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Columna
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Elecciones presidenciales en Colombia

Fajardo se ubica en el centro del espectro político. Es un candidato que no asusta, ni a la derecha ni a la izquierda

Ariel Ávila

A escasos treinta días de las elecciones legislativas y a poco más de tres meses para la primera vuelta presidencial en Colombia, las encuestas muestran a dos verdaderos outsiders de la política en la cabeza de las preferencias electorales. El exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo, quien lidera tres de las cuatro encuestas realizadas la semana pasada, y el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, quien aparece segundo en tres de las encuestas y puntea en una.

Sorprende este resultado al menos por dos cosas. Por un lado, porque nadie del establishment encabeza las preferencias electorales. El exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien se ha movido hacia la derecha, está tercero, en el mejor de los casos, a cuatro puntos del segundo. Además, el candidato del Partido Liberal y exnegociador de paz, Humberto de La Calle, es cuarto en las encuestas y el candidato de la derecha más dura o extrema derecha, apoyado por el expresidente Álvaro Uribe, está cuarto o quinto en las encuestas.

Por otro lado, sorprende porque los estrategas políticos preveían que la campaña se iba a polarizar entre el sí y el no a la paz. Pues, este es un tema que aún divide a toda Colombia. Así, por ejemplo, el mayor representante del no era el candidato del uribismo, y de hecho, Vargas Lleras, leyó que este espectro político era el más grande del país y se movió hacia allí. Por otro lado, el líder negociador del Gobierno en los acuerdos de paz con las FARC, Humberto de La Calle, pretendió aglutinar el de la paz calculado en cerca de 7 millones de personas. Los fenómenos de Petro y Fajardo son sustancialmente diferentes, coinciden en que ambos son unos verdaderos genios de la política, pero en este análisis me dedicaré a Fajardo y en el próximo analizaré el fenómeno Petro.

He escuchado en cuatro ocasiones en la última semana la siguiente frase: “No vuelvo a votar por esa plaga corrupta”. La última vez me lo dijo un comerciante de una zona popular en Bogotá, al sur de la ciudad. Todo parece indicar que hay un cansancio muy grande de la sociedad colombiana con la clase política. Las decenas de escándalos de corrupción han llevado a un desencanto con la política. Se podría decir que Fajardo es la anticorrupción y la antipolítica tradicional, o dicho de otra forma, ha logrado mostrase o encarnar al país que se cansó del clientelismo y la corrupción. Los dos partidos políticos que lo apoyan, Polo Democrático Alternativo y el Partido Verde, si bien son minoritarios han hecho un excelente trabajo legislativo y ayudan a encarnar ese sentimiento de la crítica a la política clientelista.

Fajardo, además, se ubica en el centro del espectro político. Es un candidato que no asusta, ni a la derecha ni a la izquierda. Es tal vez uno de los candidatos que mejor encarna esa sensación de un país tranquilo, que necesita un presidente que logre sacar a Colombia de las décadas de violencia y avance hacia las discusiones de las democracias modernas. Además, cuando fue alcalde y gobernador demostró una gran capacidad administrativa.

Pero, además, Fajardo es un candidato que no representa la guerra de trincheras de la actual política colombiana: es decir, a aquella gente que se cansó de las noticias falsas, que se cansó de la manipulación política. No se debe olvidar que tanto Vargas Lleras como el uribismo han intentado vender la idea de que todo aquel que no los apoye es de la izquierda radical y un castrochavista. La ciudadanía está cansada de esa manipulación política que borra los fuertes cuestionamientos de corrupción de esos partidos.

También, la campaña de Fajardo, los Verdes y el Polo le habla a eso que se llama los primi-votantes, los jóvenes que van a votar por primera vez y que buscan discursos de renovación y de cambio en la política del país.

Sin embargo, Fajardo no la tiene fácil: debe superar al menos cuatro grandes barreras. Por un lado, debe escoger muy bien su fórmula vicepresidencial, ya que de ello dependerá gran parte de sus posibles alianzas a futuro. Segundo, superar las elecciones legislativas del 11 de marzo: los Verdes y Polo deben como mínimo mantener su actual representación. En tercer lugar, debe hacer algo en la Costa Atlántica, uno de los cinco bloques de votación, y allí le va mal, aunque en los otros bloques regionales puntea. Por último, deberá tomar posición sobre temas críticos, pero manteniendo la posición de centro que lo ha caracterizado.

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