Washington se prepara para recibir al inquilino menos deseado
Donald Trump se mudará a la Casa Blanca tras asumir el 20 de enero la presidencia de Estados Unidos
El neoyorquino Donald Trump prepara ya las maletas para su traslado, en enero, a Washington, donde vivirá en el 1.600 de Pennsylvania Avenue, dirección de la residencia presidencial más conocida del mundo, la Casa Blanca. Pero Washington no quiere a su nuevo inquilino. Casi el 93% de los residentes en la capital estadounidense votaron el 8 de noviembre por la rival del republicano, la demócrata Hillary Clinton. Aun así, la ciudad también se prepara ya para recibir a su nuevo vecino.
Hacerse una foto ante la Casa Blanca es estos días algo más complicado de lo habitual. Parte de la avenida peatonal frente a la fachada norte de la residencia presidencial ha sido cortada para permitir la construcción de la tribuna desde la que, el 20 de enero, Trump asistirá junto con su familia y la del vicepresidente, Mike Pence, al desfile de su inauguración como el presidente número 45 de Estados Unidos. También en el Capitolio, a menos de tres kilómetros de un trayecto que recorrerá Trump en sus primeros momentos como jefe de Estado de la primera potencia mundial, se oye el martilleo incesante de los obreros que erigen el escenario donde el magnate republicano jurará su cargo y pronunciará su primer discurso como presidente, para después dirigirse hacia la Casa Blanca que ocupará durante los próximos años. De este modo, Washington es fiel a una tradición de la que es testigo presencial desde que Thomas Jefferson, el tercer presidente del país, se convirtió en 1801 en el primero en jurar su cargo en la ciudad que solo un año antes se había convertido, formalmente, en la capital del país.
Pero que Washington cumpla con las tradiciones no quiere decir que sea una ciudad contenta con las celebraciones que se apresta a acoger. El desprecio por el nuevo vecino capitalino se había hecho patente desde en pancartas hasta en varios bares de la ciudad que, antes de las elecciones, crearon cócteles anti-Trump e, incluso, espacios especialmente dedicados a protestar, alcohol mediante, contra el candidato republicano.
El flamante Hotel Trump, a solo unos centenares de metros de la Casa Blanca que ocupará el magnate en menos de dos meses, también fue víctima de grafitis contra el republicano. Las protestas contra el presidente electo fueron una constante en los primeros días tras la votación y prometen seguir siéndolo en el futuro. El día después de las elecciones, empezó a organizarse vía Facebook la Marcha de las Mujeres en Washington, que pretende realizar una demostración de fuerza de mujeres, inmigrantes, personas con discapacidades, gente de diferentes religiones pero especialmente musulmanes y comunidades que se sienten amenazadas con el nuevo gobierno, como la LGTBI. La manifestación ha sido convocada para el 21 de enero, un día después de la jura de Trump, y más de 100.000 personas ya han manifestado su interés en acudir.
Cuando todo pase y Trump ya esté instalado en la Casa Blanca —su esposa, Melania, y el hijo de la pareja, Barron, lo harán al terminar el año escolar— la normalidad debería volver a Lafayette Square, el parque al que asoma la residencia presidencial. La tribuna desaparecerá rápidamente y, en principio, los peatones podrán volver a caminar tranquilos por delante de la casa más conocida del mundo. Entonces también se volverá a trasladar a su frente la pequeña tienda de campaña que simboliza la protesta política más larga de la historia del país, una vigilia pacifista que durante décadas protagonizó una española, Concepción Picciotto, hasta su muerte a comienzos de este año. Voluntarios mantienen la carpa llena de mensajes pacifistas y antinucleares que normalmente se sitúa justo enfrente de la Casa Blanca. Cuando vuelva a su lugar habitual, a partir del 21 de enero, tendrá un cartel más, uno que reza “Love trumps hate”, o el amor triunfa sobre el odio, una frase que juega con el apellido del nuevo inquilino de la residencia presidencial.
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