Putin exhibe blindados occidentales capturados como trofeo de la guerra contra Ucrania
El Kremlin expone en el Parque de la Victoria de Moscú un carro Leopard y un Abrams, entre otros vehículos entregados por EE UU y Europa a Ucrania. Miles de rusos acuden a hacerse fotos
Una multitud se agolpa y hace fotos junto a dos enormes carros de combate parcialmente dañados, un Leopard alemán y un Abrams estadounidense capturados en los campos de Ucrania. Son las dos joyas de la corona de la muestra de tres decenas de vehículos apresados que ha montado el Ministerio de Defensa ruso para enardecer a sus ciudadanos en el Park Pobedi de Moscú, el Parque de la Victoria, nombrado así en homenaje al triunfo de la URSS en la II Guerra Mundial. En el presente no se vislumbra un fin de la guerra en Ucrania, y estos trofeos, junto con la toma de Avdiivka y Bajmut, son lo poco que puede mostrar el Kremlin tras un año en el que el frente se ha movido pocos kilómetros. Aunque para Vladímir Putin no es poco: miles de rusos hacen cola sonrientes para contemplar cómo su país ha herido, aunque solo sea un tanque, al demonio estadounidense.
“Siento orgullo. Orgullo por el ejército ruso, por los soldados rusos que destruyeron todo”, exclama Ígor, moscovita de 52 años, acompañado por su mujer y sus dos hijos frente a los restos del M1A1 Abrams que se pueden observar en la muestra inaugurada este miércoles, coincidiendo con el Primero de Mayo. El carro de combate fue abandonado y posteriormente capturado por las fuerzas invasoras en Berdichi, una aldea próxima a Avdiivka, este pasado abril. Este pueblo, tomado después de más de dos años de guerra, dista 80 largos kilómetros de la simbólica localidad de Sloviansk, bajo control ucranio y dentro de la provincia de Donetsk. Hace justo una década un grupo de paramilitares rusos desató allí la guerra de Donbás en 2014, pero las fuerzas del Kremlin no han logrado controlarla en su gran ofensiva desde 2022.
Algunas de las piezas incautadas serán exhibidas en la Plaza Roja de Moscú durante el desfile del Día de la Victoria, el 9 de mayo, dos días después de la investidura de Putin en su quinto mandato. No obstante, no es la primera exhibición de este tipo en la guerra. El Gobierno ucranio mostró armamento ruso aprehendido o destruido en Kiev en agosto de 2023 con motivo del Día de la Independencia del país, y en Berlín fue expuesto un carro T-72 destruido frente a la Embajada rusa en febrero del mismo año. Estonia, Letonia y Lituania también han exhibido en sus capitales tanques capturados en Ucrania, y algunos miembros de las minorías rusas en los tres países bálticos han depositado flores sobre estos carros.
Para muchos rusos, no se trata solo de Ucrania, sino de una revancha frente a Washington, la superpotencia con la que rivalizó Moscú en el pasado y a la que asegura haber plantado cara ahora en el este de Europa. “La principal razón de la guerra es la política imperial de Estados Unidos. No le importan los intereses de otro país que quiera mantener una política independiente”, asevera Ígor sin tener en cuenta a la propia Ucrania.
“¿Cómo que Ucrania? Todos los rusos sabemos que Ucrania no decide nada. De hecho, el pueblo ucranio no sufre por los intereses de la OTAN, sino por los intereses de Estados Unidos”, sostiene Ígor tras sus gafas de sol con voz firme, y añade: “Os lo advertimos. Putin os lo advirtió″, en referencia al rechazo del presidente ruso a la adhesión de nuevos países a la OTAN, tanto en la primera década de este siglo como en 2021.
Es un soleado día festivo y miles de rusos han aprovechado este miércoles para acercarse a la exhibición de trofeos de guerra y pasear después por el parque. A unos metros de los tanques se encuentra un Kirpi, un transporte blindado turco. Ankara, miembro de la OTAN, apoya militarmente a Ucrania, al tiempo que se ha convertido en el principal destino turístico de los rusos por permitir, a diferencia de la Unión Europea, sus vuelos. “Ya les llegará la hora”, responde Ígor con un deje de ira.
No todo el mundo que se ha acercado a la exposición apoya la guerra; muchos de los presentes, estén a favor o en contra de la invasión, coinciden en que pondrían fin mañana a los combates. Se nota un cansancio general.
“Todos estos vehículos han costado caro”, dice Iván, nombre ficticio de un joven de 27 años que responde con una negación de cabeza al preguntarle si apoya la “operación militar especial”, la terminología usada por el Kremlin. Opinar abiertamente es peligroso; hace unas semanas fue condenada a cinco años de trabajos forzados una moscovita que expresó su visión para un reportaje a pie de calle de Radio Free Europe / Radio Liberty al inicio del conflicto.
“Estamos tratando de vivir el hoy mientras tengamos esa oportunidad”, explica junto a su colega Sasha, de 25 años, frente a varios carros y transportes blindados ucranios de origen soviético. Los dos amigos consideran imposible hablar del futuro. “La gente apoya la operación militar, esa es mi impresión”, agrega Iván.
“Estamos cansados de guerras. Y estamos seguros de que nuestro Gobierno también quiere terminar con esto, pero Estados Unidos no quiere, así que continúa”, opina Ksenia, una madre moscovita de 37 años que ha traído a su hijo y siente “orgullo y patriotismo” ante los vehículos occidentales capturados. “Pensamos que es una guerra por política, porque beneficia a quienes tienen dólares”, agrega en plural esta mujer, que tiene conocidos en el frente, pero evita hablar de ello. “Intento no leer demasiado, solo deseo que la guerra acabe pronto”.
Acusaciones contradictorias
La repulsa hacia Estados Unidos y Occidente en general es la argamasa de una propaganda alimentada desde el Kremlin con acusaciones contradictorias. Putin insiste en que busca “desnazificar” Ucrania y acusa a Europa de permitir el fascismo. En la muestra hay un cartel que dice “La historia se repite” próximo a dos vehículos alemanes, el carro de combate Leopard y un blindado Marder, a los que acompañan en el parque algunos trofeos arrancados a la invasora Alemania nazi hace ochenta años.
“Todo esto es muy triste, la guerra continuará por culpa de Estados Unidos. Vivimos una guerra civil. Los ucranios son nuestros hermanos y hermanas, somos un solo pueblo. Y estoy muy contento de que la mierda de la OTAN esté ardiendo”, afirma Andréi, moscovita de 40 años. Al preguntarle si está dispuesto a ir personalmente al frente, responde con la tercera persona del plural: “Todo el país está listo, si les llaman, todos acudirán”.
Sin embargo, incluso los nacionalistas rusos ven incoherencias en la retórica de Putin. “En Estados Unidos y Europa existe intolerancia, pero también orgullo LGTBI y minorías raciales. ¿Y en Ucrania? Se acusa a su ejército de ser nazi, los batallones Aidar y Azov, pero al mismo tiempo luchan gais y personas transgénero. No puedo decir que sea un país nazi”, afirma con sinceridad Andréi, de 21 años.
El joven recorre la exposición con una amiga y una gorra que pone “Que le jodan a Stepan Bandera” —héroe en parte de Ucrania y colaborador antisoviético de los nazis—. “Ucrania está en la dirección equivocada. Quiere más Europa, más Europa. Y en Europa, perdón por la expresión, todo está jodido”, opina Andréi, también cansado de la guerra. “Espero que todo termine en paz. Que [el presidente ucranio, Volodímir] Zelenski se marche y la gente deje de morir porque lo que está sucediendo ahora es terrible. Ojalá se vaya [Joe] Biden y regrese [Donald] Trump, nos irá mejor”, desea. Aun hastiado de la guerra, afirma que no dudará en ir al frente si es necesario. “Si recibo una citación de la oficina de reclutamiento, iré convencido. No voy a huir, aquí tengo todo; tengo a mi madre, a mis amigos, el recuerdo de mi primer amor”.
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