La epidemia del coronavirus hunde la participación y empaña las municipales en Francia
Hasta un 56% de votantes se queda en casa y está en duda la celebración de la segunda vuelta electoral
Pocas veces unas elecciones democráticas se habían celebrado en una situación de excepcionalidad como la que Francia vive por la crisis del coronavirus. La primera vuelta de las municipales, en plena epidemia, se convirtió el domingo en un experimento político y social único: cómo llamar a más de 40 millones de ciudadanos a las urnas al mismo tiempo que se les recomienda recluirse en sus casas. La participación cayó hasta 20 puntos. Los resultados pueden quedar en entredicho. Y está en duda incluso la celebración de la segunda vuelta, prevista para el 22 de marzo.
Varios dirigentes políticos —socialistas, conservadores, ecologistas— sugirieron, minutos después del cierre de los colegios, el aplazamiento de la segunda vuelta de las municipales. “La segunda vuelta no tendrá lugar teniendo en cuenta la evolución de la epidemia”, vaticinó Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha Reagrupamiento Nacional (RN). “Un día se deberá hacer balance de las decisiones adoptadas por el presidente de la República y sobre todo de las decisiones no tomadas”, añadió en referencia al mantenimiento de la primera vuelta.
El primer ministro, Édouard Philippe, anunció que consultará con los expertos científicos que aconsejan al Gobierno y con los partidos antes de aplazar o mantener la segunda vuelta. La línea oficial es que la decisión no es política sino científica. “Adoptaremos las medidas necesarias en toda transparencia”, aseguró el primer ministro. En el caso de suspensión, las dificultades políticas y legales son considerables.
Las elecciones planteaban a las autoridades y a los votantes un dilema. Podían seguir a rajatabla las medidas aconsejadas contra el virus, que incluye el deber cívico de quedarse en casa salvo caso de necesidad. O cumplir con el deber democrático, y también cívico, y ejercer el derecho de voto para elegir a los alcaldes y concejales de cerca de 35.000 municipios. El presidente Emmanuel Macron, con el apoyo de la oposición, decidió mantenerlas al mismo tiempo que endurecían las medidas para frenar la rápida propagación de la enfermedad.
La incongruencia del mensaje tuvo efectos en el resultado. Un 56% de votantes se quedó en casa y un 44% se movilizó, según las primeras estimaciones. Lo que en otros países entraría en la normalidad establece en Francia un récord de abstención en unas municipales, aunque no en otros comicios como los europeos. En las municipales de 2014, la abstención se elevó al 36%. No es un descalabro absoluto —millones de franceses juzgaron que valía la pena el riesgo de salir de casa para garantizar el buen funcionamiento de la democracia—, pero sí una cifra que revela el carácter anómalo de la jornada.
Los primeros sondeos confirmaron las dificultades anticipadas de los candidatos de La República en marcha (LREM), el partido de Macron. La ciudad simbólica era Le Havre, donde se presenta el primer ministro Philippe. Se impuso con un 43% de votos frente a su contrincante comunista, Jean-Paul Lecoq, con un 34%, según las primeras estimaciones. El resultado es inferior al que obtuvo en la misma ciudad hace seis años y, al no superar el 50%, le obliga a ir a una segunda vuelta.
Los mismos sondeos apuntan a una victoria clara de Louis Aliot, candidato del RN, en Perpiñán, máximo objetivo de la extrema derecha en estos comicios. Alcaldes del mismo partido revalidaron su mandato, sin tener que ir a la segunda vuelta, en las municipios-escaparate de la extrema derecha como Fréjus, Beaucaire o Hénin-Beaumont. Estas elecciones reflejan también el sólido anclaje local de los viejos partidos de centroizquierda y centroderecha, el Partido Socialista (PS) y Los Republicanos (LR). La alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, fue la más votada con un cómodo 30%; la candidata macronista, Agnès Buzyn, quedó en tercera posición, con un 17%.
No es la baja participación lo que dificulta una lectura de alcance nacional de unas elecciones locales. La posibilidad hasta el último minuto de que se desconvocasen y la ralentización de la campaña en los últimos días añaden dudas al significado del voto. Para acabarlo de complicar, reina la incertidumbre sobre la celebración de la segunda vuelta, una hipótesis inverosímil si Francia acaba adoptando medidas de confinamiento obligatorias como Italia o España.
El constitucionalista Jean-Philippe Derosier sostiene que, si se suspende la segunda vuelta, habrá que suspender también la primera, excepto para los candidatos que salgan elegidos alcalde desde la primera. “Si se anula la segunda vuelta, es obligatorio reorganizarlo todo. También la primera vuelta. A menos que se aplazase solo una semana, aunque a priori está no es la cuestión, sino aplazarlo unas semanas, unos meses o incluso un año”, dice Derosier. “Para hacer esto, hay que aplazar todas las elecciones: no se puede conservar la primera vuelta”, añade.
El argumento se basa, primero, en el Código electoral, que prescribe que la segunda vuelta de las elecciones municipales debe celebrarse “el domingo siguiente de la primera vuelta”. Y, segundo, el principio constitucional de “sinceridad del escrutinio”, que prescribe que “no pueden desconectarse las dos vueltas de las elecciones”. Es decir, que obligaría a dar por inválida la jornada de este domingo. Y esto, después de insistir durante varios días, tanto Macron como su primer ministro, Édouard Philippe, que las elecciones debían celebrarse.
La decisión de mantener la cita apenas ocasionó debate hasta la noche del sábado, cuando Philippe anunció el cierre de bares, restaurantes y otros comercios “no indispensables”. Entonces se desataron las críticas. Seis presidentes regionales —del PS y LR, además del nacionalista corso Gilles Simeoni— cuestionaron la decisión. Y desde LREM de Macron replicaron que habían sido estos partidos, especialmente Los Republicanos, los que el jueves presionaron a Macron para mantener la convocatoria.
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