El alemán Schulz, coronado como la última esperanza de la socialdemocracia europea
El expresidente de la Eurocámara es elegido por unanimidad como líder del SPD y candidato a canciller
La martinmanía se apoderó el domingo de Berlín. Martin Schulz ha logrado lo que hace poco parecía imposible: devolver el optimismo a la socialdemocracia alemana. Su figura era omnipresente en cada uno de los rincones del recinto donde el exalcalde de una pequeña ciudad fue coronado como la gran esperanza de su partido para las elecciones de septiembre. En plena crisis del centro-izquierda europeo, cuyo último episodio experimentaron los holandeses hace solo cuatro días, Schulz se eleva y mira ya de tú a tú a la otrora invencible Angela Merkel. “Estamos de vuelta. Es una buena noticia para Alemania, para Europa y para la democracia”, dijo en un ambiente de euforia el recién ungido líder.
Un grito de júbilo inundó la sala al ser anunciado que, con un 100% de los votos válidos, Schulz había sido elegido presidente del Partido Socialdemócrata (SPD). Nunca desde la Segunda Guerra Mundial el líder de esta formación centenaria había logrado la unanimidad. En el congreso de la CDU de diciembre, Merkel no llegó al 90%. El antiguo líder del SPD, Sigmar Gabriel, se tuvo que conformar con un humillante 74%.
Schulz se ha convertido en la excepción europea. Pocos líderes socialdemócratas del continente pueden lograr estos días una sala repleta de caras sonrientes, aplausos desaforados, silbidos y gritos de alegría. El motivo era el congreso extraordinario del SPD diseñado única y exclusivamente para otorgar al expresidente del Parlamento Europeo un doble título: líder del partido y candidato a canciller en las próximas elecciones. Desde un mínimo demoscópico que amenazaba la propia consideración del SPD como partido de masas, las encuestas anticipan ahora a este partido un empate técnico con los democristianos de Merkel.
Observado desde Berlín, el panorama de la socialdemocracia en el resto del continente es desolador. Una buena muestra de ello la dio el líder saliente. En su discurso, Gabriel glosó la posibilidad de que el independiente Emmanuel Macron sea el próximo presidente de Francia, obviando a Benoît Hamon, el candidato oficial del Partido Socialista, teórico aliado del SPD. Pero los problemas de la socialdemocracia van más allá de Francia. Hundidos en la irrelevancia en Grecia o Holanda, inmersos en luchas intestinas en España e Italia, y con posibilidades cercanas a cero de reconquistar el poder en Reino Unido, el hecho de que no sea descabellado pensar en Schulz como próximo canciller alemán supone ya de por sí un revulsivo para una familia política en horas bajas.
“Al enarbolar la bandera de la justicia social, Schulz ha conseguido que los ciudadanos que se sienten abandonados por las élites tengan otra alternativa que los populistas. Ha devuelto a su partido un discurso clásico socialdemócrata”, asegura el politólogo alemán Hajo Funke.
El éxito de Schulz aún debe ser corroborado en las urnas. Pero el cambio de tendencia es innegable, con 13.000 nuevos afiliados. Un hombre que no terminó los estudios secundarios y tuvo serios problemas con el alcohol ha logrado transmitir la idea de que se preocupa por los problemas del ciudadano medio; y ha roto el tabú de criticar los excesos de la Agenda 2010, el programa de reformas impulsado por el último canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder.
Schulz, además, ataca con fiereza a los populistas antiinmigración de Alternativa para Alemania (AfD), a los que el renovado liderazgo socialdemócrata y sus propias luchas intestinas están restando fuerzas. “No son una alternativa, sino una vergüenza para la República Federal”, clamó Schulz.
Con figuras de cartón del líder, merchandising que coloca a Würselen —la ciudad de menos de 40.000 habitantes que gobernó en los noventa— a la altura de Nueva York o Londres, y fotografías del candidato con una bufanda de su equipo, el F. C. de Colonia, que le conferían el aire de un ciudadano cualquiera que los domingos va al fútbol con sus hijos, el acto adquirió tintes de culto a la personalidad. Todo giraba en torno al nuevo líder. Contrastaba con el acto sombrío en el que los socialcristianos bávaros oficializaron su apoyo a Merkel, en un día en el que a la candidata de la familia democristiana le costó esbozar una sonrisa.
Los socialdemócratas no quieren cometer los errores del pasado. Envían a la carrera electoral a alguien que no está manchado por la ingrata tarea de gobernar, y que por lo tanto puede criticar con más libertad a la canciller Merkel y su legado de los últimos 12 años. Y, a diferencia de las dos últimas elecciones, nombran a un hombre fuerte al mismo tiempo como líder del partido y candidato a canciller, renunciando a una bicefalia que nada bueno trajo al SPD en la última década. Para ello, ha tenido que renunciar Gabriel, el hombre que pilotó el partido en los últimos siete años y medio, un récord absoluto desde los tiempos del mítico Willy Brandt.
Pero, ¿puede explicarse un cambio de tendencia tan brutal solo por un nuevo cabeza de cartel? Maren Wollter, recién afiliada al SPD, tenía el domingo su propia respuesta. “Hace tiempo que barajaba la idea de involucrarme más en política. Trump en EE UU o Erdogan en Turquía hicieron que me preocupara por el hundimiento de la democracia. Pero el nombramiento de Schulz fue el factor definitivo que me empujó a entrar en el partido”, asegura en pleno caos del congreso esta sindicalista de Bremen mientras muestras orgullosa el libro rojo que le acredita como militante socialdemócrata.
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