William Shu, el rey del reparto de comida a domicilio que empezó en la banca
Deliveroo salió a Bolsa en Londres la semana pasada y ha protagonizado uno de los peores estrenos de los últimos años, lastrada por las reclamaciones laborales de sus ‘riders’
William Shu nació en Connecticut (Estados Unidos) en diciembre de 1979 de padres taiwaneses. Hoy, su liderazgo en Deliveroo, empresa que fundó en 2013 junto a su amigo de la infancia, el ingeniero de software Greg Orlowski, lo ha convertido en el rey del reparto de comida a domicilio. Un título que lleva aparejado el éxito de la idea que surgió de una necesidad y los varapalos que está recibiendo por la situación laboral de los ciclistas que forman parte de su red de distribución.
El pasado miércoles 31 de marzo Deliveroo salió a Bolsa en Londres y la empresa distribuyó unas imágenes de su fundador envuelto en una explosión de globos y confeti de color turquesa, el mismo que protagoniza su imagen corporativa y las características bolsas que llevan sus repartidores. Era un momento histórico para la compañía en sus ocho años de existencia pero la alegría escondía fisuras que pronto se convirtieron en abismos. Las exultantes imágenes de celebración habían sido grabadas con antelación debido a las restricciones impuestas por la pandemia y lo que ocurrió en el parqué bursátil quedó lejos de las expectativas que el mercado y los dirigentes de la compañía habían imaginado.
La sonrisa de Shu, de 41 años, no duró mucho porque cuando comenzó el movimiento a las ocho de la mañana en la Bolsa de Londres, las acciones de la empresa llegaron a desplomarse hasta un 30%. Los analistas no dudaron en achacar el varapalo a las condiciones laborales de sus riders, que trabajan como autónomos y cuyos derechos están empezando a verse reconocidos en los tribunales de países en los que operan, entre ellos España. También influyó que la estructura de acciones de doble clase elegida para su salida a Bolsa proporciona mayor control a su fundador, que no es otro que William Shu.
Ni una cosa ni otra resta visión a este estadounidense afincado en Londres y que ahora reside en el elegante barrio de Notting Hill. Shu se licenció en la Universidad de Northwestern y consiguió su primer trabajo con Morgan Stanley como analista de banca de inversión en 2001 en Nueva York. Como tantos otros empleados de grandes corporaciones sus horas de trabajo se prolongaban y así se convirtió en cliente habitual de los servicios de comida para llevar que tanto abundan en la ciudad estadounidense. En 2004 se mudó a Londres y su experiencia como usuario de servicios de reparto le hizo pensar que él podría hacerlo mejor. Así fue como buscó la ayuda de un amigo del colegio, Greg Orlowski, para crear juntos en 2007 una primera versión de Deliveroo que no llegó a despegar.
En 2010 William Shu regresó a Estados Unidos para cursar un MBA en Wharton y aunque recuerda aquella época como “un recreo” también ha dicho de ella que le permitió tener “tiempo para pensar”. Tanto como para que en 2013 Shu y Orlowski volvieran a intentarlo y construyeran, desde el piso que Shu tenía en Chelsea después de haber regresado a Londres, los cimientos de lo que actualmente se conoce como Deliveroo. El proyecto ya nació ambicioso, se trataba de conseguir que sus clientes pudieran recibir cualquier alimento que quisieran donde quisieran.
William Shu se convirtió durante seis horas al día en el primer rider de su incipiente negocio, con su bicicleta y ataviado con el uniforme reflectante que ahora luce un ejército de 100.000 mensajeros en 12 países y que conecta a más de 115.000 restaurantes, según ha publicado The Times. Una experiencia que le sirvió para ir tomando nota de las dificultades que se iban presentando. Un perfil del empresario publicado en Forbes desveló que en aquel tiempo llegó a entregar una pizza a un exjefe suyo que pensó que estaba pasando por momentos difíciles. Situación que él no se molestó en desmentir.
Londres, Brighton, París, Berlín... fueron las siguientes ciudades que conquistaron los riders de las neveras azul fosforito. En 2016 la firma ya estaba considerada un unicornio —término que se utiliza para definir a las compañías de capital privado, no cotizadas, cuya valoración ha superado los 1.000 millones de dólares—, y ese mismo año también la abandonó discretamente Greg Orlowski para emprender nuevos proyectos. Encontrar una solución para la situación laboral de sus repartidores y sus planes de crear centros de comida propia son los siguientes retos que Shu deberá afrontar para volver a sonreír y recuperar la confianza de un mercado en el que la comida entregada en la puerta de casa parece haber llegado para quedarse.
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