo dos erupciones, una inmensa que depositó las montañas que ahora lo circundan; y otra cuando ya el vaso tenía agua: la mezcla estalló con todo lujo de vapores. Fue hace más o menos 13.000 o 14.000 años.

El lago cráter no es un paraíso salvaje, o quizá sí, depende de si las edificaciones públicas y privadas siguen extendiéndose por sus riveras y trepando las montañas. Hay una parte popular donde se suceden palapas con restaurantes y merenderos, hotelitos humildes y tiendas de conveniencia, que mira de frente a la zona acomodada: resorts, villitas privadas, palmeras y albercas. Entre todos han ido penetrando en las orillas de tal forma que el visitante ya no puede rodearlo a pie del agua, sino por un camino detrás de los negocios y las viviendas. Prueba de que el peligro acecha a este paraíso de interior son los esqueletos en construcción que se observan sin que haya mucho freno legal que lo impida. Digamos que uno puede comprar un terreno y levantar una casa sin gran problema, o montar una granja. “Sí. Hay un plan de ordenamiento territorial antiguo que debería renovarse. Se sigue construyendo sin orden y el problema no será solo estético, el desmonte de los cerros puede influir en el ecosistema de la laguna, que ya está perdiendo nivel de agua debido al cambio climático”, dice Óscar Ubisha Hernández Almeida, biólogo de la Universidad de Nayarit, que participa en el Comité Estatal del Agua, donde tienen representación las autoridades federales, locales, estatales y la universidad. “La Comisión Nacional del Agua podría pedir que se tomaran ciertas precauciones para conservar el lago”. ¿Por qué no lo hace? “Buena pregunta”, dice el académico.

Santa María del Oro, en Nayarit
Un grupo de turistas en la laguna Santa María del Oro, en 2007. HECTOR GUERRERO

A unos pocos kilómetros de la capital nayarita, Tepic, aparece la laguna. En tiempos menos cálidos, hace 50 o 60 años, la lluvia y los riachuelos elevaban el nivel del agua hasta un punto en que se derramaba, el desagüe lo llaman, pero ya hace décadas que no desagua nada. “Entonces las aguas se renovaban de ese modo, ahora ya no, es estanco y solo se mueven de forma interna, cuando cambian las estaciones y las temperaturas”, explica Yolotzin Apatzingan Hermosillo Palomino, bioquímico por la Universidad de Nayarit que prepara su doctorado sobre el lago. “Los nutrientes que bajan al lago allí se quedan”. Los 65 metros de profundidad se dividen en tres franjas, la superficial, que en verano llega a los 30 grados, en cifras redondas, una intermedia entre 23 y 30 grados y la más profunda, alrededor de los 22 grados. Como el que labra un huerto, la cosecha de algas cambiará cuando se mezclen las tres capas en invierno, al caer la temperatura, y proliferen los organismos fotosintéticos, las algas. O si un año es muy ventoso y agita el agua. De todo ello dependerá la cara que muestre la vivienda del monstruo, ora “verde opaco o fosforescente como un perico”, ora rojiza, ora turquesa. Científicos de varias universidades están pendientes de estos procesos, tomando muestras y anotando todo. La actividad biológica se desata en invierno cuando el frío mezcla las aguas y deja una primavera y un verano (cada vez más en verano) dignos de admiración.

El proceso bioquímico es, naturalmente, más complejo, pero Hermosillo Palomino opta por no entrar en detalles científicos, con buen criterio. Destaca la concienciación que, dice, han adquirido los lugareños por la buena conservación del lago. Hace unos años se instaló un sistema de bombeo para captar las aguas residuales, por ejemplo. Y los que viven o laboran al lado del agua colaboran con la universidad en sus trabajos de campo.

Cae la tarde en el vaso de agua que la segunda erupción dejó sellado, sin filtraciones, también por procesos bioquímicos. Embarcaciones ligeras surcan entonces el cráter y se retiran. Algo después sonarán ritmos frenéticos de baile que atraviesan de un lado a otro la circunferencia. Nada asusta a las iguanas que se encaraman en los tejadillos de las cabañas hoteleras. Y por la mañana, un espectáculo de pájaros coloridos de todos los tamaños obliga a mirar arriba. Ardillas, también. El es trópico.

En América hay varios lagos cráter, algunos de dimensiones imposibles, pero la característica de este de Nayarit, a 700 metros sobre el nivel del mar, es que es la laguna tropical más al norte y “experimenta por ello condiciones idóneas para los cambios de color, porque los cambios de temperatura son muy marcados en Nayarit”, dice Hermosillo Palomino. En México hay unos 30 lagos en lo alto de un volcán. “Con 14.000 años, la laguna está en el mesotrófico, es decir, en la mitad de su vida. Irá bajando el agua y los nutrientes será pocos, pero dominantes”, lo que quiere decir que el espejo perderá transparencia. Pero hasta que eso ocurra habrán pasado miles de años, si el ser humano no lo precipita. Por ahora, el monstruo puede dormir tranquilo.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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