Histeria verde
Apenas se han apagado las luces del espectáculo de Heiligendamm, en el que Bush al fin cedió y concedió, y ya aparece detrás de su estela alguien más radical que propone que sigamos inmóviles e impertérritos contemplando como retroceden los glaciares, se funden los cascos polares, se incrementan las catástrofes meteorológicas y aumentan las temperaturas. Este es el caso de Vaclav Klaus, presidente de Chequia y economista más thatcheriano que Thatcher, que se descolgó ayer en el Financial Times con un artículo titulado “Lo que está en riesgo no es el clima sino la libertad”. Como provocación no está mal, pensé antes de adentrarme en el cuerpo del artículo. Y además, a bote pronto, yo estoy de acuerdo: me parece más importante preservar y combatir por las libertades de la gente que por el cambio climático, aunque me extrañó la contraposición, pues a fin de cuentas lo que es difícil es combatir por lo que sea sin libertad.
Vaya confusión. Klaus va mucho más lejos de lo que imaginaba y deja a los pobres neocons en la cuneta. “Como alguien que ha vivido bajo el comunismo la mayor parte de su vida, me siento obligado a decir que veo la mayor amenaza a la libertad, a la democracia, a la economía de mercado y a la prosperidad ahora en los ecologistas, no en el comunismo”. Esto se anima, me dije. Veamos los argumentos. Al presidente checo no le gusta que los ecologistas pidan actuaciones políticas inmediatas respecto a un tema que hay que ver “en el contexto de la evolución de nuestro planeta a lo largo de centenares de millones de años”. “Esta ideología quiere sustituir la libre y espontánea evolución de la humanidad por una especie de planificación central (ahora global)”, asegura con ácrata desfachatez. Estos ecologistas, asegura, “no creen en el impacto positivo a largo plazo del crecimiento económico”. Ignoran “el progreso tecnológico que disfrutarán las futuras generaciones” y rechazan “el hecho probado de que cuanto más rica es una sociedad más alta es la calidad de su medio ambiente”.
Vista la solidez de estos argumentos (hay que tener fe en la tecnología y en el poder del dinero), vamos a la cuestión esencial: ¿Tiene algo que decir la ciencia a todo esto?. “La cuestión del calentamiento global tiene más que ver con las ciencias sociales que con las naturales y más acerca del hombre y de su libertad que acerca de unas décimas de grado Celsius de cambio en el promedio de las temperaturas globales”. Todo aclarado. Quienes se preocupan, pues, por el calentamiento del planeta y proponen la adopción de medidas y políticas, la cumbre del G8 entera entre otros, se hallan afectados, como la gran mayoría de la humanidad, por una histeria verde que pone en peligro nuestras propias libertades, según la peculiar visión del presidente checo. El FT y el señor Klaus han abierto además un debate sobre la cuestión, bajo el título “Calentamiento global: verdad o propaganda”. Lo que más me ha gustado de todo el artículo es una cita del escritor Michael Chrichton, buena referencia para la imaginación literaria aunque realmente discreta como autoridad científica: “El mayor reto de la humanidad es el reto de distinguir la realidad de la fantasía, la verdad de la propaganda”. Le doy toda la razón.
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