El restaurante que recibió su merecido
Cada vez que hablo con hosteleros de las webs en las que la gente opina sobre restaurantes y los califica con estrellas, oigo similares llantos: que si muchas críticas son injustas, que si algunas están escritas por la competencia, que si ciertos clientes son insoportables... En ese momento, me siento solidario con ellos, sobre todo con lo de los clientes: he visto merecer a más de uno la deportación a Sudán del Sur, a Corea del Norte o a cualquier país en el que se pase mucha, pero mucha hambre.
Sin embargo, cada vez creo más en la utilidad de estos sitios, y no sólo por su fiabilidad cuando tienen una cantidad respetable de comentarios. A veces en ellos se producen sucesos mágicos, como el ocurrido estos días en la página de Yelp dedicada al restaurante Big Earl's, en Pittsburg, Texas. Este establecimiento “familiar” tuvo sus 10 minutos de fama la semana pasada, después de que una pareja gay denunciara haber recibido un trato pelín homófobo por parte de la camarera. “Aquí no servimos a maricones”, les soltó. “Nos gustan los hombres que actúan como hombres y las señoritas que actúan como señoritas, así que no queremos que volváis”.
Desde que el caso apareció en la tele, la página de Facebook del local ha recibido el previsible y merecido aluvión de protestas (y también de muestras de apoyo, que los cenutrios no escasean en este planeta). Pero en Yelp pasó algo mucho más mágico: los usuarios empezaron a colgar comentarios que describían Big Earl's como un efervescente bar gay. “El pollo está duro y seco, las tortitas saben a madera y los huevos están podridos, pero los chicos son calientes, calientes, calientes”. “Muy decepcionada. Resulta que es sólo gay, no hay nada de acción lésbica”. “El glory hole (pequeño agujero circular en los paneles que separan un váter de otro, cuyo uso pueden ustedes imaginar) del último baño es legendario”.
No contentos con este fino troleo textual, otros usuarios han subido fotos falsas del equipo de camareros (una colección de cachas abrazados y apenas vestidos con un escueto speedo) o de comensales ataviados con la ropa del Klu Klux Klan. Tras más de 150 críticas, la puntuación del Big Earl's ha quedado reducida a una estrella y media sobre cinco, y bien podríamos decir que su reputación online está destruida. ¿Moralejas? Internet ha dado el poder a la gente para castigar conductas discriminatorias, el humor es a veces la mejor arma contra la intolerancia, y si vas por Texas, vigila dónde te metes.
Esta columna fue publicada originalmente en la Revista Sábado, dentro de la edición impresa de EL PAÍS.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.