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¿Qué hace un chino de 16 años corriendo siete horas en el Sáhara?

El adolescente Tang Hongqi viaja a un campamento saharaui para participar en su primer maratón

De madrugada y en la penumbra de una gran sala de conferencias decorada con motivos políticos, como casi todo en el Sáhara, los corredores desayunan té, café y galletas antes de la 17ª edición del Sahara Marathon, una prueba solidaria celebrada el pasado 28 de febrero que une los campamentos saharauis de El Aaiún y Smara, en la provincia argelina de Tinduf. En un rincón, a solas, el atleta más joven de la prueba —y de todas las ediciones anteriores— habla a una pequeña cámara con la que va a grabar su carrera. Es el chino Tang Hongqi, tiene 16 años y ha viajado más de 11.000 kilómetros desde la ciudad de Yantái, en el norte de China, hasta el desierto argelino para correr su primer maratón. "Mi madre quería que hiciera el medio maratón porque el completo es un poco peligroso, pero al final la convencí", dice Tang, que ha necesitado una carta de aprobación de sus padres para poder inscribirse.

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Después de cubrir la ruta Shanghái-Moscú-Madrid-Tinduf en apenas dos días, la presencia de Tang no ha pasado inadvertida en Smara, uno de los campamentos que acoge a los refugiados saharauis desde la ocupación del Sáhara Occidental por parte de Marruecos en 1975. Alto y sonriente, los niños se acercan a saludarle y le preguntan por su nombre. En la casa donde duerme, la familia le llama "Niño". "Son gente muy amable y generosa. Les sorprende que sea chino y que venga de tan lejos. Había leído en Internet sobre la historia de los saharauis y las condiciones en las que viven y quería conocerlo", dice Tang, que está encantado con la comida local. Los estofados de camello, el cuscús, las lentejas y alubias son platos habituales en los campos.

Le acompaña Wang Jia, trabajadora de una agencia china de viajes especializada en pruebas de atletismo. "Cuando me enteré que iba a correr este maratón me quedé alucinada, pero tiene una gran pasión y es especial, es más maduro que otros chicos de su edad", dice Jia, que relata el aumento del interés en China por los maratones y por viajar a otros países en busca de aventuras como esta.

Hongqi empezó hace solo un año a correr y ya ha hecho algunos medios maratones, pero las temperaturas de la carrera popular saharaui quintuplican a las que está acostumbrado. Su padre es profesor de autoescuela y su madre es administrativa en una empresa. Estudia chino, inglés, matemáticas y educación física en el instituto y quiere ser biólogo. Ha gastado cerca de 1.500 euros en el viaje. "La gente en mi país no conoce nada de este lugar. Creo que deberían saber cómo es esto", dice Hongqi. En las humildes casas de los campamentos, el salón es la estancia más preciada. Es donde se come y se recibe a las visitas. Las telas, las alfombras, los cojines, la vajilla y las bandejas de plástico también vienen de China. Hasta el té verde que los saharauis toman a todas horas es chino.

"Al principio pensé que tenía mucho valor y luego que quizás no sabía muy bien adónde venía"dice Diego Muñoz, organizador del Sahara Marathon que ha contado este año con 460 corredores de 29 nacionalidades, distribuidos en las pruebas de maratón, medio maratón, 10 y 5 kilómetros. "Los chavales saharauis y las familias están esperando todo el año esta carrera. Pasan unos días entretenidos, los corredores duermen en sus casas y se sienten acompañados por unos días en medio del desierto", añade.

Siete horas

De los 91 atletas que se enfrentan a la distancia de los 42 kilómetros llegarán 77. La ruta transcurre por caminos de piedra suelta y arena y un duro tramo final de colinas. Hace frío al principio, un viento fuerte en la explanada central y calor al final, cuando el sol castiga la hamada argelina, a la que llaman desierto de los desiertos. En algún alto se ve recortado un todoterreno y la figura de un soldado del Frente Polisario.

La prueba termina en Smara. El italiano Giorgio Calcaterra la completa en 3 horas y 10 minutos. La española Elena Frechilla llega a las 3 horas y 51 minutos. El barullo en la zona de meta es considerable, parece que todo el campo está aquí. Pasadas las siete horas desde que empezó la carrera se atisba entre las jaimas la camiseta negra y la figura desgarbada de Hongqi. Cruza la meta entre los aplausos de la organización y es abrazado por un gigante polaco de 74 años que ha participado ya varias veces. "Felicidades, muy bien hecho", le dice.

Hongqi pide agua y busca una sombra. "Ha sido mucho más duro de lo que esperaba. Pensaba que iría más rápido. Hubo un rato que no encontraba avituallamiento y creí que no llegaba". Ha quedado antepenúltimo, pero lo que ha hecho no está al alcance de todos. Preguntado por si lo haría de nuevo responde que sí. "Este es el primero de muchos maratones que voy a correr en mi vida. Ahora sí puedo decir que soy un licenciado en educación física".

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