Donald Trump encuentra en la derecha populista europea a su primer aliado internacional
Ambos intregran un movimiento que ha captado el descontento de las clases medias con las élites
El nuevo presidente de Estados Unidos tendrá, cuando asuma el cargo en enero, un apoyo sólido en la nueva derecha europea. La alianza se visualizó este fin de semana al recibir Donald Trump en el rascacielos que lleva su nombre en Nueva York a Nigel Farage, que impulsó el Brexit, la salida de Reino Unido de la UE. No es el único aliado. En Francia el lepenismo, que históricamente ha cultivado el sentimiento antiamericano, tiende puentes con el trumpismo. Y el entorno mediático de Trump prepara su expansión a Europa.
El presidente electo de EE UU se siente parte de un movimiento transnacional que ha captado el descontento de las clases medias con las élites y el miedo a la inmigración y la pérdida de la identidad nacional. Farage fue una presencia habitual en su campaña, y ahora ha disfrutado del privilegio de ser el primer político extranjero recibido en la fortaleza de Trump en la Quinta Avenida de Manhattan.
“La gran clase política está a sueldo de las multinacionales y los grandes bancos, en detrimento de la gente de la calle”, dijo Farage a EL PAÍS durante la campaña. “Los paralelismos con el Brexit son claros: tienes a Hillary Clinton [rival de Trump en las elecciones del martes] apoyada por los grandes bancos de Wall Street contra la campaña de Trump”.
Otro líder de la nueva derecha europea, el holandés Geert Wilders, asistió en julio a la convención del Partido Republicano en Cleveland (Ohio), que proclamó candidato a Trump. “Creo que lo que está ocurriendo en Estados Unidos hoy es bastante similar a lo que vemos en Europa. Más gente cada día, millones de personas no se sienten representadas por la élite política”, dijo Wilders a EL PAÍS en Cleveland.
En los ochenta, la presidencia de Ronald Reagan coincidió con el gobierno de Margaret Thatcher en Reino Unido: su revolución económica y social transformó las sociedades occidentales. En los noventa, coincidieron líderes reformistas de centroizquierda como Bill Clinton en Washington y Tony Blair en Londres.
En un eco de aquellos momentos de sintonía transatlántica, ahora se configura una especie de internacional trumpista. Trump se inspira en los amigos europeos: un estribillo de sus discursos era que la elección sería un Brexit multiplicado por cinco, es decir, una sorpresa comparable la decisión de los británicos de salir de la UE en el referéndum de junio. Y ellos se inspiran en Trump: su victoria el 8 de noviembre es el triunfo máximo, la irrupción en la sala de mandos del poder mundial.
Es una incógnita qué parte de su discurso mantendrá Trump una vez en la Casa Blanca. Deberá tratar con líderes internacionales que desconfían de él y la retórica contra el establishment será más difícil de mantener, porque él será el establishment (y, de hecho, ya se ha rodeado de lobistas, donantes y políticos de carrera para preparar la transición al poder). Pero incluso antes de trasladarse a la Casa Blanca ya tiene amigos en la otra orilla del Atlántico, y es posible que algunos ganen elecciones y sean ellos sus interlocutores en las capitales.
“Está claro que la victoria de Donald Trump es una piedra adicional en la construcción de un nuevo mundo, destinado a sustituir el viejo”, dijo la líder del Frente Nacional francés, y aspirante a la presidencia de su país, Marine Le Pen, a la BBC. “Obviamente hay que comparar esta victoria con el rechazo de la Constitución europea por el pueblo francés y con el voto del Brexit, pero también con la emergencia de movimientos devotos a la nación, movimientos patrióticos en Europa".
El trumpismo se ha apoyado en medios de comunicación de derechas y en un uso activo de las redes sociales. Breitbart News es su web de cabecera, una publicación que propaga mensajes xenófobos y a veces antisemitas. Su antiguo jefe, Steve Bannon, dirigió la campaña de Trump y es un consejero privilegiado del futuro presidente. Ahora Breitbart, que ya tiene una edición en Reino Unido, contempla abrir ediciones en Francia y Alemania.
Bannon ha mostrado en el pasado su admiración por los Le Pen y estos le corresponden. En un mensaje en la red social Twitter, Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de Marine y diputada del Frente Nacional, escribió: “Respondo sí a la invitación de Stephen Bannon, director de campaña de Trump, a trabajar juntos”.
La constelación nacionalpopulista —la internacional trumpista— no se entiende si un tercer elemento: la Rusia de Vladímir Putin, sospechoso, según los servicios de espionaje de EE UU, de una insólita intervención en la campaña con el robo y difusión de documentos privados de la candidata Clinton.
La afinidad con Putin es un rasgo común entre el Frente Nacional de Le Pen y Trump. Tiene que ver con la desconfianza hacia organizaciones internacionales con la OTAN o la propia UE, y con la hostilidad al internacionalismo liberal que han propugnado las élites europeas y estadounidenses en las últimas décadas.
La victoria de Trump puede interpretarse, como el ascenso de Le Pen o el Brexit, en clave soberanista. El programa de Trump propugna un repliegue, que afecta desde los acuerdos sobre el cambio climático a la protección de los aliados asiáticos o a las obligaciones como socio de la OTAN. El muro con México que el presidente electo proponía en campaña es una metáfora del nuevo soberanismo estadounidense. Como lo son los rasgos identitarios del electorado de Trump, mayoritariamente blanco e inquieto por los cambios demográficos acelerados en EE UU, un país donde ya nacen más niños de minorías que blancos de origen europeo.
La internacional trumpiana comparte enemigo: la canciller alemana Angela Merkel. En campaña, Trump llegó a comparar a Clinton con Merkel para descalificarla, como forma de insulto. Si su política económica ante la Gran Recesión la colocó en el centro de las críticas de la izquierda, su gestión de la llegada de refugiados de Próximo Oriente ha llevado a la derecha a demonizarla.
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