¿Estudiaste más que tus padres, pero no estás en mejor situación?
En América Latina, los jóvenes tienen más acceso a la educación que la que tuvieron sus padres, pero su baja calidad no contribuye a la movilidad económica
¿Por cuánto tiempo fueron tus padres a la escuela y por cuánto tiempo fuiste tú? ¿Estás estudiando en la universidad? ¿Tus padres pudieron hacerlo? ¿Tu situación económica es mejor que la de ellos? Muchos dicen que las comparaciones son odiosas, pero en estos casos son más que necesarias. Responder a estas preguntas permite analizar cuánto ha avanzado, o no, una generación con relación a la anterior.
El análisis más reciente sobre la pobreza realizado por el Banco Mundial, señala que la movilidad económica intergeneracional mejoró en América Latina y el Caribe, impulsada principalmente por la gran expansión del acceso a la educación.
De acuerdo con este análisis, la región presenta uno de los mejores resultados en términos de movilidad intergeneracional absoluta, es decir, la proporción de individuos con más educación que sus padres. Sin embargo, sigue estando rezagada respecto a otras regiones en desarrollo en cuanto a movilidad relativa: aquellos que nacen en familias de padres con menos educación son mucho más propensos a ser los menos educados de su generación.
Ahora ¿han logrado estos esfuerzos cerrar brechas desde el punto de vista de desigualdad e inclusión? Las comparaciones deben seguirse haciendo, esta vez entre las personas de una misma generación. Aunque se han logrado progresos significativos en acceso a la educación, también es cierto que este sigue siendo un problema para los más pobres, en especial en las áreas rurales y en las minorías.
“A pesar de que la asistencia a la escuela primaria se ha vuelto casi universal en toda la región, sigue habiendo diferencias importantes en la educación temprana, así como en la educación secundaria y terciaria. Entre los niños de 3 años, solo la mitad de los hogares del quintil más pobre asiste a la escuela. Para los niños del quintil de ingreso alto, la proporción es del 90%. También hay una brecha importante en la educación secundaria y terciaria. Mientras que solo el 20% de los adultos pobres de 21 años estudian, los del quintil más rico lo hacen tres veces más”, señala el estudio.
Además del acceso a la educación, la otra gran pregunta es: ¿más años de educación han colaborado en crear individuos más educados? El estudio señala que los hijos de padres menos educados son significativamente más propensos a ser los menos educados en sus propias generaciones.
El acceso a la educación por sí solo no es suficiente. Si no se diseñan y ejecutan acciones para mejorar la calidad de la educación el ciclo de la pobreza intergeneracional continuará, según los autores del estudio.
Señalan que los estudiantes de hogares más pobres también enfrentan disparidades adicionales en la calidad de la educación a la que tienen acceso. Esto contribuye a resultados de aprendizaje más pobres, como se muestra en las pruebas estandarizadas. Por ejemplo, los antecedentes socioeconómicos de un estudiante tienen un impacto mayor en los resultados de los exámenes de los estudiantes en los países de América Latina y el Caribe que en los países de otras regiones.
Justamente, el tema de cómo crear políticas educativas que permitan mejorar la calidad y hacer realidad la promesa de la educación protagoniza el reporte de desarrollo mundial 2017 del Banco Mundial.
No apuntar hacia esta necesidad hace más cuesta arriba la meta de poner fin a la pobreza. Hoy, en el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, es importante poner el tema como una prioridad: una mejor educación, tanto desde el punto de vista de acceso como de calidad, colaboran con el crecimiento del capital humano que necesita la región para alcanzar un crecimiento sostenible que redunde en el bienestar de sus 600 millones de habitantes.
Marjorie Delgado es productora online del Banco Mundial
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