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Maridaje con la digitalización

Desde el cultivo hasta la producción y la comercialización, la digitalización y la robótica ofrecen al sector grandes oportunidades para crecer y mejorar

Ensayo del proyecto de robótica, inteligencia artificial y 'big data', con el apoyo de drones, que fue desarrollado en plena vendimia en el viñedo de Terras Gauda.
Ensayo del proyecto de robótica, inteligencia artificial y 'big data', con el apoyo de drones, que fue desarrollado en plena vendimia en el viñedo de Terras Gauda.

Con más de 941.000 hectáreas de viñedo en 2021, aproximadamente el 13% del total mundial, España está considerada el mayor viñedo del mundo. Sin embargo, es el tercer productor mundial tras Italia y Francia, con una producción media en los últimos años de 41 millones de hectolitros, según datos del Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv), que asevera que España tiene capacidad para producir por encima de los 50 millones de hectolitros, aunque las condiciones meteorológicas de cada año puedan hacer caer esa cifra hasta los 35 millones.

Además de las inclemencias de un clima imprevisible, la crisis sanitaria ha sido otra piedra en el zapato del sector que ha puesto el foco en la necesidad de innovación. “La pandemia ha supuesto un fuerte estímulo y un punto de inflexión para impulsar la digitalización en ámbitos del negocio como la comercialización y el marketing, acelerando plazos y situándolo como uno de los ejes de la estrategia de las bodegas actualmente”, afirmaba Emilio Restoy, presidente de la Federación Española del Vino (FEV), en la primera edición de Wine Next Generation, unas jornadas destinadas a abordar la digitalización en el sector.

El desafío proviene de un sector que ha ido incrementando su apuesta por la innovación desde 2011, algo que se materializa en un aumento de gasto anual en I+D+i. Concretamente, según el OeMv, el sector del vino invierte anualmente entre 130 y 150 millones de euros desde 2018 en actividades de I+D+i.

Campo conectado

Llama la atención que algo tan aparentemente tradicional como el vino maride tan bien con términos como internet de las cosas, big data, gemelos digitales, blockchain o Business Intelligence. Se trata, en definitiva, de tecnologías que permiten obtener un buen número de datos relevantes. “Todo lo que sea información es digitalizable. Con la digitalización conseguimos controlar y medir, automatizar y, por tanto, tomar mejores decisiones”, afirmaba José Luis Molina, consejero delegado de Hispatec en Wine Next Generation.

El primer paso y uno de los que presenta un mayor desafío es el de llevar la digitalización a los cultivos. “Si el campo se sensorizara se podrían obtener los datos necesarios para crear algoritmos predictivos de cosecha, de estrés hídrico o de uso de fitosanitarios, entre otros”, explica a su vez Mireia Torres, presidenta de la Plataforma Tecnológica del Vino y directora del Área de Innovación y Conocimiento de la bodega Familia Torres. Estos sensores se combinan con imágenes satélite o tomadas por drones y permiten controlar variables como la humedad, la temperatura o la conductividad del suelo, aspectos claves en la salud de las vides.

Los drones se emplean además para realizar mapas de vigor del viñedo, facilitando por ejemplo la decisión de cuál es el momento óptimo para vendimiar. Un servicio parecido al que realiza VineScout, un robot de observación vitícola desarrollado por la Universidad Politécnica de Valencia que cuenta con diversos sensores y visión artificial para recopilar datos sin siquiera rozar el cultivo. Así mide parámetros clave relativos por ejemplo a las necesidades hídricas del viñedo o a las variaciones en el grado de madurez que se pueden dar en la misma parcela. “Son principios que ya se conocían, pero la tecnología digital permite aplicarlos porque abarata los procesos y genera muchísimos datos”, resume Pau Roca, director general de la Organización Internacional del Vino (OIV).

Pero los avances en lo que a digitalización se refiere no se acaban en el campo sino que permean por toda la cadena de valor. Los gemelos digitales permiten reproducir y predecir cómo se comportaría un sistema real y de esta forma pueden pronosticar el proceso de fermentación vínica. Los robots también pueden encontrarse en el proceso de elaboración del vino, así como su envasado, almacenamiento o traslado mientras que los sistemas de visión artificial permiten optimizar el llenado, encapsulado y etiquetado de la botella. Y el blockchain por ejemplo ayuda a controlar las relaciones entre la bodega y la distribución: “El vino genera su identidad en la viña y por eso tienes que tener todos los datos de la viña y pasarlos, sin posibilidad de intervención o fraude, a todos los eslabones de la cadena”, asegura Roca.

Esa misma tecnología facilita aún más uno de los avances más señalados, el de la etiqueta digital. Mediante un código QR puede accederse a información del vino como la lista de ingredientes, la sostenibilidad de los productos o la declaración nutricional. La plataforma U-Label, impulsada por la Federación Española del Vino, el Comité Europeo de Empresas del Vino (CEEV) así como otras asociaciones nacionales se formó para ayudar a las empresas a crear estas etiquetas digitales y así adaptarse a los nuevos requerimientos de información derivados de la Política Agraria Común (PAC).

Investigaciones abiertas

Como está comprobando el Grupo de Enología y Productos Naturales de la Universidad de Castilla La Mancha (UCLM), las innovaciones tecnológicas para conseguir un incremento en la calidad de los vinos son variadas y se aplican a todos los aspectos de la industria. Los expertos de la UCLM prevén hablar en el evento de Fenavin de esta semana de algunas de sus líneas de investigación, como la evaluación del efecto de las lacasas sobre la sensorialidad, calidad y salubridad de los vinos; el efecto de tratamientos físicos (ultrasonidos y microondas) en los procesos de maceración de la uva durante la vinificación; el uso de diversas técnicas novedosas para asegurar la trazabilidad y calidad de los tapones de corcho natural; el aprovechamiento de los subproductos de la uva, aplicando el compost de orujo como fertilizante orgánico en el sector hortofrutícola y en la vid; o la revalorización de subproductos de la industria vitivinícola para el desarrollo y diseño de nuevos productos de valor añadido.

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