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Lo principal es avanzar

¿Emigrantes? Quizá sería mejor hablar de hombres de negocios móviles. Sus actividades son desde hace mucho tiempo motores del ciclo económico globalizado

El empresario turco-alemán
El empresario turco-alemán

Kemal Şahin estrecha la mano con firmeza y tiene unos modales refinados, casi anticuados. Dice de sí mismo que es un "turco prusiano". Su ascenso de hijo de campesino de Anatolia a jefe de una empresa turco-alemana con un volumen de negocio de más de 1.000 millones de euros anuales se debe a una mezcla especial de diligencia prusiana y talento para la improvisación turco, pero también al conocimiento de los vericuetos de la burocracia alemana. Şahin dice que su éxito se fundamenta en el conocimiento tanto de la cultura turca como la alemana; además, también se siente enriquecido a nivel personal por su existencia a caballo entre dos mundos.

Şahin estudió de joven en Aquisgrán y se hizo ingeniero. Pero después de obtener el título en 1982, no consiguió un permiso de trabajo y estuvo a punto de ser expulsado. Los generales acababan de dar un golpe de Estado en Turquía y Şahin no quería regresar. Se estableció por su cuenta con 5.000 marcos que había ganado trabajando en la minería mientras estudiaba y abrió una tienda de artículos de regalo. Actualmente su holding es una empresa textil que opera a nivel mundial y produce tanto en Turquía como en India, China, Egipto y Jordania. Este empresario de 59 años abastece a casas de moda europeas y es socio de productoras de cine como Walt Disney y Warner Bros. Entre 2004 y 2006 fue presidente de la Cámara de Comercio Turco-Alemana con sede en Estambul.

“Me he ido abriendo paso hacia arriba”, comenta Şahin. Y ahora quiere que otros participen de su experiencia. En 2012 creó junto con empresarios y políticos alemanes la fundación Eğitim (Educación). Su objetivo es fomentar el “desarrollo de competencias entre las culturas”, con prácticas y seminarios para alumnos, profesores y padres. “El 35% de los niños que nacen actualmente en Alemania tienen sus orígenes en la emigración”, recalca el fundador. A la economía alemana “no le quedará más remedio que recurrir a este potencial en el futuro”.

La emigración es el destino del ser humano desde tiempos bíblicos, pero jamás ha habido tanta gente en movimiento como ahora

Pero también son imprescindibles para Turquía las personas con un pasado de emigrantes como Kemal Şahin. Gracias a ellos, Turquía es una nación potente desde un punto de vista económico que ha superado hace ya tiempo el estatus de país emergente. El politólogo Claus Leggewie considera que Turquía es un ejemplo paradigmático de desarrollo logrado gracias a la emigración. El flujo de centenares de miles de emigrantes en dirección a Europa central y septentrional ha generado la aparición de “cohortes con una alta movilidad” que “se mueven entre Turquía y Europa, y en el mercado mundial, sin renunciar por completo a su identidad nacional”. Estos cosmopolitas no solo han enriquecido el ámbito cultural, “sino también las empresas trasnacionales, las relaciones de vecindad y la diplomacia internacional”.

La emigración es el destino del ser humano desde tiempos bíblicos, pero jamás ha habido tanta gente en movimiento como ahora. Según cálculos de la ONU, 250 millones de personas viven fuera de las fronteras de su país de nacimiento, cantidad equivalente a la población de Brasil. El destino de la mayoría de los emigrantes son los países industrializados. Como es bien sabido, en ellos se propaga la tendencia a considerar la emigración como una amenaza para el nivel de vida y los recursos sociales; en el mejor de los casos, los emigrantes pueden contar con reacciones de compasión paternalista que apenas valoran como es debido el potencial que realmente encierran estos nuevos conciudadanos. De hecho, como señalaba en 2011 el semanario económico británico The Economist, los emigrantes tienden a trabajar duro y a ser innovadores. 

Esta publicación cita un estudio de la universidad estadounidense de Duke según el cual los inmigrantes constituyen la octava parte de la población de Estados Unidos, pero han fundado la cuarta parte de las empresas de ingeniería y tecnología. Por tanto pueden ser un factor enormemente beneficioso para la economía y la innovación.

Las instituciones de la economía global abogan desde hace mucho tiempo por que no se perciba la emigración como un problema sino como una oportunidad. Dilip Ratha, director del Departamento de Inmigración del Banco Mundial, declaró a la primera cadena de televisión alemana con ocasión de la reunión de primavera de 2014 que los emigrantes están entre los “inversores más importantes de nuestro tiempo porque son gente que se ha propuesto desarrollar algo”. Según estudios del Banco Mundial, un inmigrante ahorra por término medio el 20% de sus ingresos para invertirlo. De este modo los emigrantes generan cada año más de dos billones de dólares en todo el mundo, un potencial gigantesco que muchos países no han detectado en absoluto.

Según cálculos de la ONU, 250 millones de personas viven fuera de las fronteras de su país de nacimiento, cantidad equivalente a la población de Brasil

Se trata de cosmopolitas dinámicos en el terreno económico como Ilker Yavuz, que se mueve entre distintos mundos con maestría y flexibilidad, aptitudes que la globalización, la emigración y la huida podrían regalar todavía a muchos millones de personas en el futuro. El turco-alemán Yavuz nació en Baviera y, cuando tenía 11 años, su familia regresó a Turquía. Pero cuando se propuso seguir estudiando, se acordó del país donde había nacido. Se fue a Bamberg, en el norte de Baviera, con una beca alemana, estudió economía, trabajó tres años en una gran compañía de seguros y regresó a Turquía donde se enroló en la sucursal que Siemens tiene en Estambul. Volver a Alemania sigue siendo “una opción”, puntualiza, pero tiene una orientación tan internacional que también podría irse a otro país. Lo principal para él es avanzar.

Al igual que muchos otros emigrantes, Yavuz ha encontrado su sitio en el interfaz de culturas: marcado por la vida en Alemania y en Turquía, trabaja para un consorcio alemán en este último país. Esto no solo ha permitido avanzar a Yavuz, sino también a ambos países: para Siemens, los empleados como él, a caballo entre dos culturas, constituyen el equipo perfecto para las sucursales en el exterior. Yavuz representa la siguiente generación de hombres hechos a sí mismos como Kemal Şahin.

Los economistas llegan a una conclusión clara al analizar este tipo de carreras: la emigración merece la pena, al menos cuando es fruto de una decisión voluntaria. Las expulsiones en masa o las oleadas de refugiados como las que se están produciendo en Siria son difíciles de encajar en modelos económicos y tienen efectos secundarios que pueden desembocar incluso en la desestabilización de los países vecinos. Pero la emigración voluntaria, aunque esté espoleada por la pobreza y la necesidad, aporta ventajas al país de acogida, que serán mayores cuanto mejor sea la formación de los inmigrantes. De ahí los esfuerzos de muchos países industrializados como Australia o Canadá por incorporar la mayor cantidad posible de emigrantes cualificados mediante sistemas de puntuación u otros modelos diferentes.

Según estudios del Banco Mundial, un inmigrante ahorra por término medio el 20% de sus ingresos para invertirlo. De este modo los emigrantes generan cada año más de dos billones de dólares en todo el mundo, un potencial gigantesco que muchos países no han detectado en absoluto

A esto hay que añadir el factor social: según un informe de la Comisión Europea, de aquí al año 2020, la población activa de los Estados miembros se reducirá un 3,5% debido al envejecimiento de la sociedad. Como medida para contrarrestar esta tendencia se recomienda la integración de inmigrantes procedentes de fuera de la UE. En estos momentos, la media de edad de los emigrantes que llegan a Alemania es de 28 años, una cifra representativa dentro de la UE. Harán aportaciones a las arcas de la seguridad social durante 40 largos años  y en el futuro financiarán las pensiones de las generaciones con tasas de natalidad altas. La mayoría tiene estudios terminados que ha pagado otro país. Según un estudio de la Fundación Bertelsmann, los ciudadanos extranjeros residentes en Alemania reciben muchas menos ayudas sociales del plan Hartz IV que los alemanes. Según The Economist, en Gran Bretaña ocurre lo mismo. Además, en los Estados industrializados como Alemania la inmigración ni contribuye a una reducción perceptible de los salarios ni a un aumento considerable del paro, como ha comprobado el investigador de la emigración Herbert Brücker de la Universidad de Bamberg. Según cálculos aproximados, el beneficio global que las arcas del Estado alemán obtendrán a largo plazo de los emigrantes será por lo menos de 84.000 millones de euros. El Índice para una Vida Mejor de la OCDE muestra que los países receptores de emigración como Canadá o Australia siempre registran los mejores niveles en materia de salud, bienestar y vivienda.

Es indudable que también hay perdedores: entre ellos están los habitantes de barrios con una situación social difícil como resultado de la llegada de una inmigración enmarcada en la pobreza. Pero, tras sopesar todos los factores, la conclusión es que las actividades económicas de los emigrantes son beneficiosas, sobre todo cuando trabajan por cuenta propia, como constata un estudio de la Fundación Friedrich Ebert (FES) de Berlín, cuyos resultados también son extrapolables a otros países industrializados. “Las empresas de los emigrantes no se mueven en un mundo paralelo y tampoco en la periferia”, recalcan los autores René Leicht y Marc Langhauser del Instituto de Mannheim para la Investigación de las Clases Medias. Estas empresas “tienen actualmente en Alemania por lo menos 2,2 millones de empleados y, por tanto, suponen el 18% de todos los puestos de trabajo en empresas medianas dirigidas por sus propietarios”. Además, contribuyen vez más a la formación de los jóvenes. Como las empresas de emigrantes casi siempre operan a escala internacional y tienen relación con el país de origen del empresario, hacen una aportación esencial a la internacionalización de la clase media.

René Leicht y Marc Langhauser atribuyen a los emigrantes una “mayor disposición a hacerse autónomos” que a los autóctonos. No es de extrañar; una persona que se decide a afrontar una aventura arriesgada como es la emigración demuestra que tiene valor, madera de emprendedor y seguro que más iniciativa y espíritu innovador que su sedentario y temeroso vecino. El estudio de la FES señala que “el número de trabajadores extranjeros por cuenta propia ha aumentado meteóricamente desde principios de la década de 1990 y, con un incremento del 178%, casi se ha triplicado”. Además, hace mucho que sus actividades no se limitan a regentar la verdulería de la esquina: el “predominio de la restauración y el comercio” ha “amainado” según el estudio de la FES. Actualmente una de cada cuatro empresas de emigrantes ofrece “prestaciones de servicios que implican conocimientos especializados” en ámbitos como el sector farmacéutico, la tecnología médica, la fabricación de vehículos o la informática.

Vural Öger, fundador de Öger Tours, el empresario textil Kemal Sahin, el organizador de ferias Ömer Özgüc, el productor de cemento Recep Keskin o el mayorista de productos alimenticios Mustafa Baklan son empresarios modelo de origen turco. Probablemente habría muchos más como ellos si la burocracia pusiera menos obstáculos. El estudio de la FES indica que no existe falta de formación, sino que frecuentemente son las condiciones marco de tipo institucional las que frenan la actividad de los emigrantes (por ejemplo, cuando no se convalidan calificaciones o no consiguen capital). Además, la política de inmigración también se les cruza en el camino. Por eso los autores recomiendan “contemplar las actividades empresariales de los inmigrantes y de sus descendientes bajo una perspectiva enteramente diferente de la que propone la mayor parte del debate público”. En otras palabras, ha llegado el momento de borrar la imagen del jornalero o del emigrante pobre que pide ayuda y de descubrir al empresario o inversor en potencia detrás del recién llegado. El ejemplo de Turquía demuestra que hay que dar tiempo a esta evolución. Han tenido que pasar dos o tres generaciones hasta que se han manifestado realmente los efectos en el país de origen.

La socióloga Laurence Marfaing, que investiga la emigración y el desarrollo socioeconómico en el marco de la globalización en el Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), con sede en Hamburgo, recomienda no hablar en absoluto de emigración sino de movilidad. Ha analizado el caso de África occidental, de donde proceden muchos inmigrantes que han llegado a la UE a través del Mediterráneo. Muchos emigrantes invierten los ahorros que han acumulado en el extranjero de forma selectiva en la agricultura, la enseñanza y la sanidad de sus países de origen y, naturalmente, también en la producción y la prestación de servicios como cuando, por ejemplo, compran automóviles o máquinas de coser para crear con ellos compañías de taxis o talleres textiles.

Las expulsiones en masa o las oleadas de refugiados como las que se están produciendo en Siria son difíciles de encajar en modelos económicos y tienen efectos secundarios que pueden desembocar incluso en la desestabilización de los países vecinos

La emigración tiene larga tradición en África occidental, explica la científica gala. Es un fenómeno consolidado en esas sociedades. Partir forma parte del proceso de hacerse adulto, abandonar el pueblo y probar suerte en la ciudad o, cada vez más, al otro lado del océano. La emigración tiene un valor social más elevado del que se le atribuye en esta Europa con tendencia a la adiposidad sedentaria. Han sido los chinos, cómo no, los que han detectado ese carácter positivo de la movilidad africana. En China, los viajeros africanos pueden obtener un visado de negocios, informa Marfaing. Y si disponen de un negocio concreto, les molestan menos que en Europa con prescripciones y restricciones. Se los considera hombres de negocios móviles que también podrían beneficiar a China.

Esta práctica quizá pueda ser un modelo para una nueva política migratoria -o, mejor dicho, para una nueva política de movilidad– en la UE. Se podría empezar, por ejemplo, con visados de negocios para personas móviles procedentes de África o Asia que trabajen en la mejora de sus condiciones de vida personales y las de sus países; o modelos como la antigua Tarjeta Verde alemana para expertos en informática indios; o contingentes como los que acordó España en su época de auge con Ecuador o Marruecos. Ahora muchos emigrantes latinoamericanos están volviendo a casa y reactivan allí la economía con sus nuevas ideas y el dinero ahorrado. En opinión del investigador de la emigración Thomas Faist, de la Universidad de Bielefeld, hoy en día los emigrantes son agentes del progreso social en sus países de origen, por ejemplo en aspectos como la igualdad de sexos, y también impulsan procesos de democratización.

Los emigrantes crean redes comerciales trasnacionales de carácter informal que pronto engarzan con las existentes, a más tardar cuando tienen que realizar transferencias de dinero a gran escala o encargar contenedores. A partir de ese momento los inmigrantes benefician también a las empresas económicas tradicionales como los bancos o las empresas de transporte. The Economist opina que “la redes de emigrantes son una rara y luminosa chispa que centellea en la economía mundial. Los países ricos deberían darle la bienvenida”.

La emigración es un fenómeno consolidado en las sociedades africanas. Partir forma parte del proceso de hacerse adulto, abandonar el pueblo y probar suerte en la ciudad o, cada vez más, al otro lado del océano

Sin embargo, en lugar de eso, la UE se limita esencialmente al aislamiento y la expulsión de masas de gente que, de todas formas, no podrá contener a medio plazo. Porque, como nos muestra la historia, allí donde existen motivos para emigrar, la gente emigra, y precisamente en África y Asia existen suficientes motivos para emigrar, y no pocos de ellos tienen su origen en la política comercial de los países industrializados. Pero los países ricos se limitan a bombear hacia el sur miles de millones en forma de ayuda al desarrollo. Una ayuda que, concedida de esa forma paternalista, cada vez es menos bienvenida. Como señala Laurence Marfaing, en los países de África occidental existe una gran ambición por desarrollar un modelo de progreso propio en lugar de dejar que les prescriban uno. Y las inversiones de los emigrantes desempeñan un papel central en lo que respecta a esa creciente conciencia de la capacidad propia.

Además, a diferencia de lo que temen muchos habitantes de los países industrializados, los emigrantes que vienen para quedarse son los menos. El Fondo de Población de Naciones Unidas (FPNU) señala que “frecuentemente la emigración es temporal o circular; muchos emigrantes mantienen vínculos con su país de origen. Hacen contribuciones importantes a la prosperidad de los países de acogida pero los flujos de dinero, técnica y capital humano y social hacia sus países de origen también tienen una gran influencia en la reducción de la pobreza y en el desarrollo económico. Las remesas de los emigrantes son una importante fuente de capital para los países en desarrollo”. Si los emigrantes retornan a su antigua patria pertrechados de la experiencia adquirida, la fuga de cerebros sufrida anteriormente por el país puede transformarse en una ganancia de cerebros, en un aumento de experiencia, conocimiento... y dinero.

Según datos del Centro de Investigaciones Pew de Estados Unidos, las transferencias de dinero a su antigua patria por parte de los emigrantes, las denominadas remesas, sumaron un total de 511.000 millones de dólares en todo el mundo en el año 2013. Esta cifra se ha triplicado desde el año 2000. Las remesas son un factor económico mundial desde hace ya mucho tiempo: en algunos países en desarrollo como Nicaragua son la principal fuente de ingresos, más cuantiosa que la ayuda al desarrollo o los beneficios procedentes de la exportación. Actualmente el Banco Mundial y países como Gran Bretaña consideran las remesas como la financiación perfecta del desarrollo porque son los propios afectados los que deciden por sí mismos cómo emplear el dinero, explica el investigador de la emigración Thomas Faist. Él recomienda a la UE permitir de forma selectiva la emigración de corta duración que puede traer consigo una mayor movilidad, pero también un retorno más frecuente.

Unas normas claras pero abiertas también pueden evitar que los emigrantes pongan su destino en manos de “vendedores de muerte” sin escrúpulos, como calificaba recientemente a las bandas de tráfico de inmigrantes la comisaria de la UE Cecilia Malmström. Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estas bandas se embolsan más de 30.000 millones de euros anuales en todo el mundo con el contrabando de seres humanos.

En una ocasión, el francés Fernand Braudel, historiador del Mediterráneo, calificó a la emigración de “inexorabilidad” civilizatoria. Todo el que emigra adquiere flexibilidad y espontaneidad, ventajas enormes en un mundo globalizado. Las empresas que operan a escala internacional se han dado cuenta de las posibilidades que esto encierra. En una encuesta de Hays AG, empresa líder a nivel mundial en la contratación de especialistas, la mayor parte de los empresarios entrevistados aducía el siguiente motivo para contratar extranjeros: “Necesitamos competencia intercultural para nuestros negocios”. La reducción de costes desempeñaba solo un papel secundario.

En muchas empresas los emigrantes tienen fama de ser flexibles, inteligentes, abiertos, resistentes, dispuestos a correr riesgos y diestros en el uso del lenguaje. Y cada vez están mejor cualificados que los trabajadores nacionales. En Alemania, el 29% de los inmigrantes son titulados universitarios, mientras que en la población total este colectivo suma solo el 19%. Por tanto, los emigrantes se pueden considerar una amenaza no tanto para el sistema social o el nivel salarial del mundo rico, sino más bien para su autocomplacencia y su apatía.

Traducción: News Clips.

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