El irritante Allende
Éste es un artículo histórico. Escrito en caliente al día siguiente del golpe de Estado del general Pinochet y de la muerte del presidente Allende en La Moneda. Hay una frase que merece salir de la efímera página del periódico: “El cuerpo de Allende ocupa el horizonte del mundo”.
Del alfiler al elefante
Por MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
Se aseguraba que Frei y Allende eran amigos personales. Pertenecían a un estamento social similar y Allende, el candidato socialista constantemente derrotado aunque por poco, tenía ese encanto de los socialistas amables, antiestalinistas avant garde, respetuosos con la persona humana, en la grave evidencia materialista de que sólo se vive una vez. Se aseguraba que Allende era una persona encantadora, rígido sólo en lo fundamental, pero capaz de soportar bromas sobre el paraíso socialista en la Tierra y de no devolver a cambio ni una broma sobre el Paraíso con mayúscula. Se aseguraba que en Chile se había producido el milagro metafísico del espíritu olímpico y que lo importante para todos no era vencer, sino competir, bajo el sagrado compromiso del respeto a la norma constitucional. Se aseguraba, sobre todo lo aseguraban los sociólogos, que en la tradicional oposición entre “competición” y “conflicto”, la experiencia chilena era una prueba de la posibilidad de una vía hacia el socialismo por la senda de la competición e incluso ateniéndose a reglas del juego prefijadas por el “antiguo régimen”. Se aseguraba que por vía cultural se había inculcado en el Ejército un espíritu de neutralidad histórica, sin más madre ni padre que las tablas de la ley constitucional y sin otro objetivo que el constante perfeccionamiento en el instrumental de trabajo. Se aseguraba que la cultura del fair play puede modificar las reglas de la historia y que la “ideología” culturalista del respeto al juego democrático podía contrarrestar la ideología derivada de los intereses comprometidos por el proceso reformista del Gobierno de Unidad Popular. Las bombas y las balas han sido implacables.
Han tenido la fiereza y la ceguera del que no tiene otro lenguaje que destruir al interlocutor. Las bombas y las balas han perseguido a Salvador Allende hasta su residencia particular, en busca de esa víctima irritante que se negaba a dar el paso en falso de disparar primero. Las bombas y las balas se han aplicado a derribar algo más que un hombre, un Gobierno, un edificio, una experiencia. Han querido destruir la imagen de que la fuerza del antagonista radicaba precisamente en que estaba prácticamente desarmado y que defendía un orden que sus competidores se habían hecho a la medida tras siglos de control del poder.
El cuerpo de Allende ocupa el horizonte del mundo. Oscurece todas las perspectivas, oculta todos los caminos. Hoy por hoy, aunque sólo sea hoy, ese cuerpo de manos blancas, limpias, de pies cansados de caminar en busca de palabras propicias, se merece esa paralizada congoja universal, antes de penetrar en el epílogo del Canto General de Pablo Neruda, si es que vive para escribirlo. Mañana el balance político de los hechos aportará un inesperado vencedor: la extrema izquierda chilena que profetizó este final en el momento mismo de ponerse en marcha la experiencia allendista. Entonces el MIR declaró que Allende no podría escapar al dilema: o traición o revolución.
Allende jamás aceptó este dilema. Era amigo personal de Frei. Aunque era masón, presidía actos religiosos. Exigió a los izquierdistas que respetaran el honor de las Fuerzas Armadas. Durante más de treinta años demostró su confianza en las urnas para cambiar la historia. Soportó provocaciones continuadas en la confianza de que cada provocación le ratificaba a los ojos de las masas que le sostenían a pesar de que les pedía y les imponía sacrificios. Sus medidas más espectaculares y drásticas fueron más “nacionalistas” que “socialistas”.
Comprensible que este hombre irritara. Cuando la paciencia de la víctima no tiene límite, la paciencia del verdugo se acaba.
12 de septiembre de 1973. Tele/eXpres
A Manuel Vázquez Montalbán, primera entrada del blog (21 de abril)
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