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Gancho a la mandíbula del sistema carcelario en México

El éxito de un programa de boxeo en dos prisiones del Estado de México cuestiona las políticas de reinserción en el país

Presos participan en una pelea de boxeo en el centro de reinserción Tenango Del Valle, Estado de México.
Presos participan en una pelea de boxeo en el centro de reinserción Tenango Del Valle, Estado de México.Toya Sarno Jordan
Pablo Ferri

Del reguero de heridas y malos recuerdos que acumula Omar Serrano, uno destaca entre el resto, una enorme cicatriz en su antebrazo izquierdo. “Fue una cuchillada”, dice, extrañado, como si fuera la piel de otro, un cuadro en un museo. “Me tuvieron que abrir para reconstruirme los tendones”, añade. La lejanía entre el hombre y su extremidad evoca otra distinta, hecha de hierro, concreto y prejuicios: la que separa la cárcel de Tenango (Estado de México), donde ha vivido los últimos años, de la noción que cualquiera pueda tener de una cárcel en México.

En el frío altiplano mexiquense, la novísima prisión de Tenango del Valle ha acogido esta semana la presentación de un libro sobre los resultados del programa de boxeo carcelario Knockout, no tires la toalla, iniciativa que usa el pugilismo como herramienta de reinserción. Engalanado, el centro penitenciario parecía escuela de negocios. Junto a la dirección, el secretario de Seguridad del Estado de México, Rodrigo Martínez, ofrecía canapés a directivos del Consejo Mundial del Boxeo y algunas leyendas del ring mexicano, caso de Pipino Cuevas o Lupe Pintor.

Nada aludía a la imagen habitual de las cárceles mexicanas, hecha de masacres, motines, corruptelas o fugas masivas, como la ocurrida esta misma semana a 100 kilómetros de allí, en Tula, en el Estado de Hidalgo. El miércoles, un comando armado asaltó la prisión con coches bomba para permitir la evasión de nueve internos. Un día después, Tenango mostraba una cara distinta del sistema, tan agradable como inquietante, los resultados de un programa que cuestiona la totalidad del armazón penitenciario, su lógica, su misma esencia.

Un interno enseña a su hijo cómo ponerse bandas para boxear.
Un interno enseña a su hijo cómo ponerse bandas para boxear.Toya Sarno Jordan

Durante los últimos tres años, entrenadores de boxeo, psicólogos y terapeutas han trabajado con 125 presos de las cárceles de Tenango y Nezahualcóyotl, municipio del área metropolitana de Ciudad de México. En muchos casos, los internos están ya cerca de salir. En la mayoría, los delitos por los que viven encerrados son robos. “La idea era combinar el box con talleres que logren cambiar las dinámicas en las que han vivido”, señala Eunice Rendón, directora del programa. La disciplina del ring aplicada a la terapia. Entender las emociones como parte del entrenamiento.

Rendón, que trabajó durante años en la Subsecretaría de Prevención del Delito durante el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018), defiende que este tipo de iniciativas tienen un enorme impacto en internos que ven de cerca la salida. “El boxeo es una forma de implicarles, una puerta para entrar a trabajar emociones y conductas”, explica.

Más allá de la tasa de reincidencia de los presos liberados acogidos al programa, el éxito de Knockout empieza en su mera existencia. En un país donde el hacinamiento, el autogobierno y el tráfico de drogas son normales en las prisiones, la carencia de iniciativas de este tipo asombra. Con una población carcelaria de más de 200.000 personas, la reinserción dista de ser un fenómeno natural, un fruto del sistema.

Un preso habla con un familiar durante un evento por el lanzamiento del libro “Knockout, no tires la toalla”.
Un preso habla con un familiar durante un evento por el lanzamiento del libro “Knockout, no tires la toalla”.Toya Sarno Jordan

Para Omar Serrano, el boxeo ha llegado a consolidar una vida nueva. Su caso es particular. A los 44 años, el hombre, natural de Toluca, capital del Estado de México, ha pasado más de la mitad de su existencia encerrado, la adultez entera. A los 19 años lo mandaron a la cárcel por “robo, portación de arma y homicidio”, explica. No da muchos detalles, solo dice que en una fiesta discutió con otro joven, que el asunto subió de tono y acabaron a golpes. Que un amigo intervino, le pegó al otro con un palo y le abrió la cabeza. No fue él quien lo mató, dice, pero… “Peca tanto el que mata a la vaca como el que le agarra la pata”, sentencia. Le condenaron a 24 años.

Serrano ha pasado por 15 de los 22 penales del Estado de México. Hasta hace 10 años, dedicó su tiempo a fumar marihuana. Una vez, en 2010, se fugó. Pasó 10 meses fuera, rentó una casa, empezó a trabajar. Su vida funcionaba hasta que un viejo conocido le vio en la calle y lo delató. Serrano volvió a prisión, al “módulo de conductas especiales” de la cárcel de Otumba. “Allá me torturaron, nos daban unas madrizas a diario”, dice, con la misma extrañeza con que antes miraba la cicatriz en su brazo.

Serrano forma parte de la primera promoción de Knockout. “Nunca antes había practicado”, dice, “pero se me hace muy completo”. Aunque parezca mentira, el hombre asegura que no le guarda rencor a nadie. Ahora, 24 años después de ingresar a un sistema que le ha sido tan perverso como grato -al menos en los últimos tiempos- solo aguarda unos días para salir. El 12 de diciembre será su último día en prisión.

Torneo de box en el centro de reinserción Tenango Del Valle, Estado de México.
Torneo de box en el centro de reinserción Tenango Del Valle, Estado de México.Toya Sarno Jordan

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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