El primer ministro de Luxemburgo dimite por un caso de espionaje
Jean-Claude Juncker era el primer ministro europeo que llevaba más tiempo en el cargo Habrá elecciones anticipadas en tres meses
El mandatario más veterano de Europa ha dejado de serlo. Un escándalo de espionaje ha apartado esta noche de su cargo a Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo durante 18 años. Juncker ha presentado su dimisión ante el Parlamento después de que este le retirara la confianza por las irregularidades que cometieron durante años los servicios secretos del país, con escuchas que afectaron al propio Juncker y al jefe del Estado, el gran duque Enrique. La presión ha podido con Juncker, que a primera hora de la tarde había asegurado a los diputados que no pensaba dimitir.
La tarde había arrancado con la ironía que caracteriza al líder luxemburgués. “Si sudo no es porque tenga miedo, sino porque hace calor”, les espetó a los diputados ante las críticas vertidas por su actuación al frente del servicio secreto. La legislación del país, que sitúa al primer ministro como máximo responsable de la inteligencia, ha jugado una mala pasada a Juncker, al mismo tiempo víctima de las escuchas y responsable de no haberlas atajado a tiempo.
Juncker presidió hasta el pasado enero, y durante ocho años, el Eurogrupo
Tras siete horas de debate, y pese a haberlo negado anteriormente, ha llegado la renuncia : "He convocado al Gobierno mañana a las diez y presentaré la dimisión del Gobierno al gran duque”. Las elecciones, en principio previstas para mayo de 2014, serán dentro de tres meses. “Constato que una mayoría de la Cámara quiere elecciones anticipadas”, ha admitido el líder del país europeo con mayor renta per cápita.
Además de llevar un tiempo récord al mando de un país comunitario –aproximadamente un tercio de sus 58 años-, Juncker es bien conocido en la Unión Europea por haber presidido hasta el pasado enero, y durante ocho años, el Eurogrupo, la reunión de ministros de Economía de la zona euro, un órgano crucial desde que comenzó la crisis económica y especialmente tras los rescates a los países en dificultades. La dimisión de esta noche ensombrece el horizonte político de Juncker, aunque no ha aclarado si seguirá concurriendo a las elecciones, como pretendía antes del escándalo, o pasará el testigo a otro miembro de su partido, el centroderechista CSV.
El Parlamento luxemburgués había examinado durante toda la tarde un informe sobre varias acusaciones que pesan sobre los servicios de inteligencia, de nombre SREL: escuchas ilegales a políticos, malversación (por ejemplo, en la compra de vehículos para uso privado) y sospechas de que aceptó pagos a cambio de facilitar el acceso a determinados cargos públicos, entre otras acusaciones.
Los detractores de Juncker lo acusan de haber dejado algo desatendido su país para dedicarse de lleno a Europa
Todos los miembros de la comisión de investigación, salvo los del partido de Juncker, habían votado a favor del texto, que subrayaba las irregularidades y responsabilizaba al mandatario de no haber informado sobre ellas. La situación de Juncker se ha vuelto especialmente delicada al saberse que también los socialistas, socios en el Gobierno, habían respaldado el informe.
El escándalo del espionaje ha levantado una gran polvareda política al conocerse que las escuchas afectaron al corazón del Estado. El anterior jefe del espionaje luxemburgués, Marco Mille, grabó un encuentro que mantuvo con Juncker en su despacho, así como una conversación entre el mandatario luxemburgués y el jefe del Estado, el gran duque Enrique. El Parlamento abrió una investigación a finales de año que ha concluido hoy con la dimisión de Juncker.
El informe sostiene que el dirigente luxemburgués, como máximo responsable del servicio de inteligencia, “ha evitado informar a la comisión de control parlamentario, incluso a la fiscalía, sobre las irregularidades, aberraciones e ilegalidades de las operaciones realizadas por el servicio”.
“No puedo reconocer ninguna responsabilidad personal de naturaleza subjetiva”, ha replicado Juncker ante la cámara, horas antes de dimitir, a pesar de admitir algunos fallos: “No digo que no haya cometido errores”. El primer ministro ha asegurado que no había detectado ilegalidades que le permitiesen dirigirse a la justicia y ha argumentado que no podía ser responsable de los errores cometidos por funcionarios sobre los que no tenía control directo.
Más allá de parar el golpe, el veterano político ha devuelto la acusación al Parlamento por la falta de control sobre los servicios secretos. “ [La Comisión parlamentaria] habría podido controlar también sin intermediarios. Y no lo ha hecho”, ha contraatacado. Pero la presión de la Cámara ha conseguido lo que no han hecho las urnas durante 18 años: quitar a Juncker las riendas de su país.
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