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En crisis: ganadores y perdedores

Los más débiles son quienes más pierden en las crisis económicas. Los políticos se llenan la boca de promesas y declaraciones ampulosas: no permitiremos que la recesión golpee a los más humildes. Mentira. La recesión golpea por definición a los más desprotegidos. Lo más que se puede hacer es no retirarles la única y pobre manta que todavía les cubre. Pero pregonar que con la recesión quedarán protegidos es en el mejor de los casos una declaración de intenciones sin contenido alguno. Los inmigrantes, sobre todo si no tienen papeles; los más débiles de las familias más pobres, es decir, los niños, los enfermos y los ancianos; los pensionistas sin otra fuente de ingresos que su pensión, todos sufrirán y están sufriendo la crisis con especial intensidad. Los pobres de África ante todo, seguidos de los pobres de Asia y América Latina a continuación, con especial mención a los más pobres de lugares donde ya hay mucha riqueza, como China, Brasil e India, serán quienes más duramente la pagaran internacionalmente; entre otras razones porque también van a disminuir los presupuestos de ayuda al desarrollo, las aportaciones a las ong’s, los programas de Naciones Unidas. Todo se encoge cuando la economía mundial se encoge, pero las necesidades siguen siendo las mismas e incluso mayores.

De manera que ya tenemos una primera lista de víctimas de la crisis, la de más abajo. A continuación llega lo que queda de la clase obrera y similares, una amplísima capa de las sociedades occidentales que de hecho son clases medias en términos mundiales. Tienen sindicatos que de una forma u otra todavía intentan defenderles; cuentan con legislaciones protectoras en algunos países; también con Gobiernos que se apoyan en su voto y responden de forma recíproca a su actitud: no permitiremos que los trabajadores sean los paganos de la crisis, suelen decir unos y otros. Pero estas clases medias también notarán el embate de la recesión, en puestos de trabajo perdidos, en rentas recortadas, en derechos erosionados. Vencidos muchos por la crisis, muchos de ellos y sobre todo sus hijos tendrán quizás la oportunidad de aprovecharla para resituarse en la salida del túnel, cuando se abra el nuevo paisaje de una economía distinta, donde habrá nuevos jugadores.

Pero sigamos con los perdedores. Arriba del todo también los hay. Muy relativos, claro está: será difícil que les falte lo más elemental, la vivienda, la comida, el vestido, la vida cómoda, como sucederá a buena parte de los anteriores y a casi todos de los primeros. La crisis hace bajar a todos varios pisos, pero por mucho que bajen los de arriba del todo será difícil o casi imposible que alcancen a los otros. Pierden, son quienes más pierden, pero no son los perdedores. En realidad, incluso el que más pierde tiene todos los salvavidas preparados para mantenerse a flote: dejará de tener prestigio e influencia, ya no lucirá más en lo alto de la pirámide, pero seguirá adelante, tan campante. De ahí que ahora sea el momento también de regar por aspersión con dinero en una sola dirección, las zonas más pobres de la sociedad y del planeta. Habrá que controlar, claro está, este dinero como cualquier otro; pero está claro que esta inversión es de la que más aprovecha, en términos de vidas humanas, de salud e incluso del consumo que hace arrancar de nuevo la economía. Los pobres gastan para sobrevivir cuando los ricos guardan.

Luego están los ganadores de la crisis. Los que van a seguir el consejo de que no hay que dejar que una buena crisis se eche a perder. El consejo vale para todos, gobiernos, empresas y personas. Pero no está al alcance de todos poder seguirlo. Unos lo seguirán literalmente, aprovechándose personalmente; pero otros lo harán decentemente para hacer las políticas o tomar las medidas correctas que durante la bonanza no había forma de tomar. Hay que estar atentos a los primeros, para que no se cuelen y nos engañen como si estuvieran con los segundos. Algunos banqueros que han recibido dinero público como consecuencia de la crisis lo han aprovechado para cobrar sus bonus o renovar su flota de aviones privados. Sarkozy ha intentado aprovecharla, sobre todo mientras Obama no había todavía aterrizado, para hacerse el dueño de Europa. Como esos empresarios que sólo quieren abaratar el despido pero no lo necesitan para volver a crear puestos de trabajo más tarde, sino puramente para que les salga más barato el cierre y liquidación. Luego están los pedigüeños: ya es larga la cola de quienes van a pedir subvenciones públicas sin otro objetivo que mejorar sus balances en momentos difíciles. Pero los Gobiernos, auténticos amos de la situación y guardianes de la llave de la caja, no debieran dar ni un euro a quien no demuestre que lo gastará adecuadamente para sacar buen provecho de la recesión, de forma que sus empresas, reconvertidas y modernizadas, vuelvan a funcionar, a dar trabajo y a tirar de la economía, y así la inversión pública revierta en el conjunto de la sociedad.

(Sugerencia para los comentaristas: cuenten quien gana y quien pierde en las crisis y sobre todo en esta crisis. Se agradecerá además que se entre en detalles: casos reales y prácticos.)

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