Las siete guerras que Trump dice haber parado desde que llegó al poder
El Departamento de Estado publica una lista de los conflictos que, según la Casa Blanca, el “presidente de la paz” ha logrado detener


Donald Trump se presentó el martes ante los líderes de 192 países en la Asamblea General de la ONU como el gran pacificador, el hombre que resuelve las guerras que la organización internacional es incapaz de terminar. Se trata de un mensaje que repite desde hace meses. Sin embargo, un repaso por los siete conflictos que mencionó —y que el Departamento de Estado ha enumerado en un mensaje triunfalista divulgado por redes— demuestra que la cifra no solo está hinchada, sino que el papel que jugó su Administración en la mayoría de esos conflictos también está sobrevalorado. Queda pendiente, además, la resolución de dos de los conflictos más sangrientos de la actualidad: el de Gaza y el de Ucrania.
En el mensaje del Departamento de Estado se ve al mandatario republicano levantado el puño bajo la leyenda: “Presidente Trump, el presidente de la paz”. Y a renglón seguido: “El presidente Trump terminó siete guerras en solo siete meses”.
Estos son los siete enfrentamientos que Trump dice haber resuelto:
Camboya y Tailandia. Ambos países sellaron un alto el fuego “inmediato e incondicional” el pasado julio, tras cinco días de enfrentamientos que causaron 35 muertos y alrededor de 300.000 desplazados a ambos lados de sus respectivas fronteras. El acuerdo fue anunciado a la prensa por el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, en su calidad de líder del país que ostenta actualmente la presidencia rotatoria de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Fue él quien ejerció de anfitrión de las conversaciones entre su homólogo camboyano, Hun Manet, y el tailandés, Phumtham Wechayachai. La desescalada se selló con una imagen de los tres líderes dándose la mano tras el diálogo mantenido en la residencia oficial del primer ministro malasio, informa Guillermo Abril desde Pekín.
El papel de Malasia fue decisivo. Pero también lo fueron el de China y el de Estados Unidos. Estos tres países “presionaron para que se llegara a un acuerdo”, escribe Siri Aas Rustad, del Peace Research Institute Oslo (PRIO), una organización con sede en la capital noruega, en un artículo de la semana pasada en el que se interroga por el papel del presidente estadounidense en la pacificación de conflictos. “Trump amenazó con poner fin a las negociaciones comerciales e imponer aranceles del 36%”, señala sobre este caso. “Como por arte de magia, ambos países acordaron un alto el fuego. Pero el acuerdo es frágil, y cada parte ya ha acusado a la otra de violaciones”.
Serbia y Kosovo. Esta guerra comenzó en febrero de 1998 y terminó en junio de 1999. Quedaba mucho tiempo aún para que Trump inaugurase su primer mandato en la Casa Blanca (2017-2021). El conflicto permanece, ya que Serbia —igual que otros países, entre ellos España— no reconoce la independencia que declaró Kosovo de forma unilateral en 2008. Cada cierto tiempo la tensión sube durante algunas semanas y vuelve a su estancamiento de costumbre.
En uno de esos picos que se registró en 2020, Trump consiguió que las partes se reunieran en Estados Unidos y firmasen un acuerdo de normalización económica. Pero sus posturas siguen siendo irreconciliables. Y en la actualidad hay alrededor de 4.000 soldados de la OTAN emplazados sobre el terreno.
República Democrática del Congo y Ruanda. Este conflicto sigue latente. Desde el pasado 10 de julio, apenas dos semanas después de la firma del acuerdo de paz entre la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda bajo los auspicios de EE UU, el grupo armado M23, apoyado por Ruanda, ha ejecutado de manera extrajudicial a unas 300 personas solo en la zona de Rutshuru, en Kivu del Norte. Muchas de ellas eran mujeres y niños. Al mismo tiempo, intensos combates han enfrentado a este grupo rebelde con los milicianos wazalendo, aliados del Ejército congolés. En los últimos días, miles de personas han sido obligadas a abandonar sus pueblos ante el recrudecimiento del conflicto. Sobre el terreno, el acuerdo de paz presentado en Washington a bombo y platillo no es más que papel mojado, informa José Naranjo desde Dakar.
La primera condición establecida en dicho pacto fue un alto el fuego y este ha sido también su primer incumplimiento. Las armas no han dejado de crepitar en el noreste de la RDC, tal y como recordaba este martes el presidente congolés Félix Tshisekedi en Naciones Unidas. “La situación no evoluciona realmente”, aseguraba a los periodistas. Las tropas ruandesas, que debían retirarse del suelo congolés, se resisten a marchar y los habitantes de la región aseguran que el M23, que mantiene aún el control de Goma y Bukavu, está tomando posiciones para tomar por la fuerza otras ciudades, como Beni, Butembo o Lubero.
El único aspecto que parece avanzar del acuerdo firmado en Washington, aunque también a duras penas, es la contrapartida económica a favor de EE UU: el acceso a minerales estratégicos en la RDC. A finales de agosto, el Gobierno congolés otorgó siete permisos de exploración a la empresa estadounidense KoBold para identificar yacimientos viables de berilio, niobio, litio y coltán, entre otros.
India y Pakistán. En este conflicto Trump reclamó su protagonismo y Pakistán reconoció su papel. En mayo, tras una escalada bélica transfronteriza de cuatro días entre la India y Pakistán, las dos potencias nucleares alcanzaron un acuerdo para un “alto el fuego inmediato”. Para entonces, Trump se les había adelantado: horas antes, el magnate había anunciado en su red social Truth que se había pactado un alto fuego “total e inmediato” tras “una larga noche de conversaciones con la mediación de Estados Unidos”. E insistió en su relato en una comparecencia ante la prensa algo después: “Les dije: ‘Vamos, vamos a hacer mucho comercio con vosotros [India y Pakistán]. Detengámoslo. Detengámoslo. Si lo detenéis, comerciaremos. Si no lo detenéis, no comerciaremos”, informa Guillermo Abril.
Nueva Delhi nunca ha reconocido el papel del republicano de forma expresa. El ministro de Defensa indio, Rajnath Singh, rechazó de plano la afirmación de Trump, alegando que el país no había respondido a la presión de nadie. Pero Islamabad sí ha mostrado inmensa gratitud. Shehbaz Sharif, primer ministro pakistaní, le agradeció por haber desempeñado “un papel fundamental y primordial en el alto el fuego”. Su Gobierno ha recomendado formalmente a Trump para el Nobel de la Paz en 2026.
Government of Pakistan Recommends President Donald J. Trump for 2026 Nobel Peace Prize
— Government of Pakistan (@GovtofPakistan) June 20, 2025
The Government of Pakistan has decided to formally recommend President Donald J. Trump for the 2026 Nobel Peace Prize, in recognition of his decisive diplomatic intervention and pivotal…
El conflicto se desató en torno a Cachemira, un territorio en disputa que ha sido motivo de varias guerras desde la partición de la India y Pakistán, en 1947. Hubo ataques mediante cazas, drones y lanzamientos de misiles que causaron al menos la muerte de 66 personas, 37 de ellas en territorio paquistaní y 29 en el lado indio.
Israel e Irán. Más que lograr una paz, lo que Trump hizo es involucrarse directamente, soltando sobre Irán la única arma (las bombas “rompebúnkeres” de 13.000 kilos) que le faltaba a la otra parte, su aliado Israel. En contradicción con su discurso aislacionista previo y su compromiso de afrontar el asunto por medio de negociaciones, Trump participó en los 12 días de guerra que Israel inició con Irán. La mayoría de analistas coinciden en que ―aunque Teherán es consciente de su debilidad respecto a EE UU e Israel ―, el conflicto no ha quedado resuelto. Solo aplazado, informa Antonio Pita desde Jerusalén.
Egipto y Etiopía. No hubo guerra. Y, por tanto, ningún acuerdo de paz. Se registraron, eso sí, tensiones a causa de la construcción de la llamada Gran Presa del Renacimiento Etíope, edificada sobre el Nilo Azul, informa Marc Español desde El Cairo. La tensión entre ambos países, de hecho, continúa siendo elevada y se ha intensificado después de la inauguración de la presa por parte de Addis Abeba a comienzos de septiembre, lo que reavivó los temores de El Cairo sobre su abastecimiento de agua, dado que la seguridad hídrica del país árabe depende en gran medida del caudal del Nilo.
Estados Unidos actuó como mediador en las estancadas conversaciones entre Etiopía, Egipto y Sudán sobre la gestión de la presa en 2019, y al año siguiente acogió tres rondas de negociaciones que tampoco lograron cristalizar en un acuerdo. Posteriormente, Washington asumió un papel secundario como observador en otra serie de encuentros impulsados por la Unión Africana, y desde finales de 2023 no se han registrado intentos significativos de retomar el diálogo. El pasado julio, el propio Trump afirmó que la gran presa seguía siendo “un gran problema” que estaban intentando resolver desde su Administración.
Armenia y Azerbaiyán. En este caso, los máximos representantes de los dos países enfrentados saludaron los esfuerzos de Trump para alcanzar un acuerdo y pidieron para él el Premio Nobel de la Paz, informa Andrés Mourenza desde Estambul. El pasado agosto, los líderes de Armenia, el primer ministro Nikol Pashinián, y de Azerbaiyán, el presidente Ilham Aliyev, firmaron en la Casa Blanca junto a Donald Trump una declaración de intenciones por la que se comprometían a firmar un acuerdo de paz para establecer relaciones diplomáticas y poner fin a más de tres décadas de conflicto entre ambos estados exsoviéticos.
Ambas partes se disputaban el control la región de Nagorno Karabaj —un enclave de población mayoritariamente armenia en territorio azerbaiyano— que les ha enfrentado en dos guerras abiertas entre 1991 y 1994 y en 2020, así como en numerosas escaramuzas a lo largo de su frontera común, cobrándose más de 40.000 vidas.
En realidad, el grueso de las negociaciones sobre el acuerdo ya se había concluido en marzo, cuando ambos países lo anunciaron. Lo único que ha cambiado desde entonces es que el corredor que debe transcurrir por el sur de Armenia para permitir unir Azerbaiyán con su exclave de Najicheván se llamará TRIPP, las siglas en inglés de Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional, y cuya concesión manejará Estados Unidos durante 99 años. En anteriores propuestas de paz, por ejemplo la pactada en 2020, esta ruta iba a quedar bajo el control de Rusia, algo que tanto Bakú como Ereván desechan ahora, por lo que expertos regionales consideran que la inclusión de Washington en la ecuación puede permitir cierta protección ante la oposición de Moscú al actual plan de paz. Sin embargo, el tratado de paz final aún no ha sido firmado ni ratificado, pues Azerbaiyán exige a Armenia que reforme su Constitución para eliminar cualquier reivindicación sobre Nagorno Karabaj.
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