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El país de nuestra infancia

"Dulce Francia, el país de nuestra infancia”, reza la vieja canción. Lo fue para la generación que todavía aprendió francés en el bachillerato y se identificó con el mayo del 68, cuando París aun mantenía el tipo en la competencia por la capitalidad del arte y del pensamiento. En aquella época idealizada, el mundo parecía jugarse el futuro en la elección presidencial francesa y los propios franceses se sabían observados como portadores de los enigmas internacionales y de sus claves. La entera construcción de la V República imaginada por De Gaulle echaba sus fundamentos en la proyección mundial de Francia como potencia con vocación diferenciada respecto a los dos imperios, el soviético y el americano, que se dividían y competían por la hegemonía mundial.

Desde el espejismo de 1981, las elecciones presidenciales francesas ya no son lo que eran. Ningún otro presidente ha sabido encarnar y proyectar en el mundo con tanta prestancia y gravedad la figura de la primera magistratura francesa. El simpático Chirac se convirtió en el rey holgazán, ocupado en evitar que nada perturbara la siesta de sus compatriotas. El agitado Sarkozy consiguió que le dieran la vez precisamente por sus molinetes y aleteos en el vacío. Marianne, mientras tanto, ha ido perdiendo peso y atractivo, en Europa y en el mundo, hasta alcanzar la metamorfosis de Merkozy, en la que Alemania manda y Francia protagoniza la ficción de su liderazgo europeo perdido.

Hoy los franceses deciden de nuevo en las urnas entre dos candidatos tan ensimismados como para olvidar el papel que Francia jugó, y sobre todo, el que quiere jugar en el futuro. Y, enorme paradoja, muchos europeos, acostumbrados a envidiar a los estadounidenses cuando votan al presidente que dirige los destinos del mundo, esta vez nos miramos en el espejo francés como antaño y quisiéramos también aportar nuestro sufragio a una de las dos políticas que se nos ofrecen ante la Gran Recesión: la adhesión incondicional al rigor protestante de Angela Merkel que defiende Sarkozy o las dosis de crecimiento y de estímulo de François Hollande que convienen incluso a Mariano Rajoy o Mario Monti. Por un momento, aunque por razones bien distintas, regresamos al país de nuestra infancia.

Comentarios

Sarkozy, al revés que lo normal, quita la venda después de la herida, en el bien entendido de que la herida es suya. Quiere poner a España como ejemplo de lo que les espera a los franceses con la llegada de Hollande, pero en realidad lo que está haciendo es cargar ya en el futuro presidente las culpas de su propia gestión. Rajoy no deja de tirar de herencia para justificar su austeridad compulsiva y que nos llevará al pudridero directamente sin pasar por la tumba; Sarkozy no deja de tirar de heredero para culparle de que no sacará provecho del escuálido legado que él mismo le deja. En fin, que Francia puede volver a ser ese país de la infancia, un espejo en el que mirarse quienes desean mejorar su imagen. Y de todos modos, si con Hollande todo se vuelve del revés a como es ahora la tendencia, si empiezan a hacer caso a Krugman que imperativo empieza a solicitar que acaben con la crisis, si la llegada del socialdemócrata francés era el estímulo que faltaba, me pregunto: ¿en qué pensaban Merkel y compañía para invertir el rumbo a ninguna parte que habían marcado? ¿Estamos en crisis porque nos hemos equivocado o porque queremos? Empiezo a pensar que la crisis es un negocio más, un negocio tan doloroso como la guerra pero que cuenta con sus adeptos, en especial de aquellos que sacan tajada abundante. Hollande puede perder, pero 'manque pierda', como dice el corresponsal de Bruselas de Cinco Días, Bernardo de Miguel, ya ha ganado.
Hace años, un amigo francés me decía que para él, la Unión Europea debía limitarse a los países que comen el pan en barras o "baguettes" y cerrar las fronteras a los paises que consumen pan de molde, "pumpernickels", pan negro y otras variedades sajonas y germánicas. Hoy en día, si bien la influencia política de Francia en el mundo está de capa caída, el pan francés, en cambio, ha conquistado Europa. ¡Hasta los alemanes comen "baguettes"!
Es hoy un día importante para los franceses. Y para los españoles. Casi diría que es más importante para los españoles quién gobierna en el Elíseo que quién gobierna en La Moncloa. Es más importante el 6-M que el 20-N. Y esa insignificancia, de Rajoy y Zapatero, nos la hemos ganado a pulso con nuestra falta de criterio y de personalidad, con nuestras miserias de andar por casa, de hablar y contar dentro que se hace lo que se hace porque nos lo dicen de fuera, por más que luego intentan jugar la baza de la soberanía en sede europea y plantar los pies sobre la mesa, para a continuación ser retirados de un manotazo por la autoridad supranacional. Eso le pasó a Rajoy (que suele hablar en Europa en términos de soberanía sin convicción y en España se esmera en aparecer como fiel mandado de Europa sin remisión), un Rajoy que podía haber sido nuestro Hollande y que se quedó en un miniyo de su predecesor, él que tanto habla de herencia, esa es la que recibió y agrandó empequeñeciéndose aún más.
La pérdida de la derecha Sarkoziana en Francia arrojará varias cuestiones para largo tiempo discutir y repercutir, no solo a nivel europeo, sino también a nivel de la política mundial y de la OTAN en particular. A nivel nacional, Sarkozy en su “intento infructuoso” para continuar otra legislatura más en los Elíseos, se declaró más de derecha que la extrema derecha de Le Pen con toda su manifiesto racismo contra los musulmanes de origen magrebí y contra los francés de color de origen africano, antiguos colonizados por Francia. Las más de cuatrocientas encuestas no predicen su reelección y a pesar de su intento de escapada hacia delante sin vacilar de hacerse la víctima cuando dijo “no me veo en una batalla electoralista sino un candidato contra nueve”. Sarkozy fue ingrato y egoísta por lo menos en su trato con la persona que le ayudó y de quien aprendió el juego político, el ex presidente Jaques Chirac, y fue oportunista al difamar el ministro de exterior de entonces, Dominique De Villepin, todo ello para alcanzar la presidencia. Para el ciudadano de a pie tampoco se confirmó que Sarkozy haya cumplido con sus promesas, en materia económica, social y laboral. Su alerta a los franceses si llegasen a elegir a su rival, Hollande, Francia será la otra España de los socialista. Hasta tanto llegan los principios del presidente del segundo país de economía más fuerte dentro de la UE. A nivel mundial Sarkozy quiso marcar una política muy particular cuando devolvió Francia a la OTAN después de haberla sacado el General De Gaulle como repuesta a la arrogancia estadounidense, sólo para seguirle el juego al peor presidente de la administración de Washington. Su política de doble vara bien dirigida por su PM Allan Jupe, tanto en Libia, y contra Assad en Siria olvidándose de las agresiones y constantes violaciones israelíes, y por lo contrario haciendo más énfasis, cuando ha ido más lejos al nombrar a Israel como la piedra angular de la política estadounidense.Con toda seguridad las encuestas se confirmarán esta noche y nadie lamentará la salida de Sarkozy salvo pocos. Los ciudadanos dan una oportunidad de confianza, y responden del mismo modo cuando se les da la espalda. A los no frances también nos interesa el cambio.
Una corrección, Sarkozy es el segundo presidente, después de Giscard d'Estaing, que no logra la reelección.
Pero qué será, ¿Merkholland o Hollanmerk? No hay conmutativas que valgan ahora.
O le paramos los pies a Alemania o Alemania acaba con el 60% delos países de la UE, esperemos que Hollande no sea tan sumiso con Merkel como Sarko

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