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El Seis de Octubre de Carme Forcadell

Lluís Bassets

Como todos sabemos, Cataluña tiene de todo. Incluso un mito insurreccional, fraguado sobre la historia de un momento trágico y excepcional, en que tropas armadas a las órdenes del gobierno catalán se enfrentaron breve pero cruentamente con tropas a las órdenes del gobierno de la República Española. Fue en 1934, el 6 de octubre, cuando el presidente Lluís Companys proclamó el Estado Catalán de la República Federal Española desde el balcón de la Generalitat en la plaza de Sant Jaume.

La intentona duró apenas unas diez horas, que arrojaron un terrible balance, solo disminuido por las dimensiones de la carnicería que se avecinaba apenas a dos años vista con la guerra civil. Fueron 74 los muertos y 252 los heridos, entre cuatro y siete millares los detenidos, entre ellos el gobierno catalán en pleno con su presidente a la cabeza, así como el alcalde de Barcelona, numerosos funcionarios, diputados, cargos públicos y dirigentes políticos y sindicales. La autonomía fue intervenida, el Parlamento quedó suspendido, fueron prohibidos los principales periódicos catalanistas, se reinstauró la censura sobre los otros y dos militares se hicieron cargo de la presidencia accidental de la Generalitat y de la comisaría de Orden Público.


La insurrección catalana fue un episodio más y no el más grave de una intentona revolucionaria de mayor alcance contra el Gobierno derechista surgido de las elecciones de 1933, que tuvo en Asturias su capítulo más cruento. Pretendía frenar el fascismo pero dio pie en cambio a una brutal regresión de la democracia y del autogobierno catalán de la que Cataluña apenas se recuperaría durante unos pocos meses, antes de caer en el caos y el desgobierno de la guerra civil.

Sobre las causas y lecciones del Seis de Octubre ha corrido desde entonces mucha tinta, y una parte muy importante precisamente en los últimos años, con motivo del proceso soberanista y de los temores y esperanzas que ha suscitado. "No queremos un nuevo Seis de Octubre", se ha oído decir desde hace ya unos años en el campo nacionalista. Para unos es un error a evitar; pero para otros, en cambio, es la experiencia que conviene corregir y mejorar para que ahora salga bien.

Sobre las diferencias de circunstancias entre 1934 y hoy no hace falta extenderse, porque casi todo es distinto, la época y las sociedades. Esta vez no es el balcón presidencial sino el parlamento donde se produce la proclama o acontecimiento inicial. No hay ahora una proclamación unilateral de la independencia con pretensiones de efectos inmediatos, sino una declaración que anuncia la ruptura o desconexión diferida o a plazos con la legalidad constitucional y la desvinculación de la autoridad del Tribunal Constitucional.

A diferencia de los violentos años 30, todo parece jugarse en los límites de la acción democrática y pacífica, en manifestaciones cívicas, en los medios de comunicación, en la actuación de los gobiernos y los parlamentos o en los recursos a los tribunales. Aunque unos y otros pronuncian palabras graves y duras, más o menos eufemísticas, como desconexión, ruptura, insurgencia o rebelión, nada de momento sitúa la confrontación en el plano del uso de la fuerza. Y lo que menos lo permite es precisamente el contexto europeo, la desaparición de las fronteras y las soberanías compartidas --la disolución precisamente de la idea de independencia nacional-- bien distinto al de la época de los nacionalismos agresivos, la escalada armamentística y los totalitarismos.

Pero también hay semejanzas. La mayor, probablemente la más insidiosa para la democracia y la que más se ha subrayado, es que se trata en ambos casos de una ruptura con la legalidad por parte de una institución surgida de la propia legalidad constitucional. En los dos casos se confía en la acción unilateral para modificar la relación con el resto de España, sin una negociación ni un acuerdo previo. Tal como han señalado algunos historiadores, Lluís Companys no pretendía la separación, sino repetir la jugada de Francesc Macià el 14 de abril de 1931, cuando proclamó la República Catalana dentro de la Federación de Repúblicas Ibéricas, adelantándose así a la proclamación de la República en Madrid por parte de Niceto Alcalá Zamora, para conseguir con ello una negociación posterior, que es la que desembocó en el Estatuto de 1932; nada muy distinto a lo que pretende ahora Artur Mas, que quiere forzar una negociación tirando millas en el camino de la independencia unilateral.

Algunas de las analogías sugieren comportamientos recurrentes. Entonces como ahora, los dos presidentes no eran inicialmente secesionistas; y en ambos casos nada puede entenderse sin la radicalización izquierdista y el abandono de la moderación. También entonces como ahora, todo se juega al final en la correlación de fuerzas y en la capacidad de hacer un buen cálculo de las propias y las ajenas. En 1934, la insurrección no contó con la movilización obrera y callejera y quedaron en nada las milicias armadas que debían apoyar el golpe. En el actual proceso, Artur Mas no ha obtenido la mayoría parlamentaria indestructible que pedía ya en las elecciones de 2012 y tampoco ahora cuando pedía un resultado plebiscitario que los electores le han negado, aunque haya ganado las elecciones con una mayoría insuficiente para gobernar sin el apoyo de la CUP. Su aislamiento internacional es pavoroso, pero además no cuenta con aliados en España; y se ha enajenado a la mitad de la población catalana.

El juego comparativo no ha terminado. También tiene sentido fijarse en las reacciones del Gobierno español. Entonces se respondió a la fuerza militar con la fuerza militar. Ahora las armas son jurídicas y gradualistas; el reproche, justísimo, es la falta de respuesta política. Ante la aprobación en el pleno, ahora responde Rajoy con el anuncio del recurso al Constitucional que produzca la inmediata suspensión de la declaración y de sus efectos.

Con Artur Mas en funciones y a la espera de una improbable investidura, el papel de Companys corresponde ahora a Carme Forcadell, la presidenta del Parlament sobre la que ha recaído la responsabilidad de un trámite tan irregular como precipitado para aprobar la declaración. Pero no será por esta actuación partidista en la interpretación del reglamento del Parlament por lo que se le pedirá responsabilidades, sino por las iniciativas que pueda tomar en el futuro en cumplimiento de la declaración que el Constitucional suspenderá en las próximas horas. Si Forcadell es la primera que actúa contra la legalidad de la que deriva su presidencia será ella y no Mas quien alcanzará una palma del martirio patriótico similar a la que obtuvo Companys el Seis de Octubre de 1934. Seguro que será un honor para ella, pero también que no le importará a Mas, si le sirve para seguir dirigiendo el proceso hasta su culminación.

Comentarios

La política es un gran negocio donde su parte negativa es la de mirar a los pueblos como meros corderos que solo deben pastar la hierba que se les da. Las mafias, en cambio, son mas abiertas, no engañan a nadie, simplemente matan y roban. Los políticos farsantes son peores, no matan, pero roban con disfraz democrático, simplemente son meros hipócritas. Al Capone era italiano y eso nada tiene que ver con Italia. Mas es catalán y eso nada tiene que ver con Cataluña. ¿A qué aspira este insensato, a destruir a Cataluña y hundir a toda España en una gigantesca fosa para convertirla en un montón de pigmeos, esclavos de las grandes potencias? Ya es hora de que se preocupe por los derechos laborales y sociales de educación y sanidad y del bandidaje representado por los paraísos fiscales. ¡Basta ya de tanto bla bla del falso independentismo¡
Leyendo su artículo se me acaba de ocurrir una cosa que tal vez no sea descabellada. Si el 6 de octubre de 1934 tal vez fuera un prolegómeno de la guerra civil; este 9 de noviembre de 1934 va a ser el principio de la recuperación sin complejos incluso para la izquierda del patriotismo español. Hacía años que no oía en labios tan inesperados brotar la palabra España con tanta naturalidad. No estado. No este país. Si no España. Creo que no debe descartarse que el resultado de este desafío sea el fortalecimiento de la idea de nación española. Nada resulta más gratificante ni vigorizante para un sentimiento que una buena victoria y basta con leer el editorial de La Vanguardia para saber quién va a salir victorioso de todo esto. Tendría su gracia ¿verdad?
EL INDEPENDENTISMO CATALÁN BUSCA UNA UTOPÍA. Con la aprobación ayer en el Parlamento de Cataluña de la resolución que define el proceso para la construcción de un Estado catalán en forma de república, independiente y soberano, España puede estar viviendo un momento histórico. Y ello está ocurriendo en un ambiente político que se caracteriza por: Un elevado fraccionamiento del mapa político, desunión interna de las principales fuerzas políticas de ámbito nacional, PSOE y PP, y la existencia de unas elites políticas con miembros con mucha titulación pero mediocres y afectadas por lo que podríamos llamar un profundo infantilismo a la hora de considerar los problemas que afectan a España, lógicamente, salvo alguna excepción como puede ser, sin ser votante del PP, la del presidente Rajoy y pocos más, entre otras cosas debido al relevo generacional que se ha impuesto en los partidos políticos. Fraccionamiento del mapa político, sin repasar números, sin precedentes desde el 78, surgiendo dos nuevos partidos políticos, Ciudadanos y Podemos, denominados emergentes, que quieren gobernar España sin tener estructura para ello y ni siquiera proyecto político. Infantilismo político que lleva a las elites políticas a trivializar con todo, con el asunto de Cataluña, con el desempleo, con la pobreza, con las violaciones de los derechos humanos que se producen en España o con el terrorismo de Estado. Los españoles sin techo, o los que sufren la pobreza, los numerosos niños que crecen en un ambiente de pobreza infantil, no importan a nadie, sino por el contrario a las elites políticas españolas les interesa, les duele, la situación de refugiados exteriores, la mayoría proveniente del países del mundo islámico, desean ayudar a inmigrantes refugiados que traen a España en avión, viaje y acogida que aún no sabemos cuánto costara y quien la pagara, pues sería inadmisible que hubiera dinero para inmigrantes-refugiados mientras hay ciudadanos españoles sin techo que mueren, según datos dados por el ministro Alonso, tirados en calles de ciudades españolas.Pero volvamos al asunto de Cataluña que es lo relevante hoy. El asunto de Cataluña, a mi parecer, se está tratando tanto por los dirigentes políticos nacionalistas como por los del resto de España con una enorme ligereza, sin valorar la gravedad de la situación, su posible evolución y las graves consecuencias que esta podría provocar. Hasta ahora, a la única persona con poder en la sociedad española que he visto superar el infantilismo al que he hecho referencia, ha sido al ex vicepresidente Alfonso Guerra, el cual ha propuesto que el Gobierno actué como en el 34 contra las elites nacionalistas catalanas, y no es que yo lo desee, sino que es bueno decir, reconocer, que ello puede volver a ocurrir, hoy, siendo España miembro de la UE y de la OTAN. Lógicamente, Guerra no ha querido recordar que dos años después comenzó la Guerra Civil, y es que “El uso de la violencia legítima el uso de la violencia” Siempre que se habla del asunto de Cataluña, del proyecto independentista, como simple ciudadano español que soy, sin participación activa en política, pienso lo mismo, lo que pensaron los dirigentes de Checoslovaquia al firmarse los Acuerdos de Múnich: Sin nosotros, acerca de nosotros, contra nosotros. Es decir, las elites dirigentes españolas van a darle una solución al asunto de Cataluña sin considerar para nada a los ciudadanos españoles, que no viven en Cataluña, pero dicha solución sea cual sea afectara al conjunto de la sociedad española. La investidura de Más como presidente de Cataluña, salvo el hecho de la aprobación de resolución de desconexión con el Estado español, está siendo como era de esperar. Con discursos repetitivos y mediocres, más de lo mismo, en una palabra aburrida. El discurso del candidato a presidente, Artur Mas, ha sido un discurso que yo definirá como utópico. Mas sigue creyendo que Cataluña va a constituirse en un Estado sin enfrentarse con él con las elites dirigentes del resto de España. Los españoles saben de sobra que España es una tiranía, en la que la elevada convivencia y complicidad que hay entre las elites dirigentes favorece que se cometan violaciones de los derechos humanos con total impunidad. ¿Y qué? ¿A dónde ir? ¿Qué hacer? El brazo de España es muy largo, y las elites dirigentes españolas y sus vínculos exteriores tienen capacidad para cerrar muchas puertas, España ha impedido la entrada de Kosovo en la UNESCO, votando en contra de países aliados, algo que será muy malo para España, pero la puerta para Kosovo está cerrada. Es evidente que España votaría en el exterior en contra de una Cataluña independiente en todo tipo de decisiones, es decir una Cataluña independiente no podría tener una relación de amistad con el resto de España. Dicho eso, como se suele decir ahora, ha habido dos cosas que me han parecido innovadoras y me han llamado la atención. La camiseta que llevaba la diputada Anna Gabriel de la CUP, la cual ha hecho ayer el discurso de defensa de la resolución rupturista de su partido, y ver al líder del PP, García Albiol portando una bandera de España ante la tribuna del Parlamento. Se suele decir que “El que juega con fuego se acaba quemando”, y el infantilismo que padecen algunos miembros de la elite política española, incluido algunos del nacionalismo catalán, les conduce a jugar con fuego, a lanzar mensajes fascistas, tiránicos, inaceptables, en una democracia. Además, lo hacen de forma sutil, subliminal, creyendo que así no habrá consecuencias. Que no les engañen habrá consecuencias, pero adelante, animo. Algo que me parece insólito, es que en un momento trascendental para Cataluña, el partido de la oposición sea Ciudadanos. Un partido burgués, que tiene como ideología lo que se conoce como el liberalismo político. Que carece de estructura política suficiente, ya no para gobernar España sino simplemente para gobernar Cataluña. Y además que no tiene ningún proyecto ni para Cataluña ni para España, proponiendo de vez en cuanto sus dirigentes alguna idea innovadora, inviable, negativa para la sociedad o simplemente descabellada, como es la suprimir el Concierto Económico del País Vasco. Un partido político, cuya líder en Cataluña, Inés Arrimadas, cree que hacer discursos es ir al Parlamento a dar la lección que el día anterior ha aprendido en casa. Siendo sorprendente que un partido así, con dirigentes que provienen de lo que se conoce como los niños ricos de la sociedad, pueda haber obtenido votos, ganado, en zonas de Cataluña populares, mayoritariamente de trabajadores, y que antes votaban al PSOE, lo que refleja la confusión y el desconocimiento de los partidos políticos que existe entre los ciudadanos a la hora de votar.Con la aprobación por el Parlamento de Cataluña de la resolución rupturista, de desconexión con el Estado español, el asunto de Cataluña parece, solo parece, complicarse. En este ambiente ¿Qué soluciones hay? Sin tener en cuenta mi opinión personal, creo que hay tres posibles caminos. Uno, las elites nacionalistas catalanas se acojonan y renuncian al proyecto independentista. Dos, las elites nacionalistas catalanas elijen lo que se conoce como la vía Kosovo, lo cual supondría duros sacrificios para la sociedad catalana, pero Cataluña acabaría siendo un Estado independiente y soberano. Tercera, esta sería contando con el Gobierno de España, es decir, el Gobierno ofrece a Cataluña un pacto fiscal como el del País Vasco y las elites dirigentes catalanas lo aceptan como un mal menor.
Hola, amigos. Se ha dicho muchas veces pero habrá que repetirlo una vez más: el patriotismo es el último refugio de los bandidos. Y cuando ese patriotismo llega hasta la radicalización secesionista es que los "scoundrels" han llegado al top del descaro. Me imagino que los PUJOL se están frotando las manos de gusto.
Bueno...Yo no tengo tantas certezas...Espero y veremos que da esto de si .... en Enero...
LA chapuza en que ha caído Artur Mas y sus terroristas de salón debe ser castigada de modo EJEMPLAR con todo el peso de la Ley. De lo contrario acabaremos en manos de los terroristas de verdad. Todavía no hemos acabado con ETA, que sigue armada y se ramifica por el Estado vasco, y por eso cualquiera se anima, hasta un mediocre como Mas.
Señor Bassets, en el contexto de los años 30 en España es totalmente inexacto que el desenlace fuera "terrible" a no ser que nos entreguemos a lo politicamente correcto, 74 muertos no era, tristemente una cifra que asombrara en España y en la europa de la epoca, y si de algo se acuso al General Batet fue de ser blando en toda su ejecutoria.Batet esta hoy olvidado y era ni mas ni menos un catalan, quizas el de vida mas elogiable del siglo XX, al cual Compayns no le llegaba ni a la suela de los zapatos

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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