Froilán, nuestro ‘punk’ goyesco
El terremoto borbónico nunca ha defraudado a quienes siempre han sostenido que la semilla de una nueva República germinará precisamente de puertas para adentro
Contaba el nieto del emérito que con tan solo 12 años fue cuando la intrahistoria de España fijó una de sus imágenes más inolvidables y perturbadoras: la de la efigie de don Jaime de Marichalar siendo retirada de las dependencias del Museo de Cera de Madrid por dos operarios en una carretilla. La desaforada violencia de la imagen podría espolear el mayor de los traumas en el primogénito Froilán y justificar, así, su progresiva transformación en un Angry Young Rebel, versión royal, pero lo cierto es que el muchacho ya apuntaba maneras, como atestigua su expediente escolar y como bien supo demostrar él mismo cuando, en plena boda real, se entretuvo pateando pajes, bajo ese diseño goyesco de Lorenzo Caprile que le convirtió en una respuesta castiza a la noble tradición del glam punk.
Grande de España y caballero divisero hijodalgo del Ilustre Solar de Tejada, el terremoto borbónico nunca ha defraudado a quienes siempre han sostenido que la semilla de una nueva República germinará precisamente de puertas para adentro. Su disciplinaria expulsión a Abu Dabi después de un rifirrafe nocturno que dejó en la prensa una estela de palabras de tan poco aristocrático abolengo como navajazos y pechotes no ha hecho sino incendiar la imaginación de quienes siguen su traviesa trayectoria con la esperanza, quizá ilusa, de un cambio de paradigma político.
Que después de sus complicidades noctámbulas con su hermana Victoria Federica (lo más emo de la familia real) venga un festival de trapisondas a pleno sol de la mano de su abribonado abuelo, garantiza buenas dosis de diversión y gran espectáculo a falta de ese alzamiento popular que quizá tanto desparpajo y tanta tarjeta opaca estén pidiendo a gritos. Si su padre fue el primer expulsado de ese gran reality que es la deriva de las monarquías europeas en el siglo XXI, Froilán sigue ahí como santo patrón de quienes son capaces de dispararse el pie y seguir caminando sobre las acolchadas suelas de una patente de corso.
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