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Reportaje:

Las nuevas rutas de los balseros

México comienza a liberar a los casi 1.000 cubanos detenidos en su suelo cuando pretendían viajar a EE UU

La larga historia de los balseros cubanos se ha escrito siempre en cuatro grandes renglones: las tragedias en el estrecho de Florida, los fracasos al ser devueltos a la isla y los éxitos, directos por la llegada al destino o indirectos —y más o menos costosos— por las detenciones previas a la entrada en Estados Unidos, El Dorado que la mayoría anhela.

Ahora, sin embargo, desde hace unos meses y especialmente tras la larga enfermedad del líder cubano, Fidel Castro, interpretada por muchos como un acicate más para la huida de la isla, todo parece haberse extremado.

El incesante tráfico de balseros, que abrió en los últimos tiempos las vías mexicana y centroamericana como alternativas a la más vigilada ruta directa a Florida, registra casos espeluznantes. No son muy distintos al rosario de desgracias y penurias por las que han pasado muchos balseros individualmente o en pequeños grupos. La diferencia esta vez es que las cantidades de damnificados alcanzan cifras históricas.

La situación afecta a centenares de personas a la vez. Cerca de 1.000 han llegado a estar detenidas y hacinadas desde hace más de un año en México. Sólo el pasado fin de semana han empezado a ser liberados los primeros balseros.

Entrar en Estados Unidos desde México también ha sido moneda común para los cubanos que llegaban al país habitualmente por tierra a través de Centroamérica o por avión desde cualquier país del mundo. La aglomeración en los últimos meses se ha producido al unirse los nuevos balseros, que se dirigen a Yucatán (México), la costa continental más cercana al oeste de Cuba, también en lanchas rápidas de contrabandistas que cobran entre 15.000 y 20.000 dólares por el billete. Incluso es más caro que el viaje a Miami y sus alrededores, adonde siguen llegando sin cesar pese a la mayor vigilancia.

Sólo algunos aún lo hacen en barcos pesqueros, más artesanales; si se equivocan, pueden llegar a recalar incluso en Honduras. Eso hizo un grupo que llegó el 6 de enero a Cayo Cochinos. "No queremos ser regresados a Cuba, preferimos morir", rezaba alguna de las pancartas enarboladas por presos cubanos semidesnudos en un patio del centro de detención de Chetumal, en el Estado mexicano de Quintana Roo, durante su cautiverio. Formaban parte de un grupo de 19 hombres que habían salido de Cuba el 26 de octubre y fueron interceptados por los guardacostas mexicanos cerca de Isla Mujeres, al lado de Cancún. Estuvieron a punto de naufragar cuando una ola enorme les llenó de agua media embarcación.

El jueves pasado, más de tres meses después, 10 de ellos llegaban al aeropuerto de Fort Lauderdale tras otro vuelo hasta la frontera estadounidense. Su libertad fue fruto, fundamentalmente, de las gestiones hechas por un presentador de radio argentino en Miami, abanderado de la iniciativa de sus familiares en el exilio. Cualquier sistema vale ya, incluso aparecer uniformados con camisetas publicitarias.

"Nos trataron muy mal. Por eso fue la huelga de hambre de 20 días. Nos querían devolver a Cuba. A uno del grupo, de 62 años, El Negro, le dio un infarto y murió", dijo uno de ellos. Otro se abrazó a su hija, a la que no veía hacía cuatro años. "Intentamos huir abriendo un hueco en la pared, pero alguien nos delató. Uno del grupo había sido escolta de Fidel y estaba siempre aparte... no sé".

No querían permitirles salir por haber sido recogidos en alta mar. Al no haber llegado a la costa, corrían el riesgo de ser deportados.

La indignación de la comunidad cubana, que se manifestó varias veces delante del Consulado de México en Miami para presionar a las autoridades mexicanas, también ha sido por agravio comparativo. "Los mexicanos se quejan de cómo los tratan en Estados Unidos y ellos hacen lo mismo o peor", comentó un familiar de los recién llegados. La gran diferencia favorable a los cubanos es que en cuanto tocan suelo estadounidense pueden acogerse a la Ley de Ajuste y pedir la residencia legal.

En el mayor centro de detención de inmigrantes de México, en Tapachula (Chiapas), aún quedan centenares de cubanos, algunos de edad avanzada con un estado de salud preocupante, dado el hacinamiento que han denunciado.

Pero el último fin de semana ha empezado a ser clave. Parecen haberse agilizado los problemas burocráticos por las presiones y las denuncias, incluida la de un médico, Osvaldo Morejón, por violación de los derechos humanos. Su abogado dijo que él y unos 40 detenidos al fin pudieron salir del centro, y se prevé que otro centenar o más estén a punto de hacerlo. Sólo esperan las gestiones de quien sea, tras meses sin respuestas. Miami les espera.

20.000 dólares de recompensa por 40 desaparecidos

El récord del misterio se registra en las Bahamas. Se refiere al grupo de 40 personas, 12 de ellas niños, que salieron el 23 de noviembre de Cárdenas (Matanzas), al norte de Cuba, y han sido dadas por desaparecidas. El servicio de guardacostas de Florida (EE UU) se lavó las manos diciendo que fue avisado 12 días después, demasiado tarde. Los allegados de los desaparecidos, en cambio, no admiten que se hayan esfumado todos sin una sola señal del supuesto naufragio. Ni un salvavidas. Creen que están detenidos en una cárcel, hasta ahora desconocida, de alguna de las islas Bahamas. La última novedad es que han reunido 20.000 dólares para ofrecer como recompensa a quien facilite datos sobre su paradero.

"Una señora que está ligada al Gobierno federal me ha dado seguridad de que mis familiares estaban bien", ha dicho Osmany Martínez, uno de los afectados. "Sabemos que las Bahamas tienen un centro donde están ocultando inmigrantes cubanos y no tenemos pruebas concretas, pero algunos informes indican que pueden estar allí", comenta Mario Galbán, que lucha por encontrar a su mujer, a sus dos hijos de 19 y 10 años, y a un hermano.

"Es el el tesoro más grande que me ha dado la vida", señaló casi entre lágrimas Luis Bazán, otro de los maridos, mostrando las fotos de su familia. "Mi vida se acabó", añadió. "Pero voy a seguir con la esperanza de encontrarlos". Recibió una llamada de su esposa al salir la lancha, y otra el mismo día ya desde Cayo Sal, una isla al oeste de Bahamas, casi a mitad de camino. Después, nada.

José Apolinar, también en busca de su esposa y de sus dos hijos, apostilla: "Yo estuve en Nassau [capital de Bahamas] y dicen que hace cinco meses que no entra un cubano allí. Eso es imposible. Sabemos que hay más personas, aparte del grupo de 40. Si les hubiera pasado algo malo, ya se habría sabido. Y el nuevo centro existe. Lo único que nos falta es saber dónde está".

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