Los riesgos de Francia
Buena parte de los franceses cree que su país ha bajado peldaños
Hará falta mucho más que la ostensible ayuda de Angela Merkel para que Nicolas Sarkozy pueda conjurar el destino que los pueblos europeos tienden a reservar a aquellos de sus dirigentes a los que identifican con la crisis. A priori, no es un problema ideológico entre derecha e izquierda, por mucho que estas distinciones puedan conservar su pertinencia. Lo que inclina al cuerpo electoral a favorecer la alternancia es antes que nada un juicio sobre un balance, qué duda cabe influido por la crisis, pero balance al fin y al cabo. El ejemplo más reciente es, evidentemente, España.
En efecto, el balance de Nicolas Sarkozy no juega en su favor: el paro ha vuelto a alcanzar una cifra récord, pues afecta a cerca del 10% de la población activa y, lo que es más, si nos centramos en los jóvenes, ese porcentaje se multiplica por dos; el déficit exterior también ha batido su propio récord; el poder adquisitivo, que Sarkozy había prometido incrementar, se ha estancado; y el sentimiento de injusticia sobre las políticas llevadas a cabo es muy fuerte y las desigualdades vuelven a aumentar. A todo esto hay que añadir que buena parte de la población tiene la sensación de que Francia ha bajado algunos peldaños. Ya no ostenta el liderazgo en Europa, que Sarkozy ha cedido manifiestamente a Angela Merkel. En su defensa, que asume con mucha energía, el presidente destaca la crisis. Y ha sido la crisis lo que le ha hecho cambiar de dirección. Él, que fue elegido con la idea de importar a Francia un modelo de éxito individual a la norteamericana, no ha tardado en volver a la tradición del colbertismo, al intervencionismo estatal y al aumento de los impuestos, pese a que había prometido bajarlos.
En todo caso, para comprender la regularidad de los sondeos que, desde hace más de un año, miden una relación de fuerzas que le es desfavorable, hay que tener en cuenta la percepción negativa de este balance. En la batalla que se ha entablado, Nicolas Sarkozy se presenta como el salvador, el único capaz de guiar el navío en la tempestad. Frente a él tiene a un mediador: el socialista François Hollande. Allá donde Sarkozy busca dividir y señala con el dedo tanto a parados como a inmigrantes, Hollande apuesta por el apaciguamiento y la reconciliación en nombre de la cohesión necesaria para afrontar la crisis. Lo que explica que Hollande vaya en cabeza de carrera es: 1. La aspiración a la alternancia. 2. La voluntad de que la justicia social vuelva a ocupar el primer plano. 3. El rechazo hacia Sarkozy. Estos tres elementos explican que Hollande cuente con una intención de voto muy alta en la segunda vuelta (por encima del 55%). Pero es probable que la batalla entre ambas vueltas sea más abierta de lo que hacen pensar las cifras.
Por su parte, Nicolas Sarkozy ha hecho un envite arriesgado. Su idea es que una gran corriente populista está recorriendo Europa y que hay que intentar captarla. Más precisamente, en Francia, considera que la derecha y la extrema derecha juntas son mayoritarias. Por tanto, hay que hacer campaña en torno a unos valores que permitan que el electorado de extrema derecha se reconozca en su candidatura. De ahí los ataques contra el “asistencialismo” y su idea de consultar a los franceses sobre cuestiones como el paro o la inmigración en un referéndum. Frente a una mayoría que, hoy por hoy, es antisarkozyana, su apuesta es hacer surgir en el espacio de dos meses una mayoría político-sociológica que le permita aglutinar los electorados de derecha y extrema derecha.
El riesgo que asume es doble: por una parte, no es cierto que Francia se haya convertido mayoritariamente a unos valores situados a la derecha de la derecha. En temas como la integración, la tolerancia, así como el matrimonio entre homosexuales, la adopción por parte de las parejas homosexuales y otros, la derecha ya no es necesariamente mayoritaria. El otro riesgo es que, en caso de derrota, Sarkozy prepare las condiciones ideológicas para una recomposición de la derecha en torno a su núcleo más tentado por un acercamiento con la extrema derecha. Queda claro que, a corto plazo, todo esto puede servirle para limitar el voto a favor de Marine Le Pen y el Frente Nacional. Pero, dada la porosidad que genera entre las dos familias de la derecha, de ser derrotado, corre el riesgo de que renazca en Francia una derecha a la que el gaullismo siempre supo contener. No es uno de los desafíos menores de estas elecciones presidenciales.
Traducción de José Luis Sánchez-Silva.
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