Hay que ser claros en las últimas palabras
Dudas sobre si al morir Nelson dijo “Bésame, Hardy” o aludió al destino en turco
Mi ex profesor de inglés, Mike, me envía una nota advirtiéndome de que, según algunas fuentes apócrifas, las últimas palabras de Nelson moribundo en el puente del Victory al capitán Hardy no fueron las famosas “bésame Hardy” (“kiss me Hardy”, la traducción es mía, puedes estar orgulloso, Mike), como señalaba yo en mi pasado y muy celebrado artículo, sino “Kismet, Hardy”. Y, apunta Mike, pinturero: “Kismet es una palabra árabe que significa destino”. Así que Nelson lo que habría dicho es “el destino, Hardy” o “me ha tocado espicharla, tío, que le vamos a hacer”, en una versión más libre. Lo cual, sin embargo, no explica por qué a reglón seguido Hardy le besó en la frente. Podemos imaginar, entonces, que las últimas palabras del almirante debieron ser en realidad, “he dicho kismet y no kiss me Hardy, don’t piss me off!” -¿sería mejor don’t fuck with me, Mike?-.
Es indudable, sea como sea, que Nelson conocía la palabra kismet. En puridad, kismet no es árabe sino turco otomano (la forma árabe es quisma). Y en esa época, los imperios británico y otomano eran aliados contra los franceses. De hecho, Nelson estuvo con sus barcos en Estambul y era muy querido del sultán Selim III (¿kiss me, Selim?) que creó para él específicamente la Orden de la Luna Creciente (Osmanl Milali’nin soylusu, si no me falla el turco) para recompensarle por la victoria sobre la flota de Napoleón en Abukir (1798). También le regaló, y aquí ya entramos en terrenos de la moda y complementos, el famoso celenk, el broche en forma de pluma, que llevaba el almirante en el sombrero y que fue robado en 1951 del National Maritime Museum (NMM) de Greenwich, sin que se sepa dónde ha ido a parar y a mí que me registren. Fueran sus palabras las que fueran, Nelson fue metido -confiemos que ya del todo muerto, y callado-, a fin de conservarlo, en un barril de coñac capturado a los franceses. No sé decirles si iba vestido o no, y me pesa porque eso es relevante en ICON.
De todo esto se desprende la necesidad de ser muy claro en tus últimas palabras y preferentemente no usar el turco, y menos a bordo de un buque inglés sometido a cañonazos. Vamos a destacar en el género la claridad en cambio de un Laurence Sterne: “Hasta aquí hemos llegado”, del explorador Stanley: “Suficiente”, o de Humphrey Bogart: “Nunca debí cambiar el whisky por los martinis”. Sintiéndose morir, Josephte Brillat-Savarin, que estaba cenando, dijo como final: “¡Rápido, el postre”. Y ante la guillotina, el delincuente Matthias Kneissl soltó: “¡Empieza bien la semana!”. Tengo una debilidad por la postrera frase (al verdugo, Jack Ketch) del duque de Monnmouth, ejecutado en Londres en 1685: “Seis guineas para ti si no me decapitas como hiciste con Lord Russell” (al que Ketch había despachado pésimamente); aunque la propina no le sirvió de mucho porque el ejecutor precisó de cinco hachazos, que ya son, para separarle la cabeza. Es cierto que luego escribió un texto de disculpa…
Entrañable Stan Laurel: “Preferiría estar esquiando”. E impecable, para acabar, la última frase, autorreferencial, del actor y doblador Mel Blanc, que ponía voz a Bugs Bunny: “Eso es todo amigos”.
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