México diversifica sus apuestas en la carrera por la vacuna contra la covid-19
El Gobierno de López Obrador lanza una estrategia diplomática de varias bandas para garantizar su acceso a las dosis contra el virus y apuntalar su liderazgo regional
México apuesta por varios caballos en la carrera por encontrar una vacuna contra el coronavirus. Mientras las principales potencias mundiales compiten por ver quién llegará primero, el país latinoamericano ha hecho un despliegue diplomático en varias pistas con el que busca garantizar su acceso al prototipo que resulte ganador —con alianzas con países como China, Estados Unidos y Rusia— y liderar, al mismo tiempo, el reclamo de los países sin posibilidades de competir para que el reparto sea equitativo. “No estamos apostando todos los huevos a una canasta, sino que estamos jugando, o estando a tiempo, en muy diferentes proyectos”, dijo este jueves Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores.
La esperanza de encontrar una vacuna antes de que termine el año sufrió un batacazo esta semana, después del anuncio este martes del laboratorio británico AstraZeneca de suspender los ensayos clínicos de la vacuna que desarrolla con la Universidad de Oxford. Se trata del candidato más avanzado y del proyecto con el que México había acordado el pasado 13 de agosto producir más de 250 millones de dosis, en asociación con Argentina y la fundación del magnate Carlos Slim.
Para el miércoles, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador dio a entender que tenía desde hace tiempo varios ases bajo la manga. Dos días antes de anunciar su acuerdo con AstraZeneca, por ejemplo, el país ya había mostrado interés en participar en los ensayos de la vacuna de CanSino Biologics, una de las vacunas chinas y parte del grupo de punteros. También explora colaborar con otros dos proyectos chinos. El 14 de agosto, México también hizo público su interés de ser parte de Warp Speed, una operación de la Casa Blanca para acelerar las investigaciones con ayudas gubernamentales valuadas en 10.000 millones de dólares para farmacéuticas estadounidenses como Moderna, Novavax, Johnson & Johnson y Pfizer, así como para el fabricante alemán Merck y el propio AstraZeneca. La Cancillería mexicana ha dicho esta semana que el país “está considerado” en el despliegue de EE UU.
Para finales del mes pasado, México hizo oficial también su intención de unirse a Covax —una iniciativa impulsada por la Comisión Europea, la Organización Mundial de la Salud y otros organismos internacionales—, que le permitiría tener vacunas hasta para un 20% de su población. La ventaja de Covax es que tiene varias vacunas en su portafolio y funciona como una especie de póliza de seguro, en la que los países con más recursos adelantan parte de los costos de las inyecciones para financiar las investigaciones y los más pobres reciben vacunas de forma humanitaria, dando acceso a la vacunación a economías que no estarían en posibilidades de hacerlo.
El Gobierno de López Obrador tampoco ha cerrado la puerta a Rusia y anunció que participaría en los ensayos clínicos de la Sputnik V, la propuesta patrocinada por el Kremlin. Moscú ha mostrado tal interés que adelantó el miércoles la firma de un contrato para enviar 32 millones de dosis a México. Tras varias horas sin confirmación del lado mexicano sobre el convenio, el portavoz ante la pandemia, Hugo López-Gatell, celebró la iniciativa, pero dijo que se firmó con el laboratorio mexicano Landsteiner Scientific, sin participación gubernamental en las negociaciones. “Es una distribuidora privada, no tiene nada que ver con el Gobierno”, recalcó Gatell, perfilado como un personaje clave en la política de vacunación nacional.
La red de alianzas de México se basa en acuerdos bilaterales con China, Rusia, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y EE UU. En el ámbito multilateral están iniciativas como Covax y una resolución que impulsó en la Organización de las Naciones Unidas para garantizar el acceso equitativo a medicamentos, equipo médico y vacunas contra la covid-19, que contó con el apoyo de más de 160 países.
“Estamos hablando de una política diplomática casi omnipresente”, apunta Ulises Granados, académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México. “Es una potencia media que necesita estos pactos porque es uno de los países más afectados por la pandemia y porque no tiene una economía ni una infraestructura en ciencia y tecnología tan fuertes”, agrega. Esa interlocución se reflejó meses antes con un puente aéreo de insumos contra la pandemia desde China y el envío de respiradores mecánicos desde Estados Unidos.
Para acercarse a los países que desarrollan las vacunas, México pone sobre la mesa experiencias exitosas en campañas previas de vacunación, voluntarios para que avancen los ensayos clínicos al tener una epidemia activa y una infraestructura manufacturera que se curtió tras los acuerdos comerciales con EE UU y Canadá, señala el analista geopolítico Javier Arreola. “El valor de la vacuna es incuantificable, no solo por el prestigio internacional como premio moral, también por la posibilidad de adelantarse en la reactivación económica”, comenta. A la receta mexicana se suma el respaldo de pesos pesados como Slim, una de las personas más ricas del mundo, y la posibilidad de convertirse en la puerta de entrada de los laboratorios a Latinoamérica. A pesar de que son varios los países que buscan sumarse a los ensayos clínicos de distintas vacunas, los especialistas aseguran que no han visto muchos países con una estrategia similar en el ámbito multilateral y bilateral.
Mientras el mundo busca a contrarreloj la vacuna, el riesgo de precipitarse es latente. “Administrar una vacuna de forma prematura, sin detectar los efectos secundarios durante los ensayos clínicos, sería una catástrofe. Podría provocar cientos o miles de casos de personas afectadas, impulsaría el discurso de los movimientos antivacunas y significaría un retroceso para los gobiernos que buscan una salida a la pandemia con la vacuna”, advierte José Moreno, director de Investigación del Hospital Juárez.
Pese a publicar sus resultados en la prestigiosa revista The Lancet, las principales dudas sobre la Sputnik V se centran en que solo se ha probado en 76 personas, cuando en la fase final de pruebas, en la que está AstraZeneca, se suelen hacer ensayos clínicos con miles de personas, explica Moreno. “Me preocupa mucho que se diga que ya se va a comprar porque no tenemos suficiente información sobre la vacuna rusa, la muestra de análisis, hasta el momento, es muy pequeña”, comenta el inmunólogo. Ambos candidatos, así como la propuesta de CanSino, están basados en cepas diferentes de adenovirus, un tipo de vacuna que “no existe en el mercado farmacéutico para humanos ni hay suficiente experiencia acerca de sus efectos, tanto de protección como indeseables”, según el especialista.
“Va a haber un momento en el que tengamos la mejor vacuna entre las candidatas, pero eso no significa que debamos de dejar de buscar nuevas vacunas que sean mejores en el futuro”, vaticina Moreno. “Habrá un ganador actual, pero eso no significa que lo siga siendo en uno, dos o tres años”. La carrera por la vacuna tiene la línea de meta a finales de 2020, un plazo que AstraZeneca cree poder cumplir y que también es crucial para las aspiraciones de Trump, que busca un nuevo mandato en las elecciones de noviembre próximo. La OMS, en cambio, ha moderado sus expectativas y calcula que no estará disponible de forma masiva antes de 2022.
La doble apuesta de López Obrador es acceso gratuito para toda la población, una promesa que se pondrá a prueba cuando un prototipo llegue al mercado y al principio no haya suficientes dosis para todo el mundo, en un nuevo capítulo del dilema entre los intereses nacionales y la cooperación internacional. “La pandemia es global y, si se trata de salvar vidas, las soluciones tienen que ser globales, con una vacuna que funcione para todos”, afirma Granados.
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