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Para Pepe Comas

Con las botas puestas. Como corresponde a los periodistas de a pie. Los auténticos. Los que combaten. Los que han hecho grande este oficio. Los que van a donde hay que ir y están donde hay que estar. Los que se enteran de lo que hay que enterarse, que es aquello que alguien quiere que se mantenga en secreto. Los que miran de cara hacia donde no se puede mirar, para contarlo en seguida. Los que se olvidan de sí mismos para contar las cosas a los otros, sencillamente, sin alambiques, sin pretensiones. Con las botas puestas. En el tajo, que es como decir en la trinchera. Hasta agotar la munición, esa munición que finalmente es uno mismo. Sin rendirse jamás ante nada ni ante nadie. Menos aún ante la enfermedad y la muerte que avanza a grandes zancadas. Sin dejar de escribir, que significa sin dejar de observar, detallar, analizar, criticar. Con los ojos muy abiertos, con la cabeza limpia y clara, con las manos vacías, abiertas a los amigos, a la gente, a la vida, al mundo. Descalzo, sin botas ni uniforme, en humilde y pobre hábito civil, con la mano desnuda y sola, y un lápiz, tal como empieza y termina ese oficio de contador de lo que sucede que no todos saben hacer grande y hermoso. Por eso podemos sacar brillo al tópico: con las botas puestas.

Comentarios

qué bello es su texto. una creencia, que hay quien u otros confunden con dogma... una creencia, una forma de vida, contar lo que sucede... contar lo que sucede ( qué bello es su texto) uno mismo... una creencia... no era salvar al soldado Ryan, era una creencia... qué bello, pues...
una verdadera pérdida , la de un hombre de bien que supo tener muchos amigos a juzgar por todos los que escriben su duelo. Todo lo que sé de Alemania que nunca me interesó antes se lo debe a Pepe Comas. Ana tiene razón su texto es madnifico
Tuve la ocasión de compartir mesa y charla con Pepe en varias ocasiones. Divertido y mordaz, socarrón, irónico y sobre todo, inteligente. Sus risotadas eran tan enormes como su altura. He compartido con Ana, su mujer, los 43 años que ahora tengo y sé que su infinita generosidad ha facilitado la vida de Pepe durante todo este tiempo. Pepe te admiraba, Ana te admiro.
Tuve el honor de conocer a Pepe Comas en la primavera pasada, compartiendo una ración de jamón serrano en una terraza de un bar del madrileño barrio de Carabanchel. Como amigo que me considero de la familia de su mujer, tan solo conocía de él las historias que su familia política me había contado, puesto que tengo la terrible costumbre de no leer la prensa nunca. Quizás fuera por todas esas historias, o quizás porque, a pesar de que la enfermedad ya le había consumido bastante, irradiaba un aura singular; el caso es que me impresionó gratamente el par de horas que compartí con él, razón por la cual entiendo y comparto que ahora, en el momento de su desaparición, todos quieran rendirle homenaje. Sin embargo, y sin menosprecio alguno de los merecidos homenajes que a su vida y a su memoria se le están haciendo, quiero aprovechar este espacio para rendir homenaje también, a aquella persona que ha estado a su lado estos últimos años, esa persona que le ha acompañado hasta el último minuto, hasta el momento antes de partir a su último viaje... su esposa, Ana Lorite. Porque, según creo, Pepe ha tenido una vida plena, ha conseguido hacer realidad sus sueños y ha hecho lo imposible (e incluso lo más peligroso) por llegar a donde nadie llegaba, para compartir con sus lectores todas sus experiencias, todas sus vivencias. Y por ello, creo que se ha ido tranquilo y satisfecho. Todo está en su sitio. Pero ella se queda aquí. Ahora le queda el doloroso trabajo de continuar su camino sin él. Le queda soportar el traumático juego de la mente humana de convertir todas las experiencias felices vividas con Pepe, en dolorosos recuerdos de momentos compartidos con alguien que ya no está. Y quiero rendir este homenaje, porque, personalmente, Ana me ha mostrado una fortaleza que yo jamás pensé que cupiera en un ser humano. Lejos de su familia, de su país, con una lengua que, a pesar de los años, no ha conseguido dominar; ha tenido que ver y vivir como su ser más querido, su marido, su compañero, se ha ido apagando poco a poco. Ha tenido que soportar innumerables esperas de noticias que, cada vez, eran menos alentadoras. Ha tenido que superar como esa persona que quería y que, sobre todo, admiraba, se iba marchitando a medida que la enfermedad se apoderaba de su cuerpo. Para todos aquellos que hemos vivido, en mayor o menor medida, la marcha del ser querido, no nos queda más remedio que sentir envidia por Pepe.... pero no por su vida llena de aventuras, no por su brillante inteligencia y elocuencia, sino por haber tenido a inmensa suerte de haber encontrado a alguien que, a pesar de su carácter, a pesar de sus manías y, sobre todo, a pesar de su enfermedad... ha optado por estar a su lado, acompañándole, cuidándole y queriéndole, hasta el último minuto de su vida. Mi limitada cultura no me permite recordar quien dijo: “Detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”.... y yo solo puedo decir: Pepe, siéntete orgulloso, no solo por lo grande que has sido, sino por la gran mujer que has tenido la suerte de encontrar.
Irreemplazable... una pena de verdad. http://sinbarriga.blogspot.com/
Las cronicas de Pepe le hicieron respetado como periodista... y si fue un gigante. yo personalmente le debo todo lo que se de periodismo, porque tuve el honor de empezar a trabajar bajo su mando. Su cara peridistica si merece todos los elogios que ahora se escriben, pero me parece inmensamente importante decir que Pepe era todo un gigante como ser humano, de los que no quedan muchos. Comas no se hacia bueno, Comas era bueno. Y mas que eso. Toda una serie de virtudes - bondad, dignidad, su etica - parecian tan naturales en el, y eran algo tan simple que a uno le parecia que todo eso se consigue facilmente. Como en el deporte, no? Con los mejores siempre todo parece tan facil... innumerables gracias, Gardel. Y hasta siempre, maestro
Soy periodista croata, nacido en Argentina, y colabore con Pepe unos anos, aqui en Balcanes. Un tipazo. A pesar de llevar mas de un cuarto de siglo en esta profesion, tener a Pepe al lado fue como redescubrir lo que es basico: explicar, fundamentar y relativizar el poder temporal, estar al servicio de los pobres y de los sin voz, segun consta en el testamento de Joseph Pulitzer. Una de las mejores tareas que comparti con Pepe fue un reportaje con las madres de los asesinados bosnios musulmanes en Srebrenica. En una de sus ultimas cartas a los amigos que mandaba cuando podia (nos llamaba su "cuerpo mistico"), Pepe ponia: "Si todo sigue mal tendré que encargar al gaiteru para que toque “Asturias patria querida” en el Puente Romano de Cangas de Onís y me tiráis al Sella". No se donde acabaran sus restos pero en lo que a mi me toca, Pepe queda amarrado a mi corazon y tema pendiente en cada clase con mis alumnos de periodismo. Mi sentido pesame a los companeros de redaccion, a la familia y a Ana, una mujer de hierro como pocas. Gracias sr. Bassetes por permitirnos decir algo publico de este gran profesional.
Pepe era grande y concreto a la vez, lo que no es típico: llegó al Balcán, con toda su veteranía, y dijo sin más aires "siéntate y cuéntame todo lo que piensas, quiero saberlo todo". No estaba por tanto en las nubes sino en el día, en el suceso, en el interés, además de en el colega: desde temprano sabía siempre lo que uno había hecho o escrito. Solía tener un envidiado olfato, pero apreciaba el del otro también. Cosa rara. Tuvo además al final la inmensa fortuna de una mujer que ha causado admiración a todos los que la hemos conocido en este transcurso. O sea, "tutto sommato", una buena hoja de servicios (que es lo que era el periodismo)
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