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Los ultraconservadores alemanes dicen que el islam vulnera las leyes

El partido Alternativa para Alemania se acerca al modelo del Frente Nacional francés

Luis Doncel
La líder de Alternativa para Alemania, Frauke Petry, durante su intervención en el congreso del partido en Stuttgart el 1 de mayo.
La líder de Alternativa para Alemania, Frauke Petry, durante su intervención en el congreso del partido en Stuttgart el 1 de mayo.MARIJAN MURAT (EFE)

Sí a la familia tradicional; no a la UE

Los simpatizantes de Alternativa para Alemania (AfD) suelen alabar los valores tradicionales de la antigua CDU, a la que Angela Merkel habría desplazado demasiado al centro. Pero algunas propuestas de este partido van mucho más allá de lo que jamás habrían aceptado respetados democristianos como Helmut Kohl. Defienden por ejemplo o una Alemania fuera del euro o una unión monetaria solo del norte de Europa, sin Francia. El partido sostiene que la UE ha fracasado como alianza política y aboga por la vuelta a la Comunidad Económica Europea.

AfD también defiende una vuelta a los valores tradicionales en los que el modelo de familia es solo el formado por madre, padre e hijos. El partido critica las políticas de género, las cuotas para mujeres y lo que considera "feminismo mal entendido". También arremete contra las políticas medioambientales contra el cambio climático, que considera "propaganda", y quiere volver a la energía nuclear e impulsar el fracking o facturación hidráulica.

Alternativa para Alemania (AfD), el partido que nació en 2013 como respuesta eurófoba a los rescates en la zona euro, confirma su giro a la derecha. El congreso celebrado el fin de semana en Stuttgart sirvió para presentar un programa en el que ataca al islam como una religión “que no pertenece a Alemania”, “no respeta nuestro orden legal e incluso pretende combatirlo” y cuya modernización considera “ni realista ni deseable”. Los líderes de AfD se acercan así a formaciones ultraderechistas europeas como el francés Frente Nacional (FN) o el holandés Partido por la Libertad.

El congreso clausurado el domingo marca el camino con el que AfD aspira a convertirse en una fuerza decisiva. Ya está presente en el Parlamento Europeo y en ocho de los 16 Estados federados; y las elecciones regionales de marzo confirmaron su capacidad para revolucionar el panorama político alemán. Pero la gran prueba llegará el año que viene, cuando en las elecciones federales se compruebe si la excepcionalidad alemana —es prácticamente el único país en la Europa central sin una fuerza ultraconservadora en su Parlamento nacional— llega a su fin. Según las encuestas actuales, que le colocan como tercer partido con un 13% de los votos, no hay ninguna duda de que logrará el objetivo.

“Por supuesto que la crisis de refugiados nos ha ayudado. Hace un año teníamos un apoyo del 3% y ahora superamos el 10%. La gente tiene la impresión de que el resto de partidos sigue la misma política de bienvenida a los solicitantes de asilo; y que solo nosotros la rechazamos. Pero también influye la sensación de que a las élites no les importa lo que opine el pueblo”, asegura a este periódico Alexander Gauland, vicepresidente del partido y una de las voces más destacadas de su sector más conservador. En contra de la que hasta ahora era la doctrina oficial del partido, Gauland y otros dirigentes defienden una colaboración estrecha en el Parlamento Europeo con fuerzas euroescépticas y antiinmigración como el FN.

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AfD es una mezcolanza ideológica en la que conviven conservadores tradicionales con ultraderechistas; ultraliberales con furibundos opositores al tratado de libre comercio entre la UE y EE UU; putinistas defensores de la salida de Alemania de la OTAN con exvotantes de la CDU decepcionados con la política centrista de la canciller Angela Merkel. Y son esta diversidad ideológica y la sensación de guerra constante en la cúpula los problemas que amenazan la consolidación del partido.

La fragilidad del liderazgo en AfD se ejemplifica en Frauke Petry. La copresidenta del partido y su cara más conocida desbancó al antiguo líder y fundador en un congreso celebrado hace un año. Petry ganó entonces la batalla al sector liberal-moderado; pero los más radicales piensan ahora en prescindir de ella y buscar otro cabeza de cartel para 2017.

Mientras tanto, el congreso de Stuttgart arroja un documento muy crítico con el islam, pero que moderó versiones anteriores más agresivas. Declara que la religión de cuatro millones de alemanes no es parte del país y pide la prohibición de minaretes y burkas. Los aplausos a un delegado que arremetía contra la fe de Mahoma contrastaban con los silbidos a otro que pedía diálogo y tolerancia. El acto estuvo marcado por las protestas violentas de manifestantes de izquierdas y por la denuncia contra una web de izquierdas por publicar nombres, apellidos y números de teléfono de los 2.000 delegados asistentes.

AfD utiliza un doble lenguaje en el que algunos dirigentes se encargan de lanzar las proclamas más ultras, y los líderes rebajan más tarde el mensaje. Gero Neugebauer, de la Universidad Libre de Berlín, cree que tiene que ver con el pasado del país. “En Alemania es más difícil que en otros lugares lanzar provocaciones xenófobas, porque siempre aparece el recuerdo del nacionalsocialismo. Por eso, incluso un partido como AfD mantiene un lenguaje más moderado que otros de su entorno”, concluye el politólogo.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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