El centurión ¿gay? del Evangelio sobre el que los teólogos no se ponen de acuerdo
La interpretación de uno de los milagros más conocidos relatados en el Nuevo Testamento enfrenta posiciones entre quienes defienden el sentido tradicional y quienes dicen que, de forma explícita, contiene una negativa de Jesús a condenar la homosexualidad
Las disputas teológicas, desde hace siglos, tienen a menudo como objetivo una palabra, un matiz, una duda filológica que, amplificada por la mirada religiosa, puede adquirir dimensiones extraordinarias. Una de las más recurrentes alude a un episodio de la vida de Jesús narrado en los Evangelios de Mateo y de Lucas. Es un relato muy conocido: en la traducción que se maneja habitualmente, cuando Jesús se encuentra en Cafarnaún recibe la petición de un centurión romano que le pide que obre un milagro para sanar a su “siervo”, que se encuentra gravemente enfermo. Cuando Jesús se dirige a su casa, el centurión sale a su paso y le dice que no es necesario que entre en su hogar, considerado impuro, pero que sabe que solo con su palabra podrá obrar el milagro. En efecto, cuando el centurión regresa a su residencia, encuentra al enfermo instantáneamente curado. Es un episodio tan popular que, en la celebración católica de la Eucaristía, millones de fieles recitan una variación de sus palabras antes de la comunión: “No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. El relato, contado en términos parecidos por Mateo y Lucas, ofrece múltiples interpretaciones. En general, además de para verificar la capacidad milagrosa de Jesús, se suele emplear como imagen para ilustrar la fuerza de la fe, capaz de desear que el milagro de la curación se realice a distancia, solo con la palabra. Eso es lo que lleva a Jesús a decir “Ni en Israel he encontrado una fe tan grande”, que son las palabras con que concluye el episodio.
Hasta ahí, la versión más extendida. Sin embargo, desde hace años de vez en cuando aflora una polémica entre distintos sectores de la Iglesia a costa de una disquisición filológica. ¿Era el enfermo verdaderamente un “siervo” del centurión? Varios teólogos y expertos biblistas han alertado de que el término griego que aparece en el texto de Mateo para designarlo, pais, no alude en el lenguaje militar de la época a un siervo sin más –doulos, el término que emplea Lucas–, sino a uno que establece con su amo una relación afectiva y sexual. Un amante o una pareja homosexual, aunque no en igualdad de condiciones, dada la diferencia social entre uno y otro. De ser así, este relato sería la única alusión directa al fenómeno de la homosexualidad en el Evangelio, por mucho que la mayoría de traducciones hayan omitido esta interpretación para optar por “hijo” (que resulta dudoso, puesto que los centuriones tenían prohibido tener descendencia y familia) o por “servidor” a secas (pero “muy querido por este”, según palabras de Lucas que sugieren una relación más allá de la servidumbre).
La relación de pareja entre el centurión y su siervo no procede de una interpretación excéntrica, sino muy difundida. Es normal hallarla en libros y artículos que abordan el catolicismo desde la óptica LGTBI. Incluso existe una asociación católica LGTBI argentina cuyo nombre, El Centurión, remite a esta lectura. Este año, su alcance ha traspasado los límites de estos círculos. El libro Evangelio 2023, la guía de lecturas bíblicas acordes al calendario litúrgico que publica anualmente la editorial San Pablo, una de las más veteranas y respetadas en el panorama editorial católico, incluye esta interpretación en los comentarios que acompañan este fragmento, que es la lectura del Evangelio del primer lunes de Adviento. El responsable de los comentarios, Xabier Pikaza, es un veterano teólogo con sobrada experiencia, numerosas publicaciones y que, además, fue catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca durante tres décadas, hasta 2003. Pikaza también es una de las voces que, en el marco español, se han pronunciado claramente a favor de la integración del colectivo LGTBI en la Iglesia. Su interpretación de los versículos de Mateo se alinea con esta idea. Según el comentario que ha redactado, el centurión es “un hombre duro, profesional de la guerra, hombre herido, porque su siervo/amante está enfermo; hombre odiado por muchos nacionalistas judíos y despreciado por otros más legalistas, por su posible conducta homosexual. Para venir como viene, ha debido ‘superar’ (abandonar) su orgullo militar y su presumible humillación sexual, suplicando a Jesús que le ayude”. Si en otros casos, cuenta Pikaza, Jesús se atreve a romper la frontera invisible que impedía acercarse a los leprosos, “aquí atiende al dolor del soldado de conducta ‘irregular’, mostrándose dispuesto a entrar en su casa-cuartel, aunque sea impura. No le sataniza, ni expulsa, sino que le cura para que él pueda curar a su siervo/amante”.
La guía litúrgica de 2023 no era la primera vez que Pikaza se aproximaba a este episodio. En un artículo publicado en 2015 en su blog del portal especializado Religión Digital, analizaba con detenimiento las implicaciones de este fragmento, una vieja polémica que, a pesar de todo sigue siendo una herida abierta en ciertos sectores de la Iglesia. El pasado 18 de diciembre el Papa tomaba una decisión sin precedentes al autorizar las bendiciones a parejas homosexuales que, aunque están lejos de equipararse al matrimonio –y en eso el Vaticano es taxativo–, sí muestran una evolución y una apertura frente a la anterior posición oficial de la Iglesia, que sostenía que no podía “bendecir el pecado”. Sin embargo, semanas antes del anuncio, tras hacerse pública la inclusión del comentario de Pikaza en la guía de lectura, ciertos círculos llamaron en redes sociales a boicotear la editorial San Pablo y Paulinas por dar cabida a lo que consideran interpretaciones heréticas (de “tremenda herejía” lo cataloga una de las más combativas) del Nuevo Testamento. La respuesta desde el entorno de Pikaza ha llegado en forma de un artículo que defiende la labor académica e intelectual del teólogo ante los argumentos de sus detractores, y denuncia la campaña emprendida desde medios conservadores.
El misterioso centurión, una figura cuyo nombre ni siquiera conocemos con certeza, vuelve a poner sobre la mesa un debate vivo y todavía por resolver. Podrían parecer discusiones bizantinas, pero forman parte del fenómeno que Frédéric Martel describió en su influyente investigación Sodoma, y según el cual todas las alusiones a la homosexualidad son ferozmente atacadas en el seno de la Iglesia Católica en un intento de negar y ocultar la presencia secular de la homosexualidad en sus propias estructuras de poder. Sin embargo, en los últimos años distintas voces, especialmente en el ámbito anglosajón, han reivindicado la necesidad de tender puentes entre la Iglesia Católica y la comunidad LGTBI. En su artículo de 2015, Pikaza citaba a teólogos como Halvor Moxnes o John Boswell, que investigó en dos influyentes libros en los años noventa (Bodas de semejanza y Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad) la aceptación de las relaciones y las uniones homosexuales en la primitiva iglesia cristiana, antes del siglo XIV. En nuestros tiempos, el teólogo James Alison, autor del fundamental Una fe más allá del resentimiento (2003, traducido al español en la editorial Herder) ha defendido la posibilidad de leer la Biblia en clave gay y recordado un detalle que a menudo se olvida: que lo que no figura en los Evangelios es una condena directa de Jesús hacia las personas LGTBI, que han sido durante siglos objeto de persecución, castigo y maltrato por parte de la Iglesia.
Otro partidario de la apertura es el jesuita estadounidense James Martin, cercano al Papa Francisco, y cuyo ensayo sobre el tema, Tender un puente. Cómo la Iglesia Católica y la comunidad LGTBI pueden entablar una relación de respeto, compasión y sensibilidad se ha convertido en un pequeño éxito de ventas. Publicado en Harper Collins en 2018, su traducción al español, por la editorial Mensajero, va ya por su tercera edición. En dicho libro, curiosamente, aparece el centurión, pero no como homosexual, sino como símbolo y casi parábola. “He escuchado esa interpretación, y es muy interesante que el centurión, al menos en Mateo, no use la palabra doulos, que casi siempre se emplea en los Evangelios para definir a un ‘siervo’ o ‘esclavo”, explica Martin a ICON. “Como señala Xabier Pikaza, el término empleado es pais, que significa chico o joven. Desde luego, el centurión debía sentir mucho afecto por su sirviente; de otro modo no habría molestado a Jesús para curarlo. ¿Pero eran los dos amantes? ¿Por eso el centurión dice que no es ‘digno’ de que Jesús entre en su casa, tal y como se ha sugerido? No soy experto en griego, pero la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento dicen que esta interpretación no está demostrada”. A pesar de su reticencia a aceptar esta lectura, Martin, responsable del portal católico LGTBI Outreach, sugiere una interpretación cercana. “Pero incluso aunque pais significara solo ‘siervo’, este relato muestra a Jesús dirigiéndose a alguien totalmente fuera del entorno judío. En otras palabras, es probable que el centurión no fuera monoteísta y, desde luego, no era judío. Pero en lugar de expulsarlo llamándolo ‘pagano’ o ‘pecador’, Jesús lo trata con mucho respeto, elogia su fe y le hace un gran don. Es una muestra temprana de cómo Jesús trata a las personas marginadas y, por tanto, signifique lo que signifique pais, demuestra cómo deberíamos tratar a todos los que consideramos como ‘el otro’, incluidas las personas LGTBI”.
El gesto de apertura de la Iglesia a las parejas LGTBI permite intuir que parte del Vaticano piensa como Martin. En una Iglesia acuciada por las luchas internas y por las corrientes teológicas en conflicto, acorralada por el escándalo de los abusos sexuales y por sus propias contradicciones, algo tan sencillo como un relato repetido mil veces puede suscitar toda una tormenta mediática. El centurión sin nombre –aunque hay quien lo nombra Gaius, a partir de otra fuente– que acudió a Jesús para sanar al hombre que amaba (su siervo, su amante o su pareja) lleva ahí desde el inicio, en un Evangelio donde lo que no hay es ninguna condena explícita de Jesús a la diversidad sexual. Algo que, durante siglos, buena parte de la Iglesia ha dado por sentado.
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