Odilo Scherer, conservador firme pero de formas suaves
Más gestor que pastor, es íntegro en su conducta, pero con poco carisma Scherer cuenta más con el apoyo de la Curia que de la Iglesia brasileña
Odilo Scherer, de 63 años, cardenal arzobispo de São Paulo, junto con el cardenal de Milán, Angelo Scola, es uno de los que entran en el cónclave con mayores consensos para convertirse en el sucesor de Benedicto XVI.
Podría parecer una paradoja, que la primera vez que Brasil llega a un cónclave con un papable de peso, se trate del candidato de la Curia Romana y de los cardenales más conservadores. Ha sido apellidado un “conservador con suavidad”.
A favor de Scherer, nacido en la localidad del significativo nombre de Alto Feliz en el estado de Rio Grande do Sul, de familia de emigrantes alemanes, pesa su edad, ya que los cardenales van en busca de un candidato no demasiado anciano, así como le ayuda el ser arzobispo de la mayor diócesis de América Latina y la que cuenta con mayor número de católicos del mundo.
No sería, sin embargo, el candidato escogido por la Iglesia brasileña, tanto la jerárquica como la de las comunidades de base, afirma la prensa brasileña.
Es un cardenal, que posee, como todos los brasileños, una especial sensibilidad para los problemas sociales, pero claramente conservador en materia dogmática. A los grandes retos que estos días se le plantean al nuevo papa, Scherer, ha cerrado siempre la puerta.
“La devoción a la Eucaristía, la Misa dominical y si se puede la misa diaria, hacen parte de la recuperación del espíritu cristiano y católico en nuetras comunidades”, ha afirmado.
Sobre el uso de los preservativos dice: “Quien piense que la Iglesia ha cambiado en este aspecto, miente. La Iglesia es contraria a la bana-lización de la sexualidad”.
Tampoco admite el uso de embriones. Recordando a Galileo Galilei que exclamó: “Y sin embargo se mueve”, refiriéndose a la Tierra, hoy, según él, habría dicho: “Y sin embargo ellos viven”, confirmando la condena de la Iglesia a su uso.
Ni siquiera con un tema como el de la abolición del celibato obligatorio, muy vivo en Brasil, Scherer es condescendiente. “Lejos de ser una norma simplemente disciplinar, el celibato hace parte de la llamada a servir a la Iglesia y a la humanidad en la persona de Cristo”, sostiene.
Se ha mostrado crítico de la decisión del Supremo al permitir el aborto en los casos de fetos sin cerebro. Llegó a decir: “Vamos a ver ahora quienes serán los próximos a los que el Supremo les niega el derecho a vivir”.
Tampoco está a favor del matrimonio de los gais. Para él, dicha unión “es contraria a la naturaleza y, objetivamente, contrario a la ley de Dios, y por tanto la Iglesia nunca podrá aprobarlo”.
En relación a la teología de la Liberación que llegó a ser tan viva en Brasil y en toda Latinoamerica, Scherer ha sido muy sutil. Después de afirmar que “ha dejado de ser un problema serio”, ha explicado que fracasó por la carga de marxismo que llevaba dentro, mientras que la denuncia de las injusticias sociales, perteneció siempre al mensaje cristiano y por tanto es patrimonio de la teología tradicional.
Un cardenal afable, íntegro en su conducta, firme en sus decisiones, pero con poco carisma. Más gestor que pastor.
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