Asma el Asad: del poder del ‘glamour’ al poder económico en Siria
La primera dama, otrora estrella de las revistas del corazón, tiene cada vez más peso en la economía del país
El 17 de diciembre de 2010, el mismo día que el vendedor ambulante Mohamed Bouazizi se quemaba a lo bonzo en Túnez dando inicio a la Primavera Árabe, la primera dama siria, Asma el Asad, presidía un evento de una de las iniciativas caritativas que la venían convirtiendo en material de papel couché. En un momento, anunció a una multitud de niños que el centro cerraba por falta de fondos. Se hizo el silencio y algunos lloraron, hasta que Asma aclaró con una sonrisa que era mentira, una prueba para ver cuánto les importaba. Los pequeños tardaron en recuperarse del susto.
Lo vivió la periodista de moda Joan Juliet Buck cuando preparaba una hagiografía de la primera dama que Vogue publicó en marzo de 2011, cuando el régimen comenzaba a reprimir a tiros las primeras manifestaciones pacíficas. Se titulaba “Una rosa en el desierto”, duró dos meses en la web de la revista y la autora sigue arrepentida de haberla escrito. Según The New York Times, los Asad pagaron 5.000 dólares mensuales a una empresa estadounidense de relaciones públicas para organizarlo, pero Asma no necesitaba entonces mucha ayuda para brillar.
Nacida en 1975 en Londres, elegante, educada y con un trabajo en la banca de inversión que dejó en 2000 para casarse con Bachar el Asad y vivir en Siria, la “rosa en el desierto” encajaba en la mirada orientalista occidental: es de los nuestros, con un toque exótico. Paris Match la llamó un “rayo de luz en un país lleno de sombras” y el expresidente francés Nicolas Sarkozy dijo que el dictador “no podía ser totalmente malo” con “una mujer tan moderna”. En 2009, los Asad mostraron a otra pareja de moda, Brad Pitt y Angelina Jolie, proyectos con refugiados palestinos e iraquíes.
Hoy sigue cultivando su imagen compasiva, pero se ha convertido en una de las manos que mece la economía, según una investigación de Financial Times. Lidera el consejo económico presidencial y controla la ayuda al desarrollo con una red llamada Syria Trust for Development. Influye en la banca, las telecomunicaciones o el sector inmobiliario, a menudo a través de sociedades pantalla y paraísos fiscales, con lo que sortea las sanciones internacionales. “Toda Siria es ahora de Asma”, dice un empresario sirio en el Financial Times. EmmaTel, una compañía telefónica, lleva el nombre de su apodo de niña.
Hija de cardiólogo y diplomática, era una suerte de Rania de Jordania o Diana de Gales versión Oriente Próximo, y Damasco buscaba proyectar una imagen de modernidad y renovación. “Los sirios, particularmente los prooccidentales y educados, eran muy entusiastas con ella. Llevó encanto, belleza y refinamiento a un régimen que era impasible, oscuro y controlador”, explica Joshua Landis, director del Centro de Estudios de Oriente Próximo de la Universidad de Oklahoma (EE UU) y especialista en Siria. Además, era suní, en una simbólica mezcla con la minoría alauí gobernante de su marido.
El inicio de la guerra que se ha llevado por delante medio millón de vidas y desplazado a la mitad de la población acabó con todo eso. Asma entró en un repentino silencio que desató la sospecha de que había huido en secreto. Lo rompió para dejar claro que su esposo “es el presidente de Siria, no de una parte de los sirios, y la primera dama lo apoya en ese papel”.
Por aquel entonces se dedicaba a comprar por internet a boutiques de Londres y París collares de diamantes u ónix, 130 piezas de mobiliario para decorar un palacio presidencial o una fondue de chocolate, según una filtración de Wikileaks en 2012 de sus correos electrónicos. En uno le enviaba a una amiga un enlace a unos zapatos Louboutin de 3.795 libras (hoy 3.550 euros) junto a un mensaje: “No están hechos para el público en general”. La amiga respondió: “Desafortunadamente, no van a ser útiles pronto”.
Cuatro años más tarde, dió su primera entrevista en guerra al canal Rusia 24. “No soy muy distinta de muchas otras personas en Siria. Mi familia ha sido afectada como cualquier otra”, decía. Asma desveló además que le propusieron huir con sus hijos, pero eligió quedarse: “No hay que ser un genio para saber lo que buscaban. Era un intento deliberado de hacer añicos la confianza del pueblo en su presidente”. El académico Landis explica que los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses trataron sin éxito de dividir a la familia con la esperanza de que cayese El Asad sin generar el caos que siguió a la defenestración de Sadam Husein en Irak en 2003.
Ese mismo 2016, murió su suegra, Anisa —que había tratado de limitarla al rol de madre—, y ganó aún más protagonismo. Desde entonces, ha superado un cáncer de mama y en la cuenta de Instagram de la presidencia aparece casi tanto como su marido.
Pero en Reino Unido la policía la investiga preliminarmente por complicidad en crímenes de guerra, con base en un archivo confidencial presentado por un bufete de abogados. Por ahora, conserva la nacionalidad británica.
“Si somos fuertes juntos, superaremos esto juntos. Te quiero”, le decía a su esposo al comenzar la guerra, en un correo filtrado. Tras 12 años suspendida, Siria ha vuelto a la Liga Árabe y quienes trataron de derrocar a El Asad lo reciben con besos y abrazos. Asma lo acompañó en marzo a Dubái, en su primera salida pública al extranjero desde 2011. Para florecer en el desierto, hace falta paciencia y voluntad.
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