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51 muertos en una nueva jornada de enfrentamientos en el centro de El Cairo

Choques entre manifestantes a favor del Ejército y partidarios del depuesto presidente Morsi Los Hermanos Musulmanes no consiguen volver a ocupar la plaza Tahrir

La conmemoración del 40 aniversario de la última guerra contra Israel el domingo se tiñó de sangre en Egipto. Mientras varios miles de personas celebraban la efeméride mostrando su apoyo al Ejército en la plaza Tahrir, en sus aledaños, las fuerzas de seguridad se enzarzaron en una sangrienta batalla con los partidarios del presidente depuesto Mohamed Morsi, que intentaron infructuosamente entrar en la mítica plaza. Según la agencia oficial Mena, la jornada de protestas, la más violenta de las últimas semanas, se ha saldado con 51 muertos y centenares de heridos en todo el país.

 Miles de personas agrupadas en varias manifestaciones convocadas por la coalición anti-golpe se acercaron a la plaza Tahrir desde diferentes puntos a primera hora de la tarde. Las fuerzas de seguridad respondieron de forma contundente, lanzando gases lacrimógenos y ráfagas de disparos al aire para dispersar la multitud. Se inició entonces una durísima batalla que se prolongó durante varias horas, y a la que se sumaron civiles contrarios a los Hermanos Musulmanes, armados con palos y cuchillos.

Las escenas más violentas tuvieron lugar en los barrios de Ramsés y Dokki, donde perecieron la mayoría de las víctimas. A los gases lacrimógenos y disparos, los manifestantes respondían lanzando piedras, botellas de cristal y cohetes de fuegos artificiales. Entre los antidisturbios, se podía ver a varias personas no uniformadas sosteniendo armas automáticas, sin estar claro si eran civiles o agentes de paisano.

Entre unos y otros, en tierra de nadie, se elevaban negras columnas de humo de las fogatas encendidas por los activistas para impedir la visibilidad de sus adversarios, y dispersar el olor de los gases. De fondo, se a ratos se escuchaban melodías patrióticas. Decenas de manifestantes, la mayoría ensangrentados, fueron arrestados y conducidos a furgones policiales entre una lluvia de golpes tanto por parte de los agentes como de la turba de jóvenes detractores de la cofradía.

“No es cierto que todos nosotros seamos de los Hermanos Musulmanes. Por ejemplo, yo no lo soy. Simplemente, estoy en contra de la intervención del Ejército en la política. Los militares ya gobernaron el país durante 60 años y demostraron su incompetencia. Es la hora de la democracia”, explicaba Shafiq, un hombre de mediana edad que se dedica al sector del turismo. “Tras el golpe de Estado, los turistas se han marchado. No hay trabajo. Es un desastre”.

Las movilizaciones de ayer fueron la primera verdadera demostración de fuerza de la coalición anti-golpe, liderada por los Hermanos Musulmanes, desde la represión que siguió al brutal desalojo del campamento islamista de Rabá al-Audawiya a mediados de agosto, y que conllevó también la imposición del estado de emergencia y un estricto toque de queda. En los últimos tres meses, se calcula que han muerto ya más de 1.000 personas en disturbios callejeros.

Desde el derrocamiento de Mohamed Morsi el pasado 3 de julio, las nuevas autoridades se han negado a ceder a la oposición islamista la mística revolucionaria de Tahrir. Los uniformados han controlado con celo el acceso al centro de El Cairo, e incluso se encuentra cerrada la parada de Metro situada debajo de Tahrir. Sin embargo, la prohibición de concentrarse allí no se aplica al otro bando de una sociedad profundamente polarizada.

Después de formar largas colas y pasar por debajo de un detector de metales, varios miles de personas celebraron ayer en Tahrir el 40 aniversario de la guerra contra Israel, y expresaron su apoyo a las Fuerzas Armadas. Un mar de banderas egipcias, punteada por carteles del general Abdelfattá al Sissi, ministro de Defensa y verdadero hombre fuerte del nuevo régimen, se agitaba con entusiasmo cada vez que un escuadrón de cazabombarderos o de helicópteros sobrevelaba la plaza.

Por otro lado, ayer fueron puestos en libertad dos periodistas canadienses que arrestados a mediados de agosto en las inmediaciones de una manifestación islamista. Hace tres días, los dos documentalistas pusieron fin a una huelga de hambre de más de dos semanas tras haber conseguido mejorar las condiciones de su detención.

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