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El talento llega con alfombra roja

La creciente consciencia del declive demográfico cambia la actitud del país hacia la inmigración Las autoridades fomentan la adquisición de la ciudadanía

Andrea Rizzi (Enviado Especial)
Graduación de una escuela de negocios en Hamburgo.
Graduación de una escuela de negocios en Hamburgo.F. BIMMER (REUTERS)

Cómodamente sentados en las butacas de un bello y moderno edificio del centro de Hamburgo, un puñado de inmigrantes esperaba ayer su turno para ser atendidos en los tramites de extranjería. En estas oficinas no hay colas a las seis de la mañana y ni siquiera hace falta coger número. El funcionario sale a la sala de espera a recoger al extranjero —inmigrantes cualificados— y lo conduce al despacho donde atenderá sus peticiones. Es el Welcome Center de la pujante ciudad hanseática. Todo un símbolo de la creciente voluntad alemana de atraer el talento extranjero.

Christian Steimker, vicedirector del Welcome Center, explica que el centro fue creado como un “departamento administrativo especial para inmigrantes cualificados, con alto potencial, como investigadores, científicos o artistas”. Es decir, una suerte de alfombra roja extendida para los extranjeros susceptibles de aportar alto valor añadido. Su sede se halla en el edificio de la local Cámara de Comercio, y al lado del Gobierno de Hamburgo, que es el land germano con la mayor tasa de habitantes extranjeros o hijos de extranjeros: un 27,5% de la población, según el último censo nacional publicado en mayo.

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El Welcome Center de Hamburgo es una de las avanzadillas de la ofensiva que libran autoridades alemanas de distintos niveles para paliar el sostenido declive demográfico del país. La sociedad alemana está progresivamente concienciándose del problema. Una encuesta llevada a cabo por el Centro para la Investigación Social de Berlín entre un grupo de 354 directivos de los sectores económico, político, mediático, religioso y legal indica que, para esos líderes, ese declive es el principal desafío para el futuro de Alemania.

Los inmigrantes cualificados son naturalmente un objetivo que pone a todos de acuerdo, políticos, patronales, ciudadanía. El año pasado Alemania recibió un millón de inmigrantes, la cifra más alta en dos décadas, y un total que es prácticamente igual al de EE UU. Francia recibió unos 130.000. Ese millón de personas tienen un nivel medio de formación superior a la del ciudadano medio alemán, según un estudio de la Fundación Bertelsmann.

La crisis de otros países europeos permite a Alemania pescar entre jóvenes talentos 

La crisis de otros países europeos no solo permite a Alemania pagar menos intereses para su deuda, sino también pescar entre jóvenes talentos que en sus tierras no saben qué hacer. El Gobierno federal, por ejemplo, ha rebajado de 46.000 a 36.000 euros el nivel salarial a partir del cual concede la blue card (un permiso europeo de residencia y trabajo, a semejanza de la green card estadounidense) a los trabajadores de sectores que considera estratégicos.

Pero el giro político es más amplio, y también se dirige a amarrar más en la sociedad alemana a inmigrantes que ya viven en ella.

En Altona, un barrio popular de Hamburgo, ayer por la tarde mantuvieron su reunión semanal los apóstoles del programa de nacionalización de la ciudad hanseática. Muchos inmigrantes que ya cuentan con las condiciones para obtener la ciudadanía alemana no la piden, entre otras cosas porque la legislación federal exige que abandonen su anterior nacionalidad. Las autoridades de Hamburgo han lanzado una ofensiva para convencer al mayor número posible de inmigrantes a pedir la nacionalidad. Para ello —conscientes de la desconfianza de muchos inmigrantes hacia las autoridades administrativas— han constituido un equipo de apóstoles con acceso en las comunidades de extranjeros.

Tülin Akkoc, de 33 años y origen turco, es la líder del proyecto. “Creo que estamos ante el inicio de un cambio. Los políticos han entendido que, por cuestiones demográficas, no hay alternativa: Alemania tiene que ser un país de inmigración. Por otra parte, los partidos no pueden descuidar una bolsa de votos cada vez más importante”, dice.

Otra media docena de participantes en el proyecto —que asistieron a la reunión de ayer y cubren la comunidad latinoamericana, africana, magrebí y persa— coinciden en que se vislumbra, aunque tímido, algún cambio en la actitud de la sociedad y de las autoridades alemanas.

Harald Winkels, directivo de la asociación de turcos en Hamburgo, es más contundente: “Ha habido un gran cambio. Antes, el objetivo era rebotar; ahora quieren que se nacionalicen”. En efecto, las cifras federales indican que el año pasado obtuvieron la ciudadanía 112.000 personas, un 5% más que el año anterior, y 10% que en 2010.

Ralph Bornhöft, jefe de gabinete del ministerio de Interior de Hamburgo, señala que en Hamburgo el 49% de los menores de 18 años son extranjeros o hijos de extranjeros. Los políticos no tienen más remedio que tenerlos en cuenta. En cuanto a la sociedad, Bornhöft cree que tiene un “creciente entendimiento de que Alemania necesita inmigrantes”. “Pero”, añade, “quieren los buenos”.

La política polariza entre inmigrantes cualificados o arraigados, por un lado; e inmigrantes de pobreza, por el otro

Un reciente reportaje del semanario Der Spiegel retrataba el triste viaje de regreso de un inmigrante búlgaro que no tuvo éxito en Hamburgo y al que la ciudad pagó el billete de vuelta. El episodio esboza las líneas de una política que se polariza entre inmigrantes muy cualificados o arraigados, por un lado; e inmigrantes de pobreza, por el otro.

En el barrio de Altona, en las calles adyacentes al exhospital donde se reúne el equipo para las nacionalizaciones, hubo en el pasado mes de julio tres noches de disturbios protagonizados por chavales inmigrantes. Hubo enfrentamientos con la policía y algún detenido, y los disturbios causaron preocupación en la ciudad. Finalmente, la cosa no fue a más, y el diálogo entre autoridades y los líderes de las comunidades calmó la situación.

Pese a la barrera constituida por el idioma, Alemania tiene un historial menos graves de conflictos étnicos que Francia, Reino Unido o incluso, dados los recientes disturbios, Suecia.

“Eso es así si se mira por el lado de los inmigrantes. Si se mira por el lado de los autóctonos, desgraciadamente hay un largo historial de agresiones de corte extremista contra los extranjeros”, reflexiona Ruud Koopmans, director del departamento de Investigación de Migración e Integración del Centro de Investigaciones Sociales de Berlín.

“Por lo general, creo que la integración en Alemania es más exitosa de lo que se suele creer”, prosigue. “Por ejemplo, la diferencia en las tasas de paro de locales e inmigrantes es inferior a las que se registran en Francia, Holanda o Suecia. Y la segregación residencial también es menos acentuada que en otros países europeos. Naturalmente hay grandes fallos, como en el aspecto de la integración política. Pero a nivel socioeconómico no va tan mal”.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi (Enviado Especial)
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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