La obligación de preguntar
(El lunes por la tarde presenté en la librería Laie de Barcelona, con la ayuda de mi colega y amigo, el director adjunto y delegado en Madrid de La Vanguardia, Enric Juliana, el libro que acabo de publicar en catalán, titulado Cinco minutos antes de decidir. En mitad del vendaval independentista. A continuación el lector puede leer la traducción al castellano de las notas que leí como presentación).
Preguntar, hacer preguntas, es el elemento central del método periodístico. Lo que más interesa son las preguntas y no las respuestas, menos todavía cuando son definitivas, ni las certezas indiscutibles ni las convicciones inmutables.
Analizar es ante todo saber hacer las preguntas pertinentes, cuestionar los datos que tenemos o que podemos reunir sobre los acontecimientos analizados.
Hay que preguntar para obtener conjeturas o respuestas, provisionales claro. Pero sobre todo para ayudar al lector, al ciudadano, a reflexionar, a debatir con argumentos y a orientarse.
Reflexionar, argumentar y orientarse es lo que hace el periodista justo en el momento en que se pone a escribir. Antes de que puedan sacar provecho sus conciudadanos él mismo es el que saca provecho.
Eso es lo que intento hacer en mis artículos, normalmente dedicados a la escena política internacional, y lo que también he intentado hacer también en este libro, confeccionado en buena parte a partir de mis textos dedicados a Cataluña.
Este es un libro de preguntas y también de reivindicación de las preguntas, las dudas, del derecho a dudar e incluso de la obligación de dudar.
Preguntar no es ofender. Ni dudar es traicionar. Al contrario. Me parece que a veces preguntar y dudar son una obligación ciudadana, cívica, patriótica si queremos poner solemnes, y también una obligación profesional en el caso de ciertos tipos de oficios, como es el de periodista.
Analizar, dudar y preguntarme sobre la política catalana y sobre el proceso independentista exactamente con las mismas herramientas y la misma perspectiva que utilizo para analizar, dudar y preguntar respecto a la actualidad internacional.
Esto es lo que me propuse al empezar a escribir sobre Cataluña en mi blog, en las páginas de Cataluña y muy esporádicamente en los espacios dedicados a temas de internacional de El País.
Y todo esto es lo que ahora he vertido en este libro, tratados, revueltos y reescritos como corresponde a un libro, con los añadidos de textos nuevos, entre otros, dos ensayos adicionales, uno de presentación sobre la actual crisis política y otra de conclusión sobre el futuro del catalanismo.
El conjunto me parece a mí que es una reivindicación del derecho a preguntar, el derecho a la duda, y el derecho al debate abierto y libre, y de que este derecho se ejerza a fondo, sin límites y hasta el último momento, hasta cinco minutos antes decidir, como dice el título del libro.
¿Por qué? Pues por una razón muy sencilla. Porque eso es la democracia. Dar todo por hecho y cerrado, declarar irreversibles los procesos abiertos, definitivas las nuevas posiciones y los estados de opinión súbitamente modificados no es democracia.
Democracia es darnos unos a otros la oportunidad de discutirlo todo, aguas arriba y aguas abajo, en el sentido que nos gusta y en lo que nos desagrada.
Los empujones no son democráticos. La polarización no es democracia. La descalificación sistemática del diálogo, del pacto o de vías intermedias no es democracia. Puede ser útil e incluso muy útil para determinadas posiciones. Pero no es democracia.
No lo son las líneas rojas, los plazos perentorios, las hojas de ruta obligatorias, las posiciones inamovibles.
No es democracia la dialéctica amigo-enemigo, que conocemos bien, para organizar el debate político desde la descalificación de las posiciones que no coinciden con las propias hasta construir un adversario al que oponernos radicalmente.
La política adversativa, que no sabe hacer nada si no es en contra, no es democrática y además es poco útil. Hay que dudar de su moralidad pero también y sobre todo de sus resultados.
Y tras la apología de la duda, que explica el título del libro, déjenme hacer la apología del realismo en política, que explica la conclusión del libro.
Hasta ahora hablábamos de método, método intelectual y método político, de la duda como método democrático. Ahora hablamos del conocimiento, de la capacidad que tienen las preguntas para obtener respuestas interesantes y útiles.
En este punto el libro es transparente. El error clásico del catalanismo apresurado y radicalizado, tal como ha quedado cristalizado en el mito político de los Hechos de Octubre de 1934, no es el error de romper con la legalidad, ni siquiera lo es el de quien lo hace, el presidente de la Generalitat, en aquel caso Lluís Companys, representante ordinario de la República en Cataluña y por tanto el primero que tenía que velar por el respeto de la legalidad.
No, el error es de cálculo, de incapacidad para analizar la correlación de fuerzas, de saber cuáles son las del adversario y calibrar bien las propias, sopesar muy bien los amigos y las alianzas.
Y ahora tengo la impresión de que nos encontramos en una nueva repetición de ese error fundamental, el de incurrir en un irrealismo que nos puede llevar a la frustración e incluso al retroceso respecto a lo que habíamos obtenido hasta ahora, que era mucho y muy poco valorado desde el ataque de irrealismo que ahora mismo nos afecta.
Esto es explícito en el libro y, naturalmente, forma parte de las preguntas y del derecho a formularlas: ¿cuáles son las fuerzas en presencia?; ¿qué sacrificios personales están dispuestos a hacer los ciudadanos que se movilizan?; ¿con qué aliados y amigos se cuenta, en España, en Europa, en el mundo?
Hay que hacer estas preguntas, como hay que preguntarse también si las condiciones geopolíticas y el actual ciclo económico y político internacional son los mejores para obtener los objetivos propuestos.
Este es quizás el aspecto más polémico en un proceso en el que todo el acento se pone en los elementos subjetivos, en las identidades, los sentimientos, los deseos , o lo que es aún más importante, en la suma de las voluntades individuales, y muy poco en las condiciones exteriores, las condiciones objetivas como decíamos los de más edad que estamos aquí cuando éramos más pequeños.
La democracia, el principio democrático, es un elemento básico que hay que defender, naturalmente, pero a la vez debemos decirnos a nosotros mismos muy claramente que no es el único ni es el elemento definitivo.
Las condiciones objetivas, la capacidad para trenzar alianzas, la elección de objetivos adecuados y de estrategias correctas también cuentan, y mucho más en muchas ocasiones, casi siempre. Nunca se ha visto que de la democracia, de la ley del número, salga directamente el cambio político.
Este libro no va contra nadie ni quiere dar soluciones a nada. Su tesis es abierta , aunque es también una apelación al realismo , perfectamente visible desde la primera frase, una cita de Josep Pla, hasta las dos últimas, también dos citas, las tres en el mismo sentido.
La primera es de 'El Quadern Gris' y dice así : “Tenemos una imaginación tan exuberante que a menudo confundimos las moscas con águilas”.
La segunda es la introducción de un libro que llevaba por título ‘La Rectificación. Preocupaciones, exhortaciones y premoniciones sobre Cataluña’, publicado en catalán en 2006, el año del Estatuto, que se presentaba a sí mismo como la expresión del "deseo de un nuevo realismo" y demandaba" una dialéctica más sincera con la realidad ".
El libro lo escribimos seis autores, cada uno su ensayo: Enric Juliana, Albert Branchadell, Josep Maria Fradera, Antoni Puigverd, Ferran Sáez y yo mismo, y juntos firmábamos colectivamente o nos hacíamos responsables de la introducción, aunque la mano es inconfundible y es la de Enric.
La tercera cita, que es exactamente una autocita y por tanto tendrán que perdonarme por la osadía, es la que cierra el libro y cerraba también mi ensayo entonces, y tiene la forma de una demanda que me parece hoy más actual que nunca y es la de un catalanismo que no nos tape los ojos.
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