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El madroño tequilero
Columna
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Entre Carrère y Savater

Madrid llegó a Guadalajara como un cántaro de agua fresca de inmenso apoyo para México

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Mariachi Madroño
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Hoy aprendí que la FIL de Guadalajara puede inaugurarse con la presencia de una alcaldesa que no necesita leer en papel lo que quiere decirle al público que le queda enfrente. Manuela Carmena llevaba hiladas las notas de un discurso en su mente para hablarlas mirando directamente a los ojos de los lectores que apuntalan lo que nos reúne aquí cada año: letras habladas entre lectores y autores que abandonan por ratos el silencio de la lectura para hablar en una conversación que nos iguala. La Señá Carmena también contagió esa madrileñísima manera de juntar palabras inventando neologismos entrañables y aprovechó el momento para agradecer las épocas grises en que no pocos libros editados en México se vendían a escondidas en las trastiendas y reboticas de las librerías de una España en dictadura y quizá faltó mencionar que no pocas virtudes del mundo editorial mexicano fueron nutridas por la oleada del exilio que vino de la península para precisamente huir del horror de la guerra y de la persecución política que de ninguna manera se puede comparar con los fantasmones y paranoias que ha apuntalado la actual locura separatista.

Para el asiduo náufrago de todas las FIL resulta curioso que hace años —cuando Cataluña fue invitada de honor— a nadie se le ocurrió fardar las variadas grandezas de las letras o sabores de Barcelona con la megalomanía excluyente e insensata con la que han creado tanto desasosiego los enrevesados líderes de un errático procés que en más de una marcha han sumido a Barcelona y otras ramblas de Cataluña en una cerrazón necia, una ira engreída y un acomplejado aislamiento que contrasta notablemente con la ciudad por la que hoy habló la alcaldesa Manuela Carmena: Madrid rompeolas de todas las Españas, donde ganarán la luz los poetas que celebren la pluralidad de las lenguas y la multiplicación de las palabras o la diversidad de los acentos, la polifacética literatura de todos los colores y no el monotemático reclamo bicolor que se estrella la cabeza inventando muros o fronteras nuevas; a contrapelo, Madrid llegó a Guadalajara como un cántaro de agua fresca de inmenso apoyo para un México que no tiene por qué soportar el constante insulto de las amenazas trumpistas de un inmenso muro para supuestamente aislarse o aislarnos, siendo consustanciales en los versos y músicas donde la eñe cada vez suena más fuerte.

De tolerancia y libertad, de imaginación con rienda suelta y memoria presente fue precisamente el ensueño que envolvió al magnífico discurso de Emmanuel Carrère al recibir el Premio ahora llamado FIL en Letras Romances y que todo lector y escritor sigue llamando Juan Rulfo por encima de rencillas o necedades. Luego de haber sido presentado por un hermoso biombo bio-bibliográfico en seis óleos escritos por Jorge Volpi, Carrère habló como si se hubieran puesto de acuerdo ambos escritores: un discurso memorable sobre el arte de la ficción entrelazada o sustituida por eso que llaman no-ficción, un elogio de los personajes de carne y hueso, las novelas verídicas y los sueños palpables... un discurso en carne viva hablado por un autor que la mayoría sólo conocíamos en tinta y que Volpi había visto entre las neblinas de los fantasmas y los trenes en un andén imaginario. Carrère cerró con un broche que nos dejó pensando o soñando a todos: ¿no será que la generosidad es también una forma de la libertad?

Este primer día no podía terminar sin que se diera la afortunada reunión de Ricardo Cayuela, Carlos Revés, Jorge Volpi y Juan Villoro en un Homenaje a Fernando Savater que será recordado durante mucho tiempo: cuatro voces agradecidas hablaron con el pensamiento en flor y el cariño por sílabas para hacer eco de miles de lectores que son alumnos, deudores que son admiradores y seguidores que son incondicionales de un filósofo maestro de filósofos que se ha jugado la vida por defender ideas que son más que palabras; el hombre que ama a los caballos ha ido a la cárcel por explicar virtudes que merecerían contagiarse y la inmensa generosidad del conocimiento y sus ansias. En cada libro de Savater —sea novela de ficción, obra de teatro o ensayo como quien piensa al andar—subyace como credo el ejemplo y conjugación de la palabra Libertad: salvoconducto personalizable para intentar el reino de lo bueno, lo bello y lo verdadero en este mundo tan embadurnado de fealdad, maldad y mentiras.

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