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Datos imprescindibles para moverse de forma sostenible

La logística consigue ya ahorros en emisiones y costes gracias al ‘big data’. Las urbes usan esa información para mejorar el transporte público y el tráfico

Big Data movilidad sostenible
Daniel Salvador

“Medir para conocer lo que hay y después mejorarlo para evitar que se degrade”. A esta máxima actualizada de Lord Kelvin se han aplicado en los últimos años empresas de logística y transporte, consultoras y ayuntamientos de toda España. La conjunción de digitalización y big data ha permitido dar un salto de calidad. Uniendo los millones de datos que se manejan ahora, y la calidad de los mismos, se puede hacer magia convirtiendo la movilidad en sostenible.

No son trucos. Son realidades que ya manejan empresas de distribución y que se traducen en menos emisiones de dióxido de carbono, ahorro de costes y aumento de la productividad. Es información que manejan los consistorios para mejorar el transporte público y el tráfico en las ciudades.

Y hay un elemento más. Lo menciona Eva García San Luis, socia responsable de Lighthouse de KPMG en España: “Los datos serán el corazón del sistema de movilidad interconectado, desbloqueando oportunidades de negocio que no existen en este momento”.

“Las ventajas son muchas. Con esos datos masivos, variables, en muchos formatos, en tiempo real y subidos a la nube, se pueden crear herramientas muy útiles para las empresas que se dedican a la logística y la distribución”, afirma David Escuín, profesor en el Máster en Dirección Logística de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja).

Como la que ha creado el grupo logístico Sesé con la colaboración del Instituto Tecnológico de Aragón ITAINNOVA. Se llama Smart driving y funciona desde 2019. Con el histórico de datos de los más de 1.000 camiones de esta empresa, itinerarios, consumo, paradas, etc., “se ha creado una ruta homologada en la que se indica al conductor, entre otras cosas, la velocidad a la que debe ir y los lugares donde repostar o descansar”, explica Jorge Carcas, responsable de sistemas de transportes.

Ahora está en su última fase, Smart planning, en la que un planificador dinámico será capaz de informar “cuál es el mejor siguiente viaje o cambiar el que ya hay ajustándose a los nuevos datos”. Las ventajas se pueden medir: “Aumento de la productividad de un 7%, ahorro de combustible, 1,3 céntimos por kilómetro y 600.000 euros al año”, resume Carcas.

CHEP es otro ejemplo. Esta empresa de logística creó en nuestro país en 2019 AirShared, “un programa de transporte colaborativo que permite reducir los kilómetros en vacío y, en consecuencia, las emisiones de CO₂”, asegura Vicente Mollá, director general en España. “Más de 220 clientes en Europa se benefician de una idea con la que hemos conseguido ahorrar más de 6 millones de kilómetros en vacío, 4.700 toneladas de dióxido de carbono y 8,7 millones de euros”, dice.

La tecnología de datos ha dado el salto del asfalto de las carreteras al de las ciudades. Estas son campo de laboratorio de numerosas iniciativas.

Proyectos en marcha

Algunas se impulsan desde consultoras, como Nommon, con el proyecto Momemtum, big data para estudiar las características de los usuarios y el uso de los servicios de bicicleta y motocicleta compartida en Madrid. “Hemos desarrollado modelos con inteligencia artificial para predecir la demanda de estos servicios según tipos y periodos del día, zonas de la ciudad, etc., y ayudar a gestionar mejor estos sistemas y maximizar su complementariedad con el transporte público”, detalla Ricardo Herranz, consejero delegado de la empresa.

Otras se impulsan desde la universidad, como las que desarrolla la cátedra de movilidad sostenible Cabify-Universidad Politécnica de Madrid. Dos se han centrado en analizar el servicio público de autobuses y de Bicimad, el préstamo de bicicletas, ambos en Madrid. “Con la gestión inteligente de datos se podrían planificar mejor el transporte público y el uso de estas bicis, fomentando la movilidad compartida y combinando el uso del transporte público”, sostiene Pedro José Zufiría, codirector de la cátedra.

Cabify, por su parte, probó en 2019 su nuevo sistema de asignación de viajes y comprobó que este permitía “ahorrar 120.000 horas mensuales de conducción y unos dos millones y medio de kilómetros en vacío cada mes, esto es, 3.300 toneladas de carbono menos emitidas”, comenta Carlos Herrera, director de tecnología de la empresa. Este se usa ahora “con adaptaciones locales” en las urbes donde opera.

El big data debe servir a las ciudades, según Xavier Ferré, socio responsable de automoción y transporte de EY, para “comprender todo su ecosistema de movilidad, mejorar el transporte urbano y diseñar una red de movilidad que minimice las emisiones”, a la vez que les permite “desarrollar políticas de movilidad inteligentes y tomar decisiones estratégicas y operativas basadas en hechos verificables”.

La consultora Opus RSE controla con sus sensores las emisiones de los coches y convierte esos datos en información útil. Han descubierto hechos como este que cuenta Javier Bohigas, jefe de operaciones: “Entre el 3% y el 5% de los vehículos que circulan por la ciudad son extremadamente contaminantes y son responsables de entre el 25% y el 40% de toda la contaminación”. O con los datos, “de un atasco en un punto concreto puedes actuar en tiempo real” desviando el tráfico o informando con aplicaciones de móviles o paneles para que se reduzca la velocidad”, añade.

Barreras legales

Javier Bohigas, jefe de operaciones de la consultora Opus RSE, afirma que “hay capacidades y tecnología para hacer la movilidad más sostenible”, aunque no se hace más “debido a las barreras legales con las que se encuentran las Administraciones”.

A día de hoy, la única forma de regular la entrada de los vehículos más contaminantes a las ciudades es con las etiquetas de la DGT. 

La ley de tráfico de 1979 recoge que no se puede circular con un coche que lanza emisiones, pero no especifica una cifra. Este asunto es uno de los que está encima de la mesa de cara a la actualización de esta norma. Se quiere incluir la posibilidad de regular la circulación de vehículos en función de sus emisiones reales obtenidas con dispositivos homologados. 

Con esta modificación, unido a las ordenanzas municipales y a la Ley de cambio climático, que obligará a establecer zonas de bajas emisiones en ciudades de más de 50.000 habitantes antes de 2023, será más fácil sumar datos y normas y obtener movilidad sostenible.


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