Joseph Paul Franklin, el hombre que disparó a Larry Flint
El asesino en serie no pudo acabar con la vida del magnate del porno, pero mató a una veintena de personas
Joseph Paul Franklin se consideraba a sí mismo un soldado, un elegido para emprender una cruzada que otorgaría la supremacía a la raza blanca sobre todas las otras. Su racismo extremo, alimentado durante años de odio hacia negros y judíos, le llevó a cometer una serie de asesinatos a finales de la década de los setenta. Capturado en 1980, fue ejecutado el miércoles 20 de noviembre por inyección letal.
Franklin fue condenado por siete asesinatos –una pena de muerte y seis cadenas perpetuas–, pero llegó a confesar hasta 22. El racismo guiaba sus actos. "Sentía que estaba en una guerra. La carrera por la supremacía blanca estaba estancada y creía que si yo empezaba, otros me seguirían", declaró Franklin en una entrevista a la CNN unos días antes de ser ajusticiado.
La mayoría de sus víctimas fueron negros y judíos, pero si había algo que Franklin odiaba eran las parejas interraciales. Le ponía enfermo ver a un hombre negro con una mujer blanca y por eso decidió atentar contra el magnate del porno Larry Flynt en 1978. Franklin vio en Hustler, una de las revistas que editaba Flynt, a una pareja interracial manteniendo relaciones sexuales. "Arrojé la revista y me dije que tenía que matar a ese tío", reconoció el asesino. Franklin se apostó con su rifle de largo alcance a una distancia prudencial y esperó a que Flynt saliese de la corte donde estaba siendo juzgado por escándalo público. Las balas alcanzaron al editor y a su abogado y aunque las heridas no fueron mortales, Flynt quedó paralizado de cintura para abajo y no volvió a andar.
El racismo guiaba sus actos, la mayoría de sus víctimas fueron judíos y negros
Franklin confesó los hechos a mediados de los noventa, cuando llevaba años cumpliendo condena en prisión. Se llegó a poner en duda su versión, pero el fiscal del distrito de Georgia –Estado donde se produjo el tiroteo- y otros investigadores dieron credibilidad a la versión del reo. Franklin no llegó a ser juzgado por este intento de asesinato ya que por entonces varias condenas pesaban sobre él.
Joseph Paul Franklin nació como James Clayton Vaugh. Durante su infancia sufrió maltratos constantes por parte de su madre, que le aislaba del resto de los niños. El Franklin adolescente encontró refugio en grupos de extrema derecha y racistas, como el Ku Klus Klan. Cuando leyó Mein Kampf, de Adolf Hitler, sintió tal fascinación que creyó que tenía que reemprender la lucha por la supremacía aria de los nazis. Empezó cambiándose de nombre: Joseph en honor a Goebbles, el racista ministro de Hitler; y Franklin por Benjamin Franklin, para no dejar dudas sobre su patriotismo americano.
Poco después comenzó su espiral de crímenes. Sus primeros objetivos fueron las sinagogas. Atentó contra varios templos con artefactos explosivos, pero solo ocasionó daños superficiales en los edificios. Optó entonces por el rifle con mira telescópica. Refugiado entre coches, arbustos o en una cabina telefónica, seleccionaba a sus víctimas y las disparaba a distancia. Así mató a Gerald Gordon en1977 cuando salía de una sinagoga en Misuri. Este crimen fue el que le llevó al corredor de la muerte.
A raíz de ver las fotos pornográficas en Hustler, Franklin se dio cuenta que su cruzada era contra las parejas interraciales. No soportaba que un hombre negro pusiese sus manos sobre una mujer blanca. En su mente enfermiza, ambos merecían morir. Asesinó a varias parejas de este tipo, incluso a mujeres que le confesaron que se habían visto con afroamericanos.
Quizá el caso más estremecedor fue el asesinato de dos jóvenes negros de 13 y 14 años en 1980. Franklin confesó después que estaba esperando a que pasase una pareja interracial pero como no apareció ninguna optó por asesinar a los chavales. En sus últimos años, el asesino se arrepintió de sus crímenes y dijo estar curado de su racismo patológico porque en la cárcel coincidió con presos de otras razas y se dio cuenta de que "son como nosotros". El arrepentimiento no le salvó de la pena capital, como tampoco lo hizo la petición de clemencia de su víctima más ilustre, Larry Flynt. El anciano editor solicitó que no fuese ejecutado porque en la cárcel sufriría más. No hubo marcha atrás en Misuri y Franklin fue inoculado letalmente.
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