Un convento del siglo XV es ahora el museo de Victorio & Lucchino en su Palma del Río natal
Los diseñadores han inaugurado su nuevo espacio museístico, el primero dedicado a un diseñador aún en activo, que cada seis meses renovará sus 60 piezas de entre las más de 4.000 que han cedido los modistos
A poco menos de 100 kilómetros de Sevilla, José Víctor Rodríguez Caro, la mitad de la firma de moda Victorio & Lucchino —que ha subido el nombre de la ciudad a las pasarelas más importantes del mundo—, recordaba una infancia machadiana, de huertos claros donde maduran limoneros. Lo hacía en el claustro principal del convento de Santa Clara de su ciudad natal, Palma del Río (Córdoba), joya arquitectónica del siglo XV sometida a un exquisito proceso de rehabilitación para acoger el primer museo dedicado a un diseñador aún en activo. En este caso son dos: junto a José Víctor se encontraba un emocionado José Luis Medina del Corral, el otro 50% de Victorio & Lucchino, en el acto de inauguración de este centro dedicado a conservar no solo el legado de la firma, sino a convertir este enclave del Valle del Guadalquivir en un lugar de peregrinación al corazón de la historia de la moda de España, “con una parte muy importante dedicada a la docencia”, aseguran los modistos. La pareja de diseñadores andaluces lleva más de tres décadas de relación laboral y sentimental.
“Hemos sido pioneros en muchos sentidos”, explicaba Medina a EL PAÍS momentos antes del acto inaugural. Desde introducir en la alta costura elementos identitarios del folclore andaluz “y convertirlos en vanguardia”, afirman, hasta su aportación a la moda nupcial: “Sin dejar de ser humildes, podemos decir que la presentación de la línea prêt-à-porter en la Pasarela Gaudí de 1995, marcó un antes y un después en el diseño de novias”. Lo suyo, lo de Victorio & Lucchino, es “alquimia de tejidos, colores genuinos, caracolas, encajes, volantes infinitos, flecos de vida…”. “Así vemos a la mujer: fuerte y segura, envuelta de luz y color. Una mujer que muestra con su feminidad la alegría de vivir”, explican.
El museo plantea un recorrido que parte de una recreación exacta de su histórico taller situado en la Casa Natal de Velázquez en Sevilla, “hasta el bureau es el original donde hemos trabajado años y años”, dicen mientras se sientan divertidos en él para posar ante la prensa. El resto es una continua pasarela, preciosista en el cambio de luces y atmósferas, de prototipos originales de diseños que han desfilado por las principales pasarelas del mundo —Nueva York, Tokio, Londres, París…— desde que en 1988 consiguieran el premio Lanzadera de Oro a la mejor colección de la extinta pasarela Cibeles. Todos estos diseños son, a su vez, las prendas de alta costura que se hicieron ex profeso para las top models internacionales que los lucieron en su día: desde el más antiguo que se expone y que vistió Naomi Campbell en 1993, hasta los que se han enfundado Penélope Cruz, Eugenia Silvia o Inés Sastre, por la cuota española, y Elle MacPherson, Claudia Schiffer o Alessandra Ambrosio en la versión más internacional.
El espacio museístico muestra en siete salas unas 60 prendas —entre vestidos de alta costura, diseños nupciales y complementos para mujer y hombre— de los más de 4.000 que se custodian en el mismo convento de Santa Clara de Palma del Río. “Este museo es posible porque hemos sido muy hormiguitas y hemos guardado, con un enorme esfuerzo económico y personal para salvaguardar su conservación, mucho de lo que hemos producido”, sostiene Rodríguez Caro. Ante tamaño legado, la pareja de diseñadores ha tenido que recurrir al estilista italiano Paolo Torina para la selección de las piezas que se muestran. Sin embargo “es un museo vivo”, añade el diseñador, por lo que cada seis meses se renovarán las piezas en exposición para ir poniendo a disposición del público la mayor parte de los fondos de la colección.
El común denominador de todos los diseños que se exponen es su capacidad para soportar el paso del tiempo. “Es el mayor piropo que nos pueden decir —reconoce Rodríguez Caro—, que nuestros diseños son atemporales. Hay muchas clientas que nos reconocen que sus hijas hoy en día aún se pelean por quitarles sus vestidos para acudir a algún evento”.
Atrás quedan momentos amargos como el concurso de acreedores resuelto en 2019 después de seis años de tramitación y que dio por extinguidas las dos empresas con las que la firma operaba. “No fuimos los únicos empresarios que se vieron arrastrados por ese tsunami de crisis económica que se cebó con España y con medio mundo”, recuerda con cierto tono de amargura Medina. “Sin embargo, se ensañaron con nosotros. Por un lado, nos sentimos profetas en nuestra tierra, pero también nos hemos visto maltratados”. “Nos hemos reinventado, ajustándonos a los nuevos tiempos”, explica que hicieron desde ese momento. Expandieron la marca a América Latina (México, Puerto Rico, Colombia y Perú, principalmente), donde “adoran a Victorio & Lucchino”. Ahora trabajan con una forma administrativa de acuerdos de licencia de sus diseños: “Hoy en día no es soportable tener en nómina a más de 200 personas, ni sostener el peso económico de todo el proceso, pero jamás hemos dejado de trabajar”.
De hecho, inmediatamente después de la inauguración de este centro museístico, el dúo viajó a Sevilla para ultimar su próxima colección, que se presentará el 14 de julio en Marbella. Después vendrá la capital hispalense —en septiembre— y Málaga, donde recibirán el premio de la Pasarela Larios. Alicante, Oviedo, Puerto Rico, Perú... serán sus próximas paradas. “Un diseñador tiene alma de artista, y para un artista es muy difícil retirarse”, sostiene Medina al ser preguntado por el futuro de la marca. “Estamos en un gran momento, más creativo que nunca, con las facultades mentales dirigidas siempre a nuestro trabajo. Mientras permanezcamos con esta ilusión y estas ganas, seguiremos”.
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