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La paradoja y el estilo
Columna
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Sonámbulos en 2023

El 2022 fue el año del bloqueo, tanto que terminó con la imagen del portón de una mansión en Puerta de Hierro, Madrid, blindado

Duques de Sussex
Enrique y Meghan Markle, duques de Sussex, durante una visita a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, en septiembre de 2019.Samir Hussein (WireImage)
Boris Izaguirre

El año ha terminado con un anuncio tan estremecedor como enmudecedor. Y no, no vino para nada señalado entre las palabras del discurso del Rey en Nochebuena, que prefirieron centrarse en grandes abstracciones del siglo XXI, como la polarización, la división social y el resquebrajamiento de las instituciones antes que hurgarse en el ojo propio, que en definitiva es lo que le gusta a la gente. Por eso, un año más en mi personal selección de cosas que deseo ver futuribles empezaría con que el discurso del Rey incluya a las tres mujeres que forman su familia. El Rey y la Reina que hablen sentados en un mismo sofá y sus hijas desde Zoom o ya directamente desde el metaverso.

2022 fue el año del bloqueo, tanto que terminó con la imagen del portón de una mansión en Puerta de Hierro, Madrid, blindado. Al final de año, su mejor metáfora. Lo que suceda o no detrás de esa reja será tan importante en 2023 como el propio desbloqueo. Tanta tensión solo nos ha traído quebrantos. Incluso una amistad como la de Chenoa y Rosa de Operación Triunfo ha estallado. No es grato ni bonito, pero ha generado un debate interesante. Amiga y compañera son cosas distintas. Las confundimos. Y Laura (como llama Rosa a Chenoa) probablemente intenta que lo aprendamos a diferenciar. Muy posible que tengamos más compañeros que amigos, que el móvil no es un amigo, pero sí un compañero. La pareja te acompaña, pero no es amiga. El amigo sufre diferente y no siempre sabemos ver o entender su sufrimiento. Reflexiones importantes para el 23.

Meghan y Enrique, ¿qué pasará con ellos tras la coronación de Carlos III el 6 de mayo? ¿Les abuchearán durante el evento? La docuserie fue un hit, todavía hablamos de ella. Aunque yo me cambié a Emily in Paris estas navidades, porque me chifla su instagramera irrealidad. Lily Collins es como Enrique, su papá también es rey y rico. Debería encontrar un heredero este año para casarse el mismo día de la coronación, eclipsarlo todo, con una música cool y una ropa desquiciante, igual que en sus supernumerazos para Savoir. ¡Sería el gran triunfo de la distopía hiperpositiva de Emily in Paris! Ese es el gancho de la serie: más que evasión es la metaevasión. Estas dos series, ambas en Netflix, sintetizarán esta década. Si vamos a soñar despiertos, hagámoslo un poco sonámbulos. Por más que critiquemos a los Sussex por quejicas, y a Emily por banal, necesitamos sus llantos y desvaríos para sobrevivir. Ellos, los que nos dan de comer tortas.

Ana María Aldón parecía simple, como Meghan, y puede depurarse como un estilo en sí misma. Tiene todos los puntos para engrandecer su gesta y ojalá, cuenta corriente, en el 2023. En un momento en que los estilismos no se comentan, revierte esa tendencia con su favoritismo por los abrigos y chalecos capa. Se ve a sí misma mosquetera (y me la juego que disfruta Emily in Paris junto a su hija). Aunque dio un poco de hastío (el momento chicle de su separación fue laaaargo), hay ilusión en el mundo del interiorismo patrio por ver cómo monta su nueva propiedad en Guadalajara. Aldón tiene mucho de dónde tirar. De Ortega Cano, del fantasma de Rocío, de los archivos de La Fábrica de la Tele. Hombre, Guadalajara no estaba tan de moda desde los tiempos de Marina Castaño y Camilo José Cela.

En el año del bloqueo, avanzan a toda velocidad unos nuevos Bonnie & Clyde: Froilán y Victoria Federica, los nietísimos del emérito. También apuntan maneras de El Gordo y la Flaca, la Dama y el Vagabundo, hermanados por una velocidad generacional casi sin barreras. ¿No están demasiado solos los nietos preferidos de Juan Carlos?

Para despedir 2022 lo mejor es disfrutar de La Sonnambula, la bellísima, intrigante, casi desconocida ópera de Bellini representándose en el Real, en un deslumbrante montaje firmado por Bárbara Lluch, con una despiertísima Nadine Sierra en el papel titular. Estrenada el 6 de marzo de 1831, nos sorprende casi 192 años después con una historia sobre celos infundados y sonambulismo. La guinda perfecta para el año en que despertamos dentro de una pesadilla.

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