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Las claves del debate entre Tim Walz y J. D. Vance

El cara a cara entre los candidatos a la vicepresidencia se aparta de la polarización extrema que ha marcado todos los debates de Donald Trump

El candidato demócrata a vicepresidente, Tim Walz (a la izquierda), y el republicano J. D. Vance, durante el debate del 1 de octubre.Foto: AP / Reuters
Miguel Jiménez

El debate entre los candidatos a vicepresidente, el republicano J. D. Vance y el demócrata Tim Walz, ha sido la última gran cita en la agenda de la campaña de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. No hay previstos más debates entre los candidatos a la presidencia, Donald Trump y Kamala Harris, ni tampoco ningún otro duelo entre los dos protagonistas de este martes. La campaña se moverá en adelante por los derroteros de mítines, entrevistas, ruedas de prensa, anuncios televisivos y —tal vez— sorpresas imprevistas. ¿Moverá el debate de este martes en Nueva York a los electores? Es difícil saberlo. Ha sido un enfrentamiento de guante blanco en el que los dos contendientes han tirado por elevación, apuntando a los cabezas de cartel. Vance se ha reivindicado tras sus meteduras de pata y errores de campaña. A Walz le ha costado transmitir la autenticidad que se le presupone. No ha habido un ganador tan claro como en anteriores duelos. Ambos candidatos han mostrado que hay una forma de hacer política diferente del extremismo y la polarización con que Trump ha inundado la escena política estadounidense.

1. Ataques a Trump y a Harris

Tanto el gobernador de Minnesota, Tim Walz, como el senador por Ohio, J. D. Vance, sabían que el candidato a batir no era el que estaba a unos metros en el otro atril del escenario de la CBS en sus estudios de Nueva York. Walz ha atacado a Trump por las políticas de cuando era presidente y por su incapacidad para aceptar democráticamente la derrota de 2020. Vance ha percutido sobre los resultados económicos de la etapa de Joe Biden y Kamala Harris en cuanto a inflación e inmigración. Se ha referido al “Gobierno de Kamala Harris” desde el principio, incluso obviando a Biden en ocasiones y tratando de desmontar la idea de que la demócrata es una candidata del cambio. Walz, al recordar el pasado de Trump, ha insistido en la idea de no volver atrás, uno de los lemas demócratas. Ambos han defendido a sus jefes. Lo que apenas ha habido han sido ataques cruzados entre los dos candidatos: al revés, se han mostrado comprensión y hasta empatía.

2. Vance se reivindica

El candidato republicano a la vicepresidencia había empezado con mal pie su carrera. Metió la pata varias veces, la hemeroteca le traicionaba y en varios actos de campaña se había mostrado poco natural, incómodo en la interacción con los votantes. Este martes, sin embargo, ha apelado una y otra vez a su historia personal, de chico de familia pobre que se abre camino pese a las dificultades. Ha hablado de su mujer, de sus hijos, de su madre… Lo tenía muy preparado, tanto que ha empezado con esa cantinela desde la primera pregunta, que no tenía nada que ver con eso. Pero le ha dado buenos resultados. El senador tiene labia, da bien en cámara, se dirigía a las moderadoras y Walz por sus nombres de pila con naturalidad, mostraba empatía con su rival y no caía en ninguna trampa. Como además las expectativas eran bajas, sale reforzado y aleja de sí esa imagen de “tipo raro” con que eficazmente le había descalificado en los mítines el propio Walz. Solo ha patinado en el tramo final, cuando se ha hablado del asalto al Capitolio.

3. Un Walz menos auténtico de lo previsto

Con el gobernador demócrata ha pasado lo contrario. Era un candidato que llegaba con la aureola de la autenticidad, del tipo que te ayuda a arreglar el coche, del entrenador de equipo de instituto, del americano medio con el que gran parte de los votantes se identifican. Entró en campaña con fuerza, enardeció a las masas en los primeros mítines y retó a Vance en la distancia. Sin embargo, le ha costado transmitir esa imagen auténtica. Ha tenido que reconocer ante una repregunta de una de las moderadoras que “se equivocó” cuando dijo que había estado en China cuando las protestas de la plaza de Tiananmén. Inicialmente, cuando le han preguntado por el tema, admitió que a veces era “un poco cabeza de chorlito”, pero sin contestar a la pregunta. No ha hecho el mismo esfuerzo que su rival por presentarse a los estadounidenses. Su actuación fue de menos a más. No fue muy claro en política exterior en relación con Israel e Irán y tampoco brilló en el apartado económico. Su mejor momento fue al retratar a Trump como una amenaza para la democracia.

4. Ni perros ni gatos, pero Trump en la sombra

En los debates siempre hay algún dato un poco manipulado o seleccionado, alguna afirmación descontextualizada y alguna exageración, pero a lo que tiene acostumbrado Trump es a encadenar mentiras a mansalva y disparates sin ton ni son. En el debate con Joe Biden, los detectores de mentiras echaban humo con las intervenciones de Trump, aunque el hundimiento del presidente lo eclipsase. En el cara a cara con Harris, su intervención llegó al paroxismo y provocó que los moderadores le corrigiesen en algunas de las afirmaciones más descabelladas. Por ejemplo, la de que los inmigrantes se comen a los perros, los gatos y las mascotas en Springfield (Ohio) o la de que hay Estados en los que no solo se permite el aborto tardío, sino incluso matar a los niños después de nacer. En el debate entre Walz y Vance no hubo nada parecido. Aun así, Trump desde su red social hacía de comentarista e insistía sin fundamento alguno en que hay Estados donde se permite “asesinar bebés”. El peor momento de Vance fue cuando se trató del asalto al Capitolio. Rehén de Trump, republicano se negó a reconocer que su líder había perdido las elecciones, comparó su actitud con las quejas de Hillary Clinton por la interferencia rusa en las elecciones de 2016 y dijo que en 2020 hubo un traspaso pacífico del poder. “El 6 de enero no fue un anuncio de Facebook”, le replicó el demócrata. Walz apeló directamente a su rival para que contestase si Trump perdió en 2020. Vance le dijo que quería “centrarse en el futuro”. El demócrata insistió: “Eso no es una maldita respuesta”, le dijo. “Estados Unidos, creo que hay una elección muy clara entre quién va a honrar a la democracia y quién va a honrar a Donald Trump”, concluyó.

5. Sin ganador claro y sin efecto claro

Aunque Vance haya superado las expectativas y a Walz le haya costado transmitir autenticidad, no ha habido un ganador claro como en los dos debates anteriores, en que Trump se impuso a Biden y Harris derrotó a Trump. Ambos candidatos a vicepresidente son buenos oradores, cada uno ha colocado sus mensajes, opuestos en muchas materias. Vance se ha impuesto en la economía, pero Walz le ha acorralado en la parte final, cuando se hablaba del asalto al Capitolio y la amenaza para la democracia. El debate entre los candidatos a presidente del pasado 10 de septiembre apenas movió las encuestas. Es difícil que este lo haga.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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