Fe de errores
Siendo más fácil errar que acertar, son realmente sorprendentes los políticos que sólo saben sacar partido de sus numerosos errores y dejan pasar en cambio sin pena ni gloria sus escasos aciertos. Los errores cometidos por Bush son muchos y de muy variada índole y hay que buscar con lupa los aciertos o apuntarle al axioma que utilizaba Fraga con los socialistas: acierta cuando rectifica (véase el caso del desarme nuclear a través de la negociación multilateral de Corea del Norte, por ejemplo). Pero hay dos errores fundamentales, que afectan a la eficacia de la acción antiterrorista e incluso, a lo que parece, a la seguridad de sus compatriotas. El primero es que no culminó la tarea de terminar con Al Qaeda en Afganistán, y distrajo en cambio fuerzas y esfuerzos para invadir Irak. El segundo es que destruyó el régimen y el Estado baazista de Irak sin sustituirlo por una nueva administración eficaz y capaz de controlar el territorio, por lo que Al Qaeda consiguió entonces crear en el país árabe un colosal vivero de terroristas.
Las consecuencias del primer error son muy serias, pues ahora mismo hay una situación de guerra entre los talibanes y las fuerzas norteamericanas y de la OTAN en Afganistán, que enlaza en la frontera paquistaní con la situación de práctica insurrección de algunas tribus próximas a Al Qaeda contra el régimen del general Musharraf. Estados Unidos levantó el pie del acelerador en Afganistán y abandonó prácticamente la acción diplomática y política en relación al nido donde se esconde Al Qaeda, hasta el punto de que Musharraf firmó una paz con las tribus hostiles, que acaba de romperse ahora como consecuencia del asalto a al Mezquita Roja, ocupada por el fundamentalismo terrorista. El ojo del huracán terrorista está allí, probablemente con Bin Laden en su centro, y apenas se ha avanzado, al contrario, en su cerco y caza.
Las consecuencias del segundo error no son menores, pues Irak se ha convertido en el foco de donde irradia la mayor animadversión antiamericana de la historia y donde se entrenan y actúan a diario centenares de terroristas al calor de sus varias guerras civiles y de un enfrentamiento entre chiítas y sunnitas en el que parece librarse la batalla por la hegemonía en el mundo islámico. Se ha hablado y escrito mucho sobre los otros errores, políticos, jurídicos, morales incluso, y sus nefastas consecuencias sobre el desorden mundial y sobre las libertades, pero estos dos errores tienen el inconveniente de que pueden llegar a afectar a la actividad terrorista en suelo norteamericano, según asegura el National Intelligence Estimate, la valoración que hacen las 16 agencias y servicios de información (desde la CIA hasta el FBI) sobre determinado aspecto de la seguridad nacional.
En el documento conocido ayer de forma parcial se evalúa el peligro terrorista en territorio americano para concluir que Al Qaeda constituye la principal amenaza para los próximos tres años a partir de sus bases en la zona tribal paquistaní y en Irak. El objetivo, como en el 11-S es conseguir atentados con numerosas víctimas, alta visibilidad pública, importantes desperfectos económicos e incremento del miedo entre la población civil. Al Qaeda, asegura el documento, seguirá intentando acceder a armas químicas, biológicas, radiológicas o nucleares.
El documento cita al partido libanés chiíta Hezbolá como segunda amenaza, aunque vincula la posibilidad de su actuación terrorista en territorio americano a que perciba “que Estados Unidos está amenazando directamente a este grupo o a Irán”. Y en tercer lugar menciona eventuales acciones y la propaganda antiamericana y antioccidental de grupos salafistas en Internet y asegura que pueden realizar atentados contra Estados Unidos, aunque su amenaza no es tan severa como la que pesa sobre Europa.
Cabe observar que el diagnóstico confirma los dos principales errores cometidos por Bush, lo cual podría dar pie al fin a algún acierto o rectificación por parte del presidente. Pero no caerá esta breva, porque también le sirve para justificar su permanencia en Irak y en Afganistán, justo en el momento en que se discute en el Congreso la eventual retirada del primero de los dos países, por lo que no es extraño que Bush no quiera aprovecharlo para seguir equivocándose, que es lo suyo. Es prodigioso observar que de la cadena se diría que inacabable de errores parece surgir la verdad última de los dos errores fundamentales: Bush fue a la guerra contra Sadam Husein para derrotar a Al Qaeda cuando no había relación entre uno y otra, y ahora sigue pegado a la guerra en Irak para derrotar a Al Qaeda; vendió con éxito la idea de que sus tropas combatían en Irak para salvaguardar la seguridad de los norteamericanos y ahora sigue buscando argumentos que le permitan defender la idea de que es en Irak donde se defiende la seguridad nacional.
Con la guerra de Irak vale una célebre anécdota del mundo del arte. Gertrude Stein le reprochó a Picasso su escaso parecido con el retrato que había hecho de ella el pintor. “Con el tiempo ya se parecerá”, le respondió el artista, y llevaba razón. Al fin Irak es ahora como Bush nos dijo que era en 2003 cuando se produjo la invasión: con Al Qaeda bien instalada y un creciente peligro de que sus militantes busquen y utilicen armas de destrucción masiva para atacar territorio americano.
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