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Delphine Boël, reconocida hija de Alberto de Bélgica, continúa luchando contra aquellos que la tachan de oportunista

Después de que una prueba de ADN certificara que su padre biológico es el rey emérito, la artista no ha conseguido hablar con él. Ella asegura que emprendió su reclamación por sus hijos

Delphine Boël, en Bruselas en 2017.
Delphine Boël, en Bruselas en 2017.cordon press
El País

Hace más de seis meses que la Justicia reconoció que Delphine Boël es hija de Alberto II de Bélgica. La mujer de 52 años estuvo casi una década luchando para que el rey emérito admitiera la realidad de la que tanto tiempo rehuyó. Finalmente una prueba de ADN aportó luz a este caso, el monarca tuvo que resignarse, pero no consintió en entablar una relación con su nueva hija, algo que hirió a Boël. “Se siente aliviada porque ha sido el reconocimiento oficial de algo que todo el mundo sabía pese a que era negado por Alberto. Pero la crueldad del rey en su comunicado la ha herido, porque esperaba abrir una rendija de diálogo”, reveló su abogado, Marc Uyttendaele, a este diario el pasado enero.

Desde entonces Boël continúa defendiéndose de las críticas que la tachan de oportunista. “Me duele que la gente diga que lo he hecho por dinero o por interés. Hay cosas más importantes para mí”, ha explicado recientemente en una entrevista en la televisión pública belga. Lo hace en el marco de una nueva exposición que ha inaugurado en Knokke, en la región de Flandes, con obras inspiradas en las vivencias de estos últimos años: “Soy la mancha de la familia real, querían que me fuera muy lejos para que desapareciera”. Independientemente de su lucha por ser reconocida como hija de Alberto de Bélgica, Boël ha desarrollado una carrera como artística plástica y a este nuevo trabajo lo ha bautizado como Actitud porque “tu actitud determina tu vida. Eso es lo único que puedes comprobar”.

Durante la conversación, la artista explica que decidió embarcarse en el proceso judicial que la llevó a protagonizar portadas en todo el mundo solo por sus hijos: “Nunca quise que mis hijos tuvieran que preguntar de dónde vienen. Yo habría hecho exactamente lo mismo si mi padre hubiera sido propietario de un zoológico o incluso un criminal”. A esto hay que sumarle que cuando inició los trámites legales para ser reconocida como hija del rey emérito, ella y su familia entraron en una lista negra que les dificultó viajar, pedir préstamos o sacar dinero de sus cuentas bancarias. “No me hice famosa como una estrella del pop. Me hice famosa y fue una desgracia. Yo era como la ropa sucia del rey Alberto II”, recuerda.

Delphine Boël y Sybille de Selys Longchamps, en Bélgica, en 2012.
Delphine Boël y Sybille de Selys Longchamps, en Bélgica, en 2012.Cordon Press

Boël fue fruto de la relación entre el monarca y la baronesa Sybille de Selys Longchamps. Se conocieron en Atenas en 1966, cuando él ostentaba el cargo de príncipe de Lieja y ambos estaban casados. Mantuvieron a la niña en secreto: él por el escándalo que supondría para un miembro de la corona tener un hijo bastardo y ella por respeto a los intereses de su país y por miedo a la imagen negativa que el pueblo tendría de ella. No obstante, en palacio eran conscientes de la situación, acostumbrados a la fama de donjuán que tenía Alberto. Este llegó a comunicar a su hermano, el rey Balduino de Bélgica, su intención de emprender una nueva vida con su amante. Aunque al principio se mostró reacio, Balduino acabó asimilando la idea y organizó todo un proceso legal para aclarar las condiciones del divorcio. Entre ellas, que perdería su derecho al trono —era el primero en la línea de sucesión debido a que Balduino y Fabiola de Bélgica no tenían hijos— y que se limitaría a actuar como regente hasta que su hijo Felipe alcanzara la mayoría de edad. A punto de formalizar todo, De Selys Longchamps se arrepintió porque sería vista como la mala de la película, por lo que finalmente cada uno siguió con su vida.

Pasaron los años, Alberto se convirtió en rey tras la muerte de su hermano y una biografía no autorizada de la reina consorte, Paola de Bélgica, desveló que el monarca había tenido una hija fruto de una relación extramatrimonial. Él lo reconoció en su discurso de Navidad de 1999, pero no especificó de quién se trataba. Boël telefoneó al rey después de que se desvelara el secreto: “Se puso furioso. ‘No me llames más. No quiero oír hablar más de esta historia. Además, no eres mi hija”. En 2008 la artista dio más detalles de aquel secreto en una autobiografía y cuando Alberto II de Bélgica abdicó en 2013, Boël presentó la demanda de paternidad, ya que el monarca carecía a partir de ese momento de inmunidad.

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