Un implicado en el asesinato del arzobispo Romero amenaza con desvelar "toda la verdad"
"Si yo hablo, El Salvador tiembla", advierte el ex militar sobre el crimen cometido en 1980
El ex capitán de la Aviación salvadoreña Álvaro Rafael Saravia Merino, de 60 años, participó en un acto criminal que commocionó al mundo: el asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero Galdámez, el 24 de marzo de 1980. Saravia fue condenado en 2004 por un juez de EE UU a pagar una indemnización a familiares del prelado, pero el grupo de asesinos materiales e intelectuales ha logrado mantenerse en la impunidad. Ahora, 26 años después de la tragedia y en el preciso aniversario del crimen, Saravia ha vuelto a estremecer a la opinión pública. En esta ocasión, no por un hecho criminal sino por lo contrario: en una entrevista con El Nuevo Herald de Miami (Florida, EE UU), anunció que quiere desvelar "toda la verdad" sobre el asesinato del arzobispo Romero y pedir perdón por él.
Saravia, entrevistado por el rotativo estadounidense en un lugar no especificado de Centroamérica, dice estar "cansado" de que le culpen del asesinato, aunque reconoce su participación en él. No obstante, aclara que hay personas poderosas e influyentes que tuvieron un mayor protagonismo que él en el crimen y que viven "libres de remordimiento". "Si yo hablo, El Salvador tiembla", advierte el ex militar, que en su tiempo fue la mano derecha del mayor de inteligencia Roberto D'Aubuisson, a quien se le atribuye haber dado la orden de asesinar a Romero.
Las declaraciones de Saravia fueron interpretadas por el jesuita José María Tojeira, rector de la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador, como "un milagro del propio monseñor Romero", un mártir a quien el Vaticano ha iniciado un proceso de canonización. Ana María Alfaro, devota del que para ella es ya "San Monseñor Romero", coincide con Tojeira. "Es un milagro, Dios tarda pero no olvida tanta injusticia. Es tiempo de que se sepa quiénes fueron todos esos criminales", asegura con los ojos enrojecidos.
"La reacción en El Salvador está dividida. Entre los que repudiaron el asesinato de Romero y claman justicia, la noticia ha corrido como pólvora, aunque en los medios más importantes no haya sido ésta una noticia de primera plana, como debió ser", se queja el analista político Napoleón Campos. "Son hechos del pasado y no debemos retroalimentarnos con ellos", afirma el diputado Norman Quijano, de la derechista y gubernamental Alianza Republicana Nacionalista (Arena), fundada por el ya fallecido D'Aubuisson. Algunos analistas predicen que las revelaciones de los nombres de"poderosos e influyentes" que participaron en el magnicidio tal vez hagan estremecer a Arena, al Gobierno actual e incluso a las poderosos cúpulas empresariales del país.
Romero fue asesinado cuando oficiaba una misa en un hospital de la capital. Un francotirador le asestó una bala explosiva en el corazón. Unos meses después, estalló una guerra civil que duró 12 años. Por su participación en el asesinato de Romero, Saravia fue condenado en 2004 por el juez Oliver Wanger, del distrito de Fresno (California, EE UU) a pagar 10 millones de dólares como indemnización a familiares del prelado, que no se identificaron, pero el resto de los conspirados quedó en la impunidad.
Ahora, Saravia ha dicho que sabe quién fue el francotirador que ha permanecido 26 años en la sombra. Añade que también conoce y está dispuesto a revelar el papel que desempeñaron todos los actores de la conspiración, así como el protagonismo de un grupo de poderosos hombres de negocios que en los años ochenta vivían exiliados en Florida: el llamado Grupo de Miami, señalado por la Comisión de la Verdad (1993) como el que proveía de fondos a los escuadrones de la muerte que D'Aubuisson comandaba. "Tiene razón Saravia al advertir que, si habla, El Salvador temblará... Sin conocerse todo, ya hay conmoción", apunta el analista Campos.
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