¿Dónde vas, Elon Musk?
No le importa lo que pensemos de él. Le vale que su nombre y Twitter estén siempre en la conversación: la clave de su imperio. Y es la razón que explica su elección de atuendo de Julio César para acudir a la fiesta de Halloween de la modelo Heidi Klum
No entiendo bien la obsesión de Elon Musk, flamante nuevo propietario de Twitter, por cobrar una cuota mensual de las cuentas oficiales. En primer lugar, entiendo que debería subir también el precio de las cuentas anónimas, que para muchos sirven de refugio para incentivar el odio y división que tiene algo que ver con el caos al que nos acostumbramos a vivir. Entiendo que la libre existencia de esas cuentas fomenta el criterio de libertad de la Red, pero está más que demostrado que ese anonimato desmantela cualquier buena intención o sentimiento.
Siguiendo el lenguaje tuitero podría escribir: “¡Los que tienen que pagar son los anónimos, esos que se escudan tras sus alias para ventilar su enfado, frustración o sentimiento de abandono! Seguro que son muchos más que las celebrities con ganas de decir algo”. Pero, claro, en Twitter me pondrían a parir con lo de que soy un famoso antianónimo esos que me ven en programas de televisión, los que no leen mis libros, los que sí, los que me aplauden en La resistencia. División siempre, ante cualquier asunto u opinión, enfrentamiento como respuesta. El dilema llega cuando esta conducta se desparrama por todas partes. Y, al final, no te queda otra salida que abandonar Twitter. Cuesta un poco, señor Musk, porque el principio de la Red que acaba de adquirir era la opinión, el debate, compartir y contrastar ideas y creencias. Si me marcho, como según cuenta The Wall Street Journal están haciendo muchos de los cuentistas con el sellito azul, ¿quién me devuelve los 10 años de debate, información y risas, humor y desorden que me dio Twitter antes de que se volviera una Inquisición moderna?
Lo más probable es que Elon Musk no lea este artículo. Ni los otros que se han publicado sobre él y la red social esta semana, incluyendo el de mi admirada Luz Sánchez-Mellado. Reconociéndose adicta a Twitter así como activa de todas sus triquiñuelas. A Musk no le importa lo que pensemos de él. Le vale que su nombre y Twitter estén siempre en la conversación: la clave de su imperio. Y es la razón que explica su elección de atuendo de Julio César para acudir a la fiesta de Halloween de la modelo Heidi Klum. ¿A dónde vas, Elon Musk?
Corinna Larsen sigue. Y ahora participará en un podcast. Y un artículo sobre la noticia sorprende con una frase: “Never fight with a pig” (nunca luches contra un cerdo), al parecer un refrán que un íntimo amigo de Juan Carlos I empleó para resumir el silencio que el entorno del emérito guarda “tras la última batalla de Corinna”, que podría ser ese podcast. “Nunca luches contra un cerdo: te vas a llenar de mierda y el único que se va a divertir es el cerdo”. Esto se publicó el jueves. Aquí también sigo sin entender quién es el cerdo, pero me declaro fan de la frase.
En realidad, estamos rodeados de poderes que se divierten con nosotros y que se comen todo de nosotros, como del cerdo. Puede que los podcasts se conviertan en el medio de comunicación masivo del futuro y Corinna consiga conservar sus 65 millones y mejorar la percepción pública de su persona (en España y entre los juancarlistas va a ser difícil). Pero siento la necesidad de aclararle una cosa a la señora Larsen acerca de su podcast, porque yo también participo en uno en Audible, sobre libros y autores. Es mucho más entretenido si el podcast es una conversación y no un monólogo. Imposible en este caso, porque el interlocutor que todos deseamos no va a poder atenderla. La otra opción sería convertirlo en un thriller, al estilo de Solo asesinatos en el edificio, algo que en la realidad ya lo es y bastante. Con los principales sospechosos de protagonistas y ninguno es anónimo.
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