¿Por qué ha saltado una alerta por garrapatas este verano y cómo puedo proteger a mi perro?
La proliferación de estos parásitos es un hecho y la comunidad científica pide la colaboración ciudadana para geolocalizar especies y contribuir a su identificación. El uso de antiparasitarios externos protege a los canes, pero los veterinarios recomiendan que se evite la sobremedicación química
Convivir con un perro y conseguir que llegue sano a diciembre es lo más parecido a las 12 pruebas de Hércules. Cuando no son las orugas procesionarias son las espigas, las picaduras de los peligrosos flebotomos, las pulgas y ácaros de la cosecha… a los que este año se suma una alerta sanitaria por el peligro que supone la proliferación de garrapatas.
El Ministerio de Sanidad acaba de incluir a estos artrópodos en la tercera parte del Plan Nacional de Prevención, Vigilancia y Control de las Enfermedades Transmitidas por vectores, con el objetivo de realizar una vigilancia estrecha de su incidencia en toda España. ¿Es cierto que se han multiplicado y estamos ante una nueva plaga o es solo una percepción?
“Llevamos varios años consecutivos de otoños e inviernos suaves, de primaveras que se adelantan un mes, veranos que duran hasta octubre y todo ello supone un clima que produce poblaciones altísimas de estos artrópodos”, describe Agustín Estrada-Peña, experto en Zoonosis Parasitarias, asesor externo del Ministerio de Sanidad y Coordinador del Control Integrado contra las Garrapatas. “Por otra parte, se nos han ido de las manos las poblaciones de conejos, jabalíes, ciervos y corzos, que son los hospedadores donde se alimentan, y que no tienen predadores naturales. Además, la gente ha cambiado sus costumbres: hacemos más excursiones al campo con el buen tiempo, pero sin ser conscientes de las medidas de prevención”, abunda.
Un ciervo cualquiera puede servir de alimento, simultáneamente, a 200 hembras de garrapatas en unos 10 días, y cada una pondrá alrededor de 4.000 huevos de media. Algunas especies de garrapatas pueden poner entre 10.000 o 12.000 huevos. Si solo sobrevive un 10% de esa puesta (por exceso de calor o frío, por sequía o demasiada humedad) resultarían unos 400 huevos por cada hembra. Multiplicados por esas 200 garrapatas que se alimentan de un solo ciervo durante 10 días, obtenemos 80.000 huevos en el suelo, que cuando eclosionen esperarán al paso de personas o animales para alimentarse.
Vectores de enfermedades
Cuando uno de estos ectoparásitos se prende para alimentarse de sangre puede transmitir patógenos (como bacterias y virus) al hospedador con su saliva, responsable de enfermedades para las personas como la borreliosis de Lyme, rickettsiosis, anaplasmosis, babesiosis, tularemia o fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. Esta última es considerada una enfermedad emergente, que desde 2016 ha provocado 14 casos en España, de los que cinco han fallecido. En los perros, los patógenos más frecuentes producen enfermedades como la ehrlichiosis, anaplasmosis granulocítica canina, rickettsiosis, babesiosis canina y hepatozoonosis, que se produce cuando el perro come accidentalmente una garrapata infectada con un protozoo, al rascarse usando sus dientes en el punto de la picadura.
“No se trata de generar alarma, pero sí de advertir a la población de que debe tomar unas precauciones básicas cuando salga al campo, ya sea por trabajo, como ganaderos, agentes forestales o cazadores, o por ocio, con excursiones que solemos hacer en familia, con niños y perros. Todos deberían ser revisados a la vuelta”, apunta el profesor Estrada-Peña, que en 2017 publicó un estudio para identificar y muestrear las especies de garrapatas más frecuentes entre los perros domésticos.
Ante la extensa distribución de estos artrópodos, los investigadores recomiendan la prevención antiparasitaria durante todo el año y vigilar la especie Rhipicephalus sanguineus (comúnmente conocida como “garrapata marrón del perro”) en la región mediterránea. Este peculiar parásito, inmune a la climatología extrema, es capaz de resguardarse en jardines, garajes, casetas de perro, refugios, criaderos y residencias caninas. “Es una especie que puede picar a las personas y transmitir bacterias, pero se evita con un control adecuado, higiene extrema y un tratamiento antiparasitario personalizado para cada animal. No es lo mismo el perro que solo sale de paseo por su barrio y apenas pisa el campo, que un perro que caza o va con su familia cada fin de semana a la montaña”, advierte el investigador.
Geolocalización de las garrapatas
La variedad geográfica, climática y de biodiversidad en España hace que se concentren en la Península Ibérica más variedades de garrapatas (y, por tanto, de enfermedades) que en el resto de Europa. El proyecto GARES (Garrapatas de España) se puso en marcha el año pasado para radiografiar la presencia de estos ectoparásitos en cada región, identificar sus características, secuenciar su material genético y evaluar el riesgo de transmisión de enfermedades.
“La Rhipicephalus se distribuye por toda la Península y se adapta a todo tipo de clima, mientras que las especies Ixodes ricinus y Dermacentor reticulatus son frecuentes en regiones del norte, con más humedad, como la Cornisa Cantábrica y Castilla y León, pero también en zonas de arroyo o montaña, donde encontremos humedad continua”, describe Félix Valcárcel, investigador del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (INIA-CSIC) junto a Sonia Olmeda García (Universidad Complutense de Madrid) coordina el proyecto GARES. Según sus primeras conclusiones, que podrían ver la luz en los próximos meses, las temibles garrapatas Hyalomma (consideradas vectores de enfermedades y acechadoras de sus hospedadores), que hasta hace pocos años se localizaban fundamentalmente en la parte sur peninsular, ahora se han detectado también desde el norte de Extremadura hacia Ávila, Salamanca y zona de El Bierzo en León.
También se ha identificado en la diagonal que se extiende desde Huelva hasta Cataluña. “En este primer año de muestreo hemos analizado más de 13.000 garrapatas, con muestras de 479 municipios en 48 provincias. Gracias a la colaboración ciudadana hemos obtenido garrapatas de lugares a los que, de otra forma, no habríamos podido llegar, con mucha información y datos de muestras encontradas en aves, animales silvestres y animales domésticos”, señala el investigador, que invita a todos los ciudadanos, excursionistas, veterinarios y ganaderos que se encuentren con una garrapata a que la retiren y, si pueden, contribuyan con el envío de la muestra y el formulario de la investigación.
Antiparasitarios químicos o naturales
Ante la proliferación de estos ectoparásitos y el buen tiempo que invita a hacer más excursiones con perros al campo, surge la pregunta de si estará aumentando también la prevalencia de las enfermedades entre los animales de compañía. Y la respuesta es que no.
“No tenemos más casos de enfermedades transmitidas por vectores que otros años, a pesar de que tengamos más pulgas y garrapatas, porque en animales bien cuidados, con un control sanitario, son muy efectivas las medidas de protección y prevención”, afirma María Luisa Fernández Miguel, veterinaria clínica y vocal de Pequeños Animales de la Organización Colegial Veterinaria (OCV). Sin embargo, advierte que la venta libre y el uso indiscriminado de antiparasitarios, sin consultar al veterinario, puede llevar a una sobremedicación. “Puedes poner un collar antiparasitario, pero no un collar más una pipeta, más un comprimido, y menos en perros que pasan la mayor parte del día en el interior de su hogar. Hay que hacer prevención, sí, pero con responsabilidad. Siempre con la menor cantidad de medicación posible, adaptando a las circunstancias de cada animal y siguiendo el consejo profesional”, incide.
De hecho, el año pasado, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos emitió una hoja informativa alertando a las familias con animales domésticos sobre los posibles efectos neurológicos adversos que han presentado las pastillas que contienen isoxazolina contra pulgas y garrapatas, porque pueden provocar temblor muscular, ataxia y convulsiones en perros y gatos.
“El problema es que si tengo miedo a las garrapatas y mosquitos y me echo repelente compulsivamente por todo el cuerpo… El mecanismo de acción de las distintas drogas va al sistema nervioso de los parásitos, sí, pero también tendrá un efecto en el organismo del perro, a medio y largo plazo”, plantea Amaya Espíndola, veterinaria de Felvet y Presidente de la Raw Feeding Veterinary Society.
Espíndola puntualiza que los síntomas adversos neurológicos en perros suelen durar tanto como haga efecto el comprimido antiparasitario, sea un mes, dos o tres meses. “Es posible que, antes que desparasitar de forma química y sistemática durante todo el año, sea mejor buscar alternativas complementarias: si el perro ya lleva su collar antiparasitario, quizá sea suficiente con una pipeta natural”, reflexiona. En su opinión, siempre es mejor valorar el tipo de entorno, vida y circunstancias del animal e incluso la estación del año para buscar alternativas. Así, sugiere combinar los antiparasitarios elegidos con productos a base de aceite de ajo, que tiene ciertas propiedades acaricidas, observadas en ganado, la tierra de diatomeas para proteger el espacio donde viven perros o gatos, o sprays y pipetas que ya utilizan ingredientes naturales, como extracto de semillas de neem con aceite de coco, collares de citronella o champús ecológicos repelentes con base de lavanda.
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