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El Mago Pop: “Cuando acaba el espectáculo vuelvo a ser el chico tímido de Badia”

Antonio Díaz, el ilusionista que se ha convertido en el más taquillero de Europa y estrenó teatro propio el mismo año que tuvo que batallar con la pandemia

El Mago Pop, Antonio Díaz.
El Mago Pop, Antonio Díaz.Carlos Rosillo

A Antonio Díaz —nombre real del Mago Pop— le quedan pocos sueños por cumplir. Uno de ellos es actuar en Broadway, e iba a hacerse realidad este verano, pero el coronavirus retrasó el que será, cuando se cumpla, afirma Díaz sin perder la esperanza, el momento más importante de su carrera. Otro de sus sueños era tener un teatro propio. En marzo de 2019 logró materializar ese “sueño vital” al comprar el teatro Victòria de Barcelona. Sin embargo, la pandemia volvió a truncar sus planes y le obligó a cerrar y posponer el espectáculo Nada es imposible, con el que continuaba acumulando récords, algo a lo que ya está acostumbrado el mago europeo más taquillero del mundo.

No se prodiga en redes sociales ni se pone a debatir sobre temas de actualidad. Antonio Díaz, de 34 años, es una persona discreta. El ilusionista, actor y empresario había llenado la agenda de desafíos profesionales para este 2020, y aunque no han salido como él esperaba, ha podido “resistir y seguir soñando”, explica por videollamada. “Ha sido muy duro”, reconoce, al pillarle la pandemia durante el primer año de puesta en marcha de su flamante teatro. “Esto te hace ver que todo puede suceder, incluso lo que parece imposible”. Díaz hila el título del espectáculo hasta con una pandemia. Pero todo esto, no duda, también le ha servido para reafirmar que posee un proyecto sólido. “Soy muy optimista y sé que lo sacaremos adelante”, aunque espera que algo así no vuelva a ocurrir.

Las ilusiones de este ilusionista parecen intactas, a pesar de que es la segunda vez que retoma el espectáculo desde marzo. “El mundo del teatro es muy complicado en estos momentos. Para nosotros abrir no es solamente una cuestión numérica, porque ahora mismo es muy difícil que salgan los números en un espectáculo como el nuestro”, reconoce. Ahora la preocupación del equipo está en acatar las medidas de seguridad. “Tenemos que ser súper puntillosos. Antes teníamos un objetivo, que el espectáculo fuese extraordinario. Ahora queremos que el espectáculo sea extraordinario y que las medidas también lo sean, que la gente no solamente tenga sensación de seguridad, sino que llegue un momento que se olvide y disfrute. Este es el mayor desafío: que la gente durante una hora y media se olvide de todo”.

Alguien que asegura que la cara más bonita del éxito es poder hacer lo que le gusta “con la platea llena y que cada día sea una fiesta” —y que no ha visto una butaca vacía en seis años de espectáculos con alrededor de 400 shows al año— define como “extraño” enfrentarse a las limitaciones de aforo. Pero reconoce que ha estado muy malacostumbrado. Díaz es el artista español que más entradas ha vendido durante los tres últimos años, con más de millón y medio de espectadores. En 2019 batió récords de preventa (por encima de El rey León) y es el primer ilusionista europeo en tener un programa de televisión (El Mago Pop) que se emite en más de 150 países a través de Discovery Max. Desde el pasado octubre, además, está en Netflix con La gran ilusión, el montaje que le dio la fama y en el que deja con la boca abierta tanto a transeúntes como a famosos.

Penélope Cruz, Javier Bardem, Victoria Beckham, Zinedine Zidane, Antonio Banderas y Arnold Schwarzenegger son solo algunos de los famosos a los que ha dejado sin habla. Sin embargo, por encima de todos siempre destacará cuando hizo levitar una bolita y la convirtió en una manzana en un guiño a la gravedad ante Stephen Hawking. “Si antes te decía que Broadway, si se da, será un highlight en mi carrera, seguro que conocer a Hawking es otro. Ese momento es algo que me guardo para siempre. Porque es inolvidable”.

Pero hasta alguien como Antonio Díaz se enfrenta en algún momento a la crítica del sector. Genii, una prestigiosa revista sobre magia lo acusó de utilizar trucos de otros compañeros sin permiso. “Es algo que se da habitualmente en este mundo”, revela. Dos de sus grandes ídolos, Copperfield y Houdini, se enfrentaron a las mismas acusaciones. “Al final todas las cosas aparecen, desaparecen, se teletransportan, levitan. Hay seis o siete tipos de efectos. Todo se puede parecer, siempre puede haber dudas, y cuando eres muy visible y haces cientos, miles de ilusiones, es normal que sucedan estas cosas”, reconoce. Esto es algo sobre lo que no evita hablar, pero que le preocupa. Para que no le vuelva a suceder, ahora dispone de un equipo de I+D para desarrollar sus propias ilusiones.

“No”, responde rotundo cuando se le pregunta si alguna vez llegó a imaginar que conseguiría todo lo que ha logrado. Aunque lo cierto es que siempre soñó con hacer cosas grandes. “Soñaba con hacer grandes espectáculos. Con volar y poder hacer desaparecer cosas grandes. La verdad es que poco a poco, lo que va sucediendo te permite soñar con lo siguiente”. Díaz no recuerda el momento en que se enamoró de la magia. “Mi madre siempre dice que empecé muy pequeñito y que ya solo hacía eso”. En el municipio en el que creció, en Badia del Vallès, en la periferia norte de Barcelona, la magia no es algo que se dé de manera natural. “Es un lugar en el que me alegra haber crecido, se pasan muchas horas en la calle con los amigos. Pero yo, que soy una persona muy introvertida, al final cada vez pasaba más horas en casa ensayando”. Díaz no duda en reconocer que era un niño “raro”. “Imagínate, para salir mago”, bromea. Hoy sus padres y sus hermanos —“que no son solo mis mejores amigos, sino que son mis ídolos”— siguen siendo su mayor apoyo y con ellos podrá pasar estas Navidades.

Díaz se siente contento al visualizar su futuro. Cuando peine canas y abandone las tablas se dedicará a programar y producir nuevos espectáculos en el teatro Victòria, un trabajo que le encanta. Al fin y al cabo se licenció en el Instituto del Teatro de Barcelona y la dramaturgia siempre ha vertebrado las funciones de este tímido valiente. “Durante esa hora y media que dura el espectáculo soy la persona menos tímida de la comarca. Pero cuando acaba vuelvo a ser el chico tímido de Badia”. También es de los que, al acabar el show, siempre creen que algo pudo salir mejor. Por eso solo hay una cosa que, cree, le falta por alcanzar: el espectáculo perfecto en el lugar de sus sueños, Broadway. “Para mí, el récord sería que fuese uno de los espectáculos más importantes de la historia también en América. Que llegue ese día y diga: ‘Está perfecto, no hay que tocar nada’. Y en eso estamos”.

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