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Polémica en Brasil por una película sobre la violencia en las favelas

'Tropa de élite' muestra a una policía impune frente a unos 'narcos' violentos y despiadados

La película Tropa de élite, de José Padilla, que retrata con crudeza la violencia en las favelas, tanto por parte de los traficantes de droga como de la policía, se ha convertido en un fenómeno social que ha desencadenado una fuerte polémica en Brasil, tanto entre los intelectuales como en la opinión pública en general.

La revista Veja, que ha dedicado al tema la portada y un reportaje de 17 páginas, encargó un sondeo nacional para entender mejor por qué la película se ha convertido en la más vista en la historia de este país y por qué está creando tanta polémica.

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"Se trata de una obra de ficción, pero que retrata con una fidelidad jamás vista cómo la criminalidad ha degradado Brasil de arriba a abajo", escribe Veja. Hasta ahora, si se exceptúa Ciudad de Dios (2002), de Fernando Meirelles, que también retrata la vida cruel en las favelas, toda la cinematografía sobre la violencia en esos lugares está marcada por un cierto romanticismo, ya que pinta a los jóvenes traficantes de droga, dispuestos a morir, como una especie de héroes que se enfrentan a una policía corrupta y violenta.

Dicha cinematografía esta basada en la idea de que en los habitantes de las favelas tienen más miedo de la policía que de los traficantes, ya que los agentes entran matando y gozan de total impunidad aún cuando acaben con la vida de inocentes.

Así piensa Gisella, una taxista que vive con su marido, también taxista, y sus tres hijos, en una de las favelas más duras de Río. "Mi hijo, cuando ve llegar a los tanques de la tropa de élite, tiembla de pies a cabeza", dice.

Los traficantes, además, son vistos como una especie de benefactores de los habitantes de las favelas, a los que ayudan económicamente y con servicios donde no llega el Estado. La película Tropa de élite, que se calcula que ha sido, en pocos días, vista por 12 millones de personas en DVD piratas, abarrota también los cines. Más de 20 millones de personas han confirmado querer verla. En las salas se crea a veces un ambiente de polémica, con espectadores que se ponen en pie aplaudiendo y otros que se muestran contrarios, sobre todo cuando se presentan crudas escenas de tortura por parte de la tropa de élite, un batallón especial contra los narcotraficantes.

La película supone una bofetada a la clase media consumidora de drogas. Dice que cada bolsita de marihuana o cada papeleta de cocaína comprada contribuye a que un niño muera en la favela, a formar un nuevo traficante y a provocar parte de la violencia que azota el país.

Terror y muerte

La policía aparece como es, corrompida, a veces en connivencia con los narcos, a quienes vende hasta sus armas, pero también imprescindible para luchar contra el tráfico de droga. Y los narcos aparecen también sin romanticismos, como personas terriblemente violentas que siembran el terror y la muerte para mantener el control del mercado.

La idea de que la causa de la violencia del país se debe a las injusticias y a las desigualdades sociales, algo que alega siempre cierto sector de la izquierda, no tiene lugar en este filme.

Según el sondeo realizado por Veja, el 79% de la población considera que el filme retrata a la policía tal y como es. Un 72% piensa que los traficantes, en la película, son tratados como merecen, a pesar del horror de ciertas prácticas de tortura, sobre las cuales la misma policía ha confesado que en la realidad son diez veces más duras. El 53% considera un verdadero héroe al protagonista del film, el capitán Nacimento, que aparece como un ser humano devastado, con síndrome de pánico y prácticas contundentes contra la violencia, a veces fuera de la ley.

En la película se dice que la policía tiene sólo tres salidas en su lucha contra la violencia en las favelas: corromperse, inhibirse o ir a la guerra y matar. A juzgar por las reacciones de los que han visto el filme, la mayoría está de acuerdo en que, frente a tanta violencia, la policía tiene que matar.

La polémica está servida y los analistas opinan que el filme abre espacio para una visión menos romántica y más realista de la violencia, que asola sobre todo grandes ciudades como Río, donde el índice de asesinatos es de 44 por cada 100.000 habitantes, frente a los seis de Nueva York, por ejemplo.

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