Alberto y Paola de Bélgica mueven ficha para blindar parte de su legado
La aceptación por imperativo legal de Delphine Böel como hija del monarca parece ser el motivo de los cambios en su reciente acuerdo económico matrimonial
Nada es lo que parece o al final todo transcurre como ha ido demostrando la historia. En este caso la historia de un padre regio y una hija nacida fuera del matrimonio que ha peleado durante años en los tribunales hasta que se ha reconocido que su padre es el rey emérito Alberto de Bélgica, casado con la reina Paola, y, hasta que la ley dijo lo contrario, padre solo de tres hijos con: Felipe (el actual monarca del país), Astrid y Lorenzo.
En enero de 2020 una prueba de ADN probaba la filiación de Delphine Böel como hija del hombre que había ocupado el trono belga durante dos décadas hasta que abdicó en su hijo Felipe en 2013. En octubre este largo culebrón parecía haber puesto su punto final cuando la escultora de 52 años, que llevaba batallando desde 2013 para ser reconocida legalmente hija de Alberto II, se convirtió oficialmente en princesa de Bélgica. Su apellido pasada a ser Sajonia de Coburgo y Gotha, el de la dinastía de la familia real de Bélgica, y los años de negativa de su ya padre para hacerse las pruebas de ADN quedaban como otra mancha más en su historial. Había puesto “fin con honor y dignidad a este doloroso proceso”, como él mismo manifestó a través de sus abogados.
A partir de ese momento se sucedieron los gestos de cara a las cámaras para tratar de dignificar la situación y aportar algo de elegancia a la postura negacionista que la familia real, especialmente Alberto II, había tenido sobre este espinoso asunto. La nueva princesa, la nueva hija, la nueva hermana, como dijeron sus letrados, se alegró de esta “justa decisión” pero no dejó escapar la ocasión para aclarar que “una victoria judicial jamás remplaza el amor de un padre aunque ofrece cierto sentimiento de justicia”.
A su nueva familia no le quedó otra que escenificar la aceptación. En octubre de este año el rey Felipe de Bélgica, su nuevo hermano según había dictado la ley, recibió a Delphine Böel en un encuentro que un comunicado calificó como “cálido”. “Tuvimos la oportunidad de conocerte durante un largo y emotivo intercambio que nos ha permitido hablar de nuestras respectivas vidas y centrarnos en el interés común”, continuaba el escrito de la casa real belga. Solo una semana después eran Alberto de Bélgica y su esposa Paola quienes se reunían con la hija reconocida del monarca emérito. Ocurrió en el castillo de Belvédére y, como no podía ser de otra manera, se distribuyeron fotografías del encuentro, con los tres participantes luciendo educadas sonrisas.
Pero una cosa son las formas y otra es el fondo, y si bien en cierta manera los monarcas eméritos y el actual rey han demostrado su aceptación de la situación, no parece que piensen lo mismo respecto a no hacer algo para proteger sus bienes. Según publica Paris Match, en 2015 Alberto II y su esposa Paola cambiaron su contrato matrimonial y optaron por una separación de bienes con “división limitada de la propiedad”. Y sea a causa de la nueva hija reconocida del monarca o sea por otros intereses ajenos a ella, el hecho es que el pasado 26 de mayo lo cambiaron a una pura separación de bienes. Lo que, a efectos prácticos, todo aquello que estaba incluido en su propiedad común se ha retirado de mutuo acuerdo de ella y ahora son independientes totalmente, desde el punto financiero, el uno del otro.
Dado que la ley belga no establece en qué proporción hay que separar el patrimonio de una pareja, algunos medios ven en este movimiento una posibilidad de asegurar que este quede en su mayor parte para uno de ellos y que de alguna manera se proteja de cara a los hijos de la pareja: Felipe, Astrid y Lorenzo. Sin embargo, la decisión si puede cambiar mucho para Delphine Böel si esta acción se ha materializado en que la mayoría de los bienes de ese patrimonio común hayan quedado en manos de Paola de Bélgica, ya que la nueva hija de su esposo, no tendría derecho a heredarlos. Entre los bienes que antes tenían en común se lista una finca en el sur de Francia, apartamentos en Ostende, Roma y París y el yate de recreo Alpa.
La decisión, que se ha conocido ahora, puede estar motivada por la avanzada edad del monarca emérito pero no deja de levantar sospechas sobre las consecuencias que tiene para su nueva hija legal, ya que provoca la reducción de la parte legítima de su patrimonio. La nueva princesa podría presentar, si lo considerase oportuno, una demanda tras la muerte de su padre si se considera perjudicada, pero ella misma ha sido muy clara durante todo su proceso de legitimación como hija. Desde hace años siempre ha manifestado que su lucha no tenía nada que ver con el dinero, sino con un tema afectivo. Su madre, Sybille de Selys Longchamps, pertenece a una de las familias de Bélgica y la misma Delphine, cuando se empeñó en demostrar la paternidad de Alberto II, había sido reconocida como hija del que había sido marido de su madre y del que era su heredera, Jacques Boël, que cuenta con una fortuna que se estima mucho mayor que la del mismo rey Alberto.
El empeño de Delphine por luchar para demostrar que era de verdad hija del rey emérito provocó que Boël la desheredara, así que no parece que el dinero sea el principal motor de esta artista que, por otra parte, se gana bien la vida vendiendo sus obras.
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