El retorno madrileño y agridulce de Belinda: “Quiero a mi país, pero ojalá que ellos me amaran más de lo que me odian”
A sus 32 años, la cantante y actriz abraza sus raíces para reinventarse y replicar en España los éxitos que han hecho de ella una estrella generacional de la música latina durante dos décadas
Apenas han pasado cinco minutos desde que empezó a posar ante la cámara y ya le han pedido un selfi. Teniendo en cuenta las altas temperaturas de la jornada, que invitan más a siesta veraniega que a paseo, y la quietud de barrio en el que nos encontramos, sorprende lo inmediato de la detección. “Es que hay muchos latinos en Madrid”, dice casi excusándose Belinda Peregrín, conocida a nivel global solo por su nombre de pila, tras atender solícita la petición del espontáneo. Ni los 9.000 kilómetros que separan la capital española de Ciudad de México disimulan la fama mayestática de esta cantante y actriz de 32 años. Icono pop durante dos décadas, ahora se encuentra inmersa en un proceso de reinvención vital que la llevó a mudarse a España el pasado mes de marzo. Una decisión que, tras quitarse los zapatos y acomodarse en un sofá de terciopelo rojo, celebra con entusiasmo: “Las raíces siempre llaman en algún momento de la vida. Para mí está siendo como regresar a la infancia, noto que forma parte de mi ADN”.
En España nació y vivió hasta los cuatro años y en España despliega ahora una agenda copada por la grabación de nueva música, el rodaje de la segunda temporada de la serie de Netflix Bienvenidos a Edén y el lanzamiento de sencillos junto a Ana Mena (Las 12, candidata a canción del verano) u Omar Montes (Si tú me llamas). Las colaboraciones dictan la industria discográfica y también la trayectoria reciente de Beli, como la conocen sus amigos, que cuenta en su repertorio con otras estrellas nacionales como Lola Índigo y Mala Rodríguez. Una práctica, la de dos mujeres compartiendo una misma canción, que durante décadas fue motivo de veto en la industria discográfica. “Es un gran avance porque antes solo podías colaborar con otros hombres. Era impensable que una canción de amor pudieran interpretarla dos mujeres”, admite la joven, orgullosa de haber estimulado la sororidad entre artistas.
Belinda enarbola la bandera del activismo feminista desde hace décadas, cuando las voces que se atrevían a exponer el machismo en la sociedad no eran tantas ni tan ruidosas. Convivir con la frustración de ver “como a pesar de levantar la voz nada cambiaba” y la misoginia de la industria musical —”a nosotras siempre se nos exige y juzga más”— no ha sido fácil. “¿Por qué se aplaude cuando un hombre hace playback y baila, pero a una mujer se la critica? ¿Por qué un hombre se puede quitar la camiseta, pero si una mujer va sexy se la insulta? ¿Por qué si una mujer tiene dos novios en seis meses es fácil y si un hombre va con siete es el puto amo?”, reflexiona, subiendo por primera su tenue tono de voz durante el transcurso de la charla con EL PAÍS.
Aunque hace gala casi siempre de una dulzura y cortesía made in México, los enojos dialécticos de Belinda, “honestos, pero directos”, desprenden un indudable pedigrí español que ella misma reconoce. Admiradora de Lola Flores y Rocío Dúrcal, y formada en sevillanas, en sus paseos por Madrid suele perderse por los tablaos flamencos que visitaba cuando era una niña. La cantante se subió a los escenarios con ocho años, con 10 debutó en una popular telenovela y con 14 lideraba las listas de éxitos. Los momentos malos abundaron, pero consiguió no convertirse en un juguete roto. “Creces muy rápido, aunque en el fondo sigues siendo una niña”, reflexiona, “no era consciente de que tenía la responsabilidad de entretener a millones de personas, solo trataba de dar lo mejor de mí”.
Gran parte de la culpa de su carrera musical, y del carácter y personalidad de la artista, es de su abuela Juana. “Juana Moreno de la Plaza”, precisa Belinda, cuyos enormes ojos azules no tardan en empañarse al recordar que falleció hace justo un año, apenas tres días después de que aterrizara en Madrid para rodar Bienvenidos a Edén. “Es la mujer que más he querido en mi vida. Mi mamá tuvo depresión posparto cuando yo nací, lo pasó muy mal durante un tiempo, así que ella me crio. Tenía una peluquería en el centro y recuerdo cómo las mujeres decían, ‘Vamos a que la Juani nos eche las mechas”. Ha salido a ella, corrobora. A pesar de su mudanza a la capital, no ha sido capaz de volver a pisar la casa en la que vivía: “Tengo el dolor tan presente que no puedo ni acercarme a su barrio. No he superado el duelo, estoy negada”, añade mientras extiende sus manos para ratificar que el mero recuerdo de una mujer “independiente, empoderada y muy feminista” le provoca una sudoración espontánea.
Juana fue también quien la empujó a esconder la vergüenza y desplegar un talento que ha despachado más de 15 millones de discos vendidos, tantos como seguidores tiene en Instagram. Pero Belinda, que concibe decenas de artículos con cada nuevo look, tiene claro que antepone el amor real de un puñado de personas a la legión de admiradores digitales que ostenta: “No puedo afirmar que tenga ni 15 personas que me quieran de verdad, creo que las puedo contar con los dedos de una mano… A veces a quién más me he entregado más me ha apuñalado luego”, concede. Si bien evita mencionar el nombre, su reciente ruptura sentimental con el también músico Christian Nodal ha copado las portadas de los tabloides mexicanos con una exposición y crudeza inusitadas. Toca pasar página: “Hay veces que prefiero no decir cómo me siento de verdad, para que mis fans no vayan a la yugular de las personas que me han hecho daño”.
Belinda se esfuerza en conciliar el afecto indisimulado que siente por la patria y la condena de los agravios y heridas, muchas aún sin cicatrizar, que la opinión pública y mediática le han infligido a lo largo de los años. La relación, hoy, se antoja tóxica. “Es triste que donde más me han juzgado y atacado haya sido en mi propio país. Han sido muy injustos conmigo, lo he pasado muy mal. Yo los quiero, pero ojalá ellos me amaran más de lo que me odian”, explica, debatiéndose entre el abatimiento y la capitulación. El escrutinio sobre ella se hipertrofia hasta el punto de que el propio presidente mexicano López Obrador se pronunció públicamente sobre los supuestos problemas fiscales de la cantante. “Ser el mandatario de un país debe ser muy complicado, es una autoridad y se merece todo el respeto del mundo”, concluye la aludida, sin echar más leña al fuego. ¿Esto es lo que significa ser Belinda en México? La joven sonríe y recupera la dulzura característica de su rostro: “Pues bueno… para lo bueno y para lo malo”.
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